1 Corintios PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
INTRODUCCIÓN
Corinto
La península del Peloponeso, en el sur de Grecia, es un territorio montañoso unido al resto del país por un istmo corto y angosto. En la época del NT estaba sometida a la administración romana, como parte de la provincia de Acaya, cuya capital, Corinto, se hallaba situada a pocos kilómetros al sudoeste del istmo.
A lo largo de su existencia, Corinto conoció el esplendor y la miseria. En el 146 a.C. estuvo a punto de desaparecer, arrasada por los romanos; pero un siglo después, en el año 44 a.C., la propia Roma dispuso que la ciudad fuera reconstruida y habilitada en ella la residencia del gobernador de la provincia. De este último dato quedó constancia en Hch. 18.12-18, donde se dice que el procónsul Lucio Junio Galión gobernaba Acaya cuando Pablo llegó allí en su segundo viaje misionero.
Corinto tenía una doble salida al mar: al Adriático por el puerto de Lequeo, y al Egeo por el de Cencrea (cf. Hch. 18.18 y Ro. 16.1). Esa privilegiada situación geográfica reportaba no pocos beneficios a la ciudad, pues ambos puertos eran muy frecuentados por los barcos que hacían las rutas comerciales de los dos mares.
La población corintia, estimada en aquel entonces en unas 600.000 personas, incluía mercaderes, marineros, soldados romanos retirados y una elevadísima proporción de esclavos (alrededor de 400.000). Corinto era, además, un centro de incesante afluencia de peregrinos, que desde lejanos lugares acudían a rendir adoración a las diversas divinidades que en ella tenían un santuario.
La ciudad, famosa por su riqueza y cultura, lo era también por la relajación moral de sus habitantes y el libertinaje que dominaba las costumbres de la sociedad. Es posible que muchas de las críticas que se le hacían fueran exageradas, pero ciertamente la mala reputación de Corinto, fomentada por causas tan conocidas como la prostitución sagrada en el templo de Afrodita, era proverbial en toda la cuenca del Mediterráneo.
La iglesia corintia
En aquel ambiente, la existencia de una pequeña comunidad cristiana, compuesta en su mayor parte por personas sencillas, de origen gentil (1 Co. 1.26; 12.2) y reciente conversión, se veía sometida a fuertes tensiones espirituales y morales.
El anuncio del evangelio había sido bien acogido desde el principio, cuando Pablo, probablemente a comienzos de la década de los 50, llegó a Corinto procedente de Atenas. Durante «un año y seis meses» (Hch. 18.11) permaneció entonces en la ciudad, entregado a la proclamación de la fe en Jesucristo (Hch. 18.1-18).
Las primeras actuaciones del Apóstol, según su costumbre, se encaminaron a entrar en relación con los judíos residentes (Hch 18.2,4,6,8); pero la oposición de muchos de ellos lo llevó muy pronto a dedicar los mayores esfuerzos a la población gentil (Hch. 18.6).
Durante el tiempo relativamente largo que Pablo pasó entonces en la capital de Acaya, parece que su labor consistió sobre todo en poner los cimientos para que otros después de él, como Apolos (1.12), pudieran seguir anunciando el evangelio en la región del Peloponeso (3.6-15).
Fecha y lugar de redacción
La Primera epístola a los Corintios (1 Co) fue escrita en Efeso, donde, según Hch. 20.31, Pablo vivió tres años, probablemente entre el 54 y el 57. Mientras estaba allí, los creyentes de la congregación le hicieron llegar, posiblemente por conducto de Estéfanas, Fortunato y Acaico (cf. 16.17), algunas consultas, a las que respondió con la presente carta (cf. los pasajes que comienzan en 7.1,25; 8.1, y también 10.23; 11.2; 12.1; 15.1).
Propósito
Más o menos por las mismas fechas, «los de Cloé» informaron al Apóstol (1.11) de la difícil situación que estaban atravesando los creyentes corintios. Arrastrados por la fanática adhesión personal de unos a Pablo y de otros a Pedro o a Apolos (1.12; 3.4), entre todos habían puesto en grave peligro la unidad de la iglesia.
Además, los antecedentes paganos de la mayoría de aquellos hermanos seguían pesando en la conducta de algunos, y la general corrupción característica de la ciudad dejaba sentir su influencia en la congregación, de manera que incluso en su seno se daban casos de inmoralidad que exigían ser inmediatamente corregidos.
Contenido y estructura
Pablo comienza esta carta abordando el problema de las divisiones internas, amenaza que se cernía sobre la comunidad cristiana como un signo de incomprensión y olvido de determinadas afirmaciones básicas de la fe: que la iglesia es convocada a unidad de pensamiento y parecer (1.10-17; cf. Jn. 17.21-23; Ef. 4.1-5; Fil. 2.1-11); que la única verdadera sabiduría es la que «Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria» (2.7), y que solamente Cristo es el fundamento de nuestra salvación (3.5—4.5; cf. 1 Ti. 2.5-6).
