Filipenses LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES
INTRODUCCIÓN
Filipos
La primera mención que el NT hace de Filipos se encuentra en Hch. 16.12. En ese texto leemos que se trataba de una importante «ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia», evidentemente romana. Su nombre primitivo había sido Krénides, que significa «lugar de las fuentes», pero cuando en el 360 a.C. conquistó la ciudad el padre de Alejandro Magno, el rey Filipo II de Macedonia, cambió aquel antiguo nombre por el suyo propio.
Filipos estaba situada sobre la célebre «Vía Egnatia», que comunicaba Roma con Asia Menor. Se alzaba a unos 12 km. de la costa norte del mar Egeo, junto al límite de la región macedónica con la de Tracia. Sometida a Roma desde el año 167 a.C., a partir del 31 a.C., con la categoría de colonia y por disposición del césar Octavio Augusto, gozó de los privilegios y derechos que las leyes del imperio otorgaban a las ciudades romanas.
La iglesia filipense
La Epístola a los Filipenses (Flp), junto con la dirigida a Filemón, es la más personal de cuantas poseemos del apóstol Pablo. Es también el testimonio de un sentir gozoso y de mutua gratitud: de Pablo hacia los filipenses, que lo habían socorrido en momentos muy difíciles para él; y de los filipenses hacia Pablo, agradecidos por la labor que entre ellos había realizado.
Desde los primeros contactos hasta la redacción de esta carta habían pasado varios años. Aquellos encuentros iniciales, que dieron origen a una estrecha relación fraternal (Fil. 1.3-8; 4.1), tuvieron lugar durante el segundo viaje misionero de Pablo, después de haber él recorrido el interior de Asia Menor, desde Cilicia, al sudeste de la península, hasta Troas, al noroeste.
En Troas, acompañado de Silas, Timoteo y seguramente también de Lucas, embarcó Pablo rumbo a Neápolis, puerto del norte de Grecia. De allí se dirigió a Filipos, donde no se detuvo mucho tiempo, aunque sí el suficiente para fundar una iglesia, la primera nacida en suelo europeo. Esta comunidad cristiana estaba formada en su mayor parte por personas que habían pasado del paganismo al judaísmo (véase, p.e., el caso de Lidia de Tiatira, Hch. 16.14-15), las cuales se reunían para el culto «fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración» (Hch. 16.13).
Lugar y fecha de redacción
No hay unidad de opinión respecto del lugar y de la fecha en que Pablo escribió la carta. Hay quienes opinan que la envió desde una prisión en Efeso, lo que permitiría apuntar como fecha probable los años 54 a 55. En tal caso, la carta tendría, como de hecho tiene, un marcado carácter de agradecimiento a los cristianos de Filipos, quienes al saber de la cautividad del apóstol, habían decidido mandarle algunos auxilios como expresión de amor y solidaridad fraternal (4.18). Por otra parte, si se interpreta la mención del «pretorio» (1.13) como una referencia al palacio imperial, podría tener mayor apoyo la hipótesis que localiza la prisión en Roma (Hch. 28.16-31). En tal caso, la carta habría sido escrita en esta ciudad, el año 63.
Contenido y estructura
La epístola no tiene una clara estructura doctrinal. Más parece responder a vivos sentimientos personales que al propósito de ofrecer un texto bien planificado y teológicamente articulado. No obstante, hay en ella profundos pensamientos junto a consejos y enseñanzas prácticas para la vida de los cristianos y para la marcha de la iglesia en conjunto.
Desde la acción de gracias inicial (1.3-11), dos notas predominan en la epístola: el gozo que caracteriza a una fe madura, y el amor de Pablo a la iglesia de Filipos. Esas notas son, sin duda, una hermosa lección de esperanza, impartida por el autor en medio de las penalidades físicas y morales de su cautiverio.
El cuerpo principal de la carta (1.12—4.20) transcurre entre un prólogo lleno de expresiones entrañables (1.1-11) y un epílogo revelador de la generosidad de los filipenses (4.21-23). El texto se desarrolla en una variada sucesión de temas y motivos de reflexión:
(a) 1.12-26: Pablo da testimonio de que incluso la cárcel brinda oportunidades de anunciar el evangelio (1.12-14). Y reflexiona acerca de su ministerio apostólico, al que seguirá consagrado «o por vida o por muerte» (1.20) en tanto le llega la hora «de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (1.23). Porque para Pablo «el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (1.21).
(b) 1.27—2.18: Este pasaje contiene una declaración fundamental de la fe cristiana: un himno (2.5-11) dedicado al Hijo de Dios preexistente y eterno, a Cristo Jesús: Él siendo en forma de Dios... se hizo semejante a los hombres,... se humilló a sí mismo... hasta la muerte, y muerte de cruz». Por su obediencia, «Dios también le exaltó hasta lo sumo», para ser reconocido y adorado universalmente como Señor.
