Y un tercer ángel seguía a los dos anteriores, clamando con voz poderosa:
—¡Adorad, si queréis, a la bestia y a su imagen! ¡Dejaos tatuar su marca, si os place, en la frente o en la mano! Pero entonces, disponeos a beber el vino de la ira de Dios que ha sido vertido sin mezcla alguna en la copa de su furor, disponeos a ser torturados con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y del Cordero. El tormento será eterno y no habrá descanso ni de día ni de noche para quienes adoren a la bestia y a su imagen, para quienes se hayan dejado tatuar su nombre.