En seguida, trata de orientar a sus lectores respecto a otros males que ya estaban presentes en la iglesia, pero cuyo progreso había que impedir sin pérdida de tiempo: una situación incestuosa consentida por la congregación (5.1-13), pleitos surgidos entre los creyentes y promovidos ante jueces paganos (6.1-11), comportamientos sexuales condenables (6.12-20) y actitudes indignas entre los participantes en el culto, especialmente en la Cena del Señor (11.17-22,27-34).
Junto a todas estas instrucciones, la carta contiene las respuestas del Apóstol a las preguntas de los corintios relacionadas con el matrimonio cristiano y el celibato (7.1-40), con el consumo de alimentos que antes de su venta pública habían sido ofrecidos a los ídolos (8.1-13; 10.25-31) o con la diversidad y ejercicio de los dones otorgados por el Espíritu Santo (12.1—14.40).
Otros textos, relacionados con cuestiones doctrinales y de testimonio cristiano, incluyen amonestaciones en contra de la idolatría (10.1—11.1) y consideraciones sobre el atavío de las mujeres en el culto (11.2-16) y sobre la institución de la Cena del Señor (11.23-26). Notables por su belleza y su profundidad de pensamiento son el poema de exaltación del amor al prójimo (12.31b—13.13) y la extensa declaración acerca de la resurrección de los muertos (15.1-58).
El cuerpo central de 1 Corintios, prologado por un saludo y una presentación temática de carácter general (1.1-9), concluye con un epílogo que contiene breves indicaciones acerca de la ofrenda para la iglesia de Jerusalén, más las acostumbradas salutaciones y notas personales (16.1-24).
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1-9)
1. Divisiones en la iglesia (1.10—4.21)
2. Pablo corrige a la iglesia (5.1—6.20)
3. Sobre el matrimonio (7.1-40)
4. La libertad cristiana (8.1—11.1)
5. La vida de la iglesia (11.2-34)
6. Los dones espirituales (12.1—14.40)
7. La resurrección de los muertos (15.1-58)
Epílogo (16.1-24)
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1 Corintios PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS: RVR1960
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.
1 Corintios PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
INTRODUCCIÓN
Corinto
La península del Peloponeso, en el sur de Grecia, es un territorio montañoso unido al resto del país por un istmo corto y angosto. En la época del NT estaba sometida a la administración romana, como parte de la provincia de Acaya, cuya capital, Corinto, se hallaba situada a pocos kilómetros al sudoeste del istmo.
A lo largo de su existencia, Corinto conoció el esplendor y la miseria. En el 146 a.C. estuvo a punto de desaparecer, arrasada por los romanos; pero un siglo después, en el año 44 a.C., la propia Roma dispuso que la ciudad fuera reconstruida y habilitada en ella la residencia del gobernador de la provincia. De este último dato quedó constancia en Hch. 18.12-18, donde se dice que el procónsul Lucio Junio Galión gobernaba Acaya cuando Pablo llegó allí en su segundo viaje misionero.
Corinto tenía una doble salida al mar: al Adriático por el puerto de Lequeo, y al Egeo por el de Cencrea (cf. Hch. 18.18 y Ro. 16.1). Esa privilegiada situación geográfica reportaba no pocos beneficios a la ciudad, pues ambos puertos eran muy frecuentados por los barcos que hacían las rutas comerciales de los dos mares.
La población corintia, estimada en aquel entonces en unas 600.000 personas, incluía mercaderes, marineros, soldados romanos retirados y una elevadísima proporción de esclavos (alrededor de 400.000). Corinto era, además, un centro de incesante afluencia de peregrinos, que desde lejanos lugares acudían a rendir adoración a las diversas divinidades que en ella tenían un santuario.
La ciudad, famosa por su riqueza y cultura, lo era también por la relajación moral de sus habitantes y el libertinaje que dominaba las costumbres de la sociedad. Es posible que muchas de las críticas que se le hacían fueran exageradas, pero ciertamente la mala reputación de Corinto, fomentada por causas tan conocidas como la prostitución sagrada en el templo de Afrodita, era proverbial en toda la cuenca del Mediterráneo.
La iglesia corintia
En aquel ambiente, la existencia de una pequeña comunidad cristiana, compuesta en su mayor parte por personas sencillas, de origen gentil (1 Co. 1.26; 12.2) y reciente conversión, se veía sometida a fuertes tensiones espirituales y morales.
