Hageo HAGEO
HAGEO
INTRODUCCIÓN
El profeta y su medio
El profeta Hageo manifiesta, en el libro que lleva su nombre (Hag), un especial interés por la precisión de los datos históricos que aporta. Repetidamente incluye en el libro fechas y noticias (1.1,15; 2.1,10,20) que permiten señalar con exactitud el tiempo en que comenzó a ejercer su actividad: el año 520 a.C., «segundo del rey Darío», que gobernó entre el 521 y el 485 a.C.
Ciro, el monarca fundador del imperio persa, promulgó el año 538 a.C. su célebre edicto (2 Cr. 36.22-23; Esd. 1.1-4) que puso fin a la cautividad judía en Babilonia (2 R. 25.1-22). Poco después, en el 537, los judíos que habían regresado a Jerusalén iniciaron con entusiasmo la reconstrucción del templo (Esd. 1.1-11). Sin embargo, los fervores iniciales pronto se apagaron; en su lugar cundió entre la gente un profundo desaliento causado en parte por lo precario de los medios de que disponían (1.6) y en parte por la intranquilidad de tener que hacer frente día tras día a la actitud hostil de los samaritanos (Esd. 4.1-24). Aquellas circunstancias afectaron a las obras de restauración del templo, hasta el punto de provocar su paralización total (Esd. 4.24) mientras que, en contraste, comenzaban a aparecer en la propia Jerusalén hermosas mansiones para uso privado de adinerados miembros de la comunidad (1.4).
La situación así creada, unida a la falta de estabilidad política que reinaba en el imperio persa desde el año 522 a.C., iluminan el fondo del mensaje que Hageo había de comunicar al pueblo y a las autoridades más relevantes de Jerusalén: a Zorobabel, gobernador de Judá, y a Josué, sumo sacerdote (cf. Esd. 5.1-2; 6.14).
El libro y su mensaje
La profecía de Hageo consiste básicamente en una exhortación a reanudar sin demora la reconstrucción del templo, el cual no podía permanecer más tiempo en estado de ruina, sino que debía ser restaurado para gloria de Dios (1.8). La orden procede de Dios, y no puede ser ignorada sin que de ello se deriven graves perjuicios para todos: la sequía, la pérdida de cosechas y la pobreza, que serán los signos del enojo divino (1.9-11). En cambio, Dios bendecirá y traerá una pronta y definitiva salvación a su pueblo, si con el esfuerzo común el templo es reconstruido (1.8; 2.6-9; 2.20-23).
La reacción positiva de Zorobabel y Josué a los requerimientos conjuntos de Hageo y Zacarías (cf. Esd. 6.14) despertó el adormecido entusiasmo popular (1.12-14). Las obras se pusieron de nuevo en marcha, sin pérdida de tiempo, y no mucho más tarde fue posible celebrar con grandes manifestaciones de alegría la dedicación del recién restaurado santuario (Esd. 6.15-18).
Esquema del contenido:
1. Exhortación a edificar el templo (1.1-15)
2. La gloria del nuevo templo (2.1-9)
3. Reprensión de la infidelidad del pueblo (2.10-19)
4. Promesa de Jehová a Zorobabel (2.20-23)
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Hageo HAGEO: RVR1960
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.
Hageo HAGEO
HAGEO
INTRODUCCIÓN
El profeta y su medio
El profeta Hageo manifiesta, en el libro que lleva su nombre (Hag), un especial interés por la precisión de los datos históricos que aporta. Repetidamente incluye en el libro fechas y noticias (1.1,15; 2.1,10,20) que permiten señalar con exactitud el tiempo en que comenzó a ejercer su actividad: el año 520 a.C., «segundo del rey Darío», que gobernó entre el 521 y el 485 a.C.
Ciro, el monarca fundador del imperio persa, promulgó el año 538 a.C. su célebre edicto (2 Cr. 36.22-23; Esd. 1.1-4) que puso fin a la cautividad judía en Babilonia (2 R. 25.1-22). Poco después, en el 537, los judíos que habían regresado a Jerusalén iniciaron con entusiasmo la reconstrucción del templo (Esd. 1.1-11). Sin embargo, los fervores iniciales pronto se apagaron; en su lugar cundió entre la gente un profundo desaliento causado en parte por lo precario de los medios de que disponían (1.6) y en parte por la intranquilidad de tener que hacer frente día tras día a la actitud hostil de los samaritanos (Esd. 4.1-24). Aquellas circunstancias afectaron a las obras de restauración del templo, hasta el punto de provocar su paralización total (Esd. 4.24) mientras que, en contraste, comenzaban a aparecer en la propia Jerusalén hermosas mansiones para uso privado de adinerados miembros de la comunidad (1.4).
La situación así creada, unida a la falta de estabilidad política que reinaba en el imperio persa desde el año 522 a.C., iluminan el fondo del mensaje que Hageo había de comunicar al pueblo y a las autoridades más relevantes de Jerusalén: a Zorobabel, gobernador de Judá, y a Josué, sumo sacerdote (cf. Esd. 5.1-2; 6.14).
El libro y su mensaje
La profecía de Hageo consiste básicamente en una exhortación a reanudar sin demora la reconstrucción del templo, el cual no podía permanecer más tiempo en estado de ruina, sino que debía ser restaurado para gloria de Dios (1.8). La orden procede de Dios, y no puede ser ignorada sin que de ello se deriven graves perjuicios para todos: la sequía, la pérdida de cosechas y la pobreza, que serán los signos del enojo divino (1.9-11). En cambio, Dios bendecirá y traerá una pronta y definitiva salvación a su pueblo, si con el esfuerzo común el templo es reconstruido (1.8; 2.6-9; 2.20-23).
La reacción positiva de Zorobabel y Josué a los requerimientos conjuntos de Hageo y Zacarías (cf. Esd. 6.14) despertó el adormecido entusiasmo popular (1.12-14). Las obras se pusieron de nuevo en marcha, sin pérdida de tiempo, y no mucho más tarde fue posible celebrar con grandes manifestaciones de alegría la dedicación del recién restaurado santuario (Esd. 6.15-18).
Esquema del contenido:
1. Exhortación a edificar el templo (1.1-15)
2. La gloria del nuevo templo (2.1-9)
3. Reprensión de la infidelidad del pueblo (2.10-19)
4. Promesa de Jehová a Zorobabel (2.20-23)
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.