El anuncio del evangelio había sido bien acogido desde el principio, cuando Pablo, probablemente a comienzos de la década de los 50, llegó a Corinto procedente de Atenas. Durante «un año y seis meses» (Hch. 18.11) permaneció entonces en la ciudad, entregado a la proclamación de la fe en Jesucristo (Hch. 18.1-18).
Las primeras actuaciones del Apóstol, según su costumbre, se encaminaron a entrar en relación con los judíos residentes (Hch 18.2,4,6,8); pero la oposición de muchos de ellos lo llevó muy pronto a dedicar los mayores esfuerzos a la población gentil (Hch. 18.6).
Durante el tiempo relativamente largo que Pablo pasó entonces en la capital de Acaya, parece que su labor consistió sobre todo en poner los cimientos para que otros después de él, como Apolos (1.12), pudieran seguir anunciando el evangelio en la región del Peloponeso (3.6-15).
Fecha y lugar de redacción
La Primera epístola a los Corintios (1 Co) fue escrita en Efeso, donde, según Hch. 20.31, Pablo vivió tres años, probablemente entre el 54 y el 57. Mientras estaba allí, los creyentes de la congregación le hicieron llegar, posiblemente por conducto de Estéfanas, Fortunato y Acaico (cf. 16.17), algunas consultas, a las que respondió con la presente carta (cf. los pasajes que comienzan en 7.1,25; 8.1, y también 10.23; 11.2; 12.1; 15.1).
Propósito
Más o menos por las mismas fechas, «los de Cloé» informaron al Apóstol (1.11) de la difícil situación que estaban atravesando los creyentes corintios. Arrastrados por la fanática adhesión personal de unos a Pablo y de otros a Pedro o a Apolos (1.12; 3.4), entre todos habían puesto en grave peligro la unidad de la iglesia.
Además, los antecedentes paganos de la mayoría de aquellos hermanos seguían pesando en la conducta de algunos, y la general corrupción característica de la ciudad dejaba sentir su influencia en la congregación, de manera que incluso en su seno se daban casos de inmoralidad que exigían ser inmediatamente corregidos.
Contenido y estructura
Pablo comienza esta carta abordando el problema de las divisiones internas, amenaza que se cernía sobre la comunidad cristiana como un signo de incomprensión y olvido de determinadas afirmaciones básicas de la fe: que la iglesia es convocada a unidad de pensamiento y parecer (1.10-17; cf. Jn. 17.21-23; Ef. 4.1-5; Fil. 2.1-11); que la única verdadera sabiduría es la que «Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria» (2.7), y que solamente Cristo es el fundamento de nuestra salvación (3.5—4.5; cf. 1 Ti. 2.5-6).
En seguida, trata de orientar a sus lectores respecto a otros males que ya estaban presentes en la iglesia, pero cuyo progreso había que impedir sin pérdida de tiempo: una situación incestuosa consentida por la congregación (5.1-13), pleitos surgidos entre los creyentes y promovidos ante jueces paganos (6.1-11), comportamientos sexuales condenables (6.12-20) y actitudes indignas entre los participantes en el culto, especialmente en la Cena del Señor (11.17-22,27-34).
Junto a todas estas instrucciones, la carta contiene las respuestas del Apóstol a las preguntas de los corintios relacionadas con el matrimonio cristiano y el celibato (7.1-40), con el consumo de alimentos que antes de su venta pública habían sido ofrecidos a los ídolos (8.1-13; 10.25-31) o con la diversidad y ejercicio de los dones otorgados por el Espíritu Santo (12.1—14.40).
Otros textos, relacionados con cuestiones doctrinales y de testimonio cristiano, incluyen amonestaciones en contra de la idolatría (10.1—11.1) y consideraciones sobre el atavío de las mujeres en el culto (11.2-16) y sobre la institución de la Cena del Señor (11.23-26). Notables por su belleza y su profundidad de pensamiento son el poema de exaltación del amor al prójimo (12.31b—13.13) y la extensa declaración acerca de la resurrección de los muertos (15.1-58).
El cuerpo central de 1 Corintios, prologado por un saludo y una presentación temática de carácter general (1.1-9), concluye con un epílogo que contiene breves indicaciones acerca de la ofrenda para la iglesia de Jerusalén, más las acostumbradas salutaciones y notas personales (16.1-24).
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1-9)
1. Divisiones en la iglesia (1.10—4.21)
2. Pablo corrige a la iglesia (5.1—6.20)
3. Sobre el matrimonio (7.1-40)
4. La libertad cristiana (8.1—11.1)
5. La vida de la iglesia (11.2-34)
6. Los dones espirituales (12.1—14.40)
7. La resurrección de los muertos (15.1-58)
Epílogo (16.1-24)
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.