(c) 2.19-30: Sigue una referencia personal a Timoteo y Epafrodito, colaboradores del apóstol. Al primero, espera enviarlo pronto a Filipos (2.19), y acerca del segundo, explica el porqué de haberlo enviado ya (2.25-30). Además, él también confía en estar pronto en condiciones de visitar a los creyentes de la ciudad (1.19; 2.24).
(d) 3.1—4.1: Hace también una enérgica llamada de atención a la presencia en Filipos de «muchos... que son enemigos de la cruz de Cristo» (3.18). Parece seguro que también a Macedonia habían llegado algunos maestros judaizantes que, con su insistencia en mantener vigente la ley de Moisés y especialmente la práctica de la circuncisión, perturbaban la fe de los cristianos de origen gentil.
(e) 4.2-9: La alegría de la salvación ha de ser una constante en la vida del cristiano (4.4). Pablo exhorta a los creyentes a confiar plenamente en el Señor, que está cerca (4.5), y a pensar y actuar de manera siempre digna de alabanza (4.8).
(f) 4.10-20: Insiste en manifestar su agradecimiento por la solicitud con que los filipenses le habían atendido en diversas ocasiones, en momentos de tribulación en los que otros parecían haberse olvidado de él (4.15).
Algunos han supuesto que originalmente fueron dos las cartas de Pablo a la iglesia de Filipos, después refundidas en una, porque en la estructura presente de la carta se ha observado, en ciertos pasajes, una brusca ruptura de la ilación de ideas: (2.19; 3.1b-21; 4.2 y 4.10). Lo cierto es que el texto de la carta es característicamente paulino, tanto desde el punto de vista estilístico como de vocabulario.
Esquema del contenido:
Introducción (1.1-11)
1. Vivir en Cristo (1.12—2.18)
2. El ministerio de Pablo (2.19—3.21)
3. Gozo y gratitud (4.1-20)
Epílogo: Salutaciones finales (4.21-23)
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Filipenses LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES: RVR1960
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.
Filipenses LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES
INTRODUCCIÓN
Filipos
La primera mención que el NT hace de Filipos se encuentra en Hch. 16.12. En ese texto leemos que se trataba de una importante «ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia», evidentemente romana. Su nombre primitivo había sido Krénides, que significa «lugar de las fuentes», pero cuando en el 360 a.C. conquistó la ciudad el padre de Alejandro Magno, el rey Filipo II de Macedonia, cambió aquel antiguo nombre por el suyo propio.
Filipos estaba situada sobre la célebre «Vía Egnatia», que comunicaba Roma con Asia Menor. Se alzaba a unos 12 km. de la costa norte del mar Egeo, junto al límite de la región macedónica con la de Tracia. Sometida a Roma desde el año 167 a.C., a partir del 31 a.C., con la categoría de colonia y por disposición del césar Octavio Augusto, gozó de los privilegios y derechos que las leyes del imperio otorgaban a las ciudades romanas.
La iglesia filipense
La Epístola a los Filipenses (Flp), junto con la dirigida a Filemón, es la más personal de cuantas poseemos del apóstol Pablo. Es también el testimonio de un sentir gozoso y de mutua gratitud: de Pablo hacia los filipenses, que lo habían socorrido en momentos muy difíciles para él; y de los filipenses hacia Pablo, agradecidos por la labor que entre ellos había realizado.
Desde los primeros contactos hasta la redacción de esta carta habían pasado varios años. Aquellos encuentros iniciales, que dieron origen a una estrecha relación fraternal (Fil. 1.3-8; 4.1), tuvieron lugar durante el segundo viaje misionero de Pablo, después de haber él recorrido el interior de Asia Menor, desde Cilicia, al sudeste de la península, hasta Troas, al noroeste.
En Troas, acompañado de Silas, Timoteo y seguramente también de Lucas, embarcó Pablo rumbo a Neápolis, puerto del norte de Grecia. De allí se dirigió a Filipos, donde no se detuvo mucho tiempo, aunque sí el suficiente para fundar una iglesia, la primera nacida en suelo europeo. Esta comunidad cristiana estaba formada en su mayor parte por personas que habían pasado del paganismo al judaísmo (véase, p.e., el caso de Lidia de Tiatira, Hch. 16.14-15), las cuales se reunían para el culto «fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración» (Hch. 16.13).
Lugar y fecha de redacción
No hay unidad de opinión respecto del lugar y de la fecha en que Pablo escribió la carta. Hay quienes opinan que la envió desde una prisión en Efeso, lo que permitiría apuntar como fecha probable los años 54 a 55. En tal caso, la carta tendría, como de hecho tiene, un marcado carácter de agradecimiento a los cristianos de Filipos, quienes al saber de la cautividad del apóstol, habían decidido mandarle algunos auxilios como expresión de amor y solidaridad fraternal (4.18). Por otra parte, si se interpreta la mención del «pretorio» (1.13) como una referencia al palacio imperial, podría tener mayor apoyo la hipótesis que localiza la prisión en Roma (Hch. 28.16-31). En tal caso, la carta habría sido escrita en esta ciudad, el año 63.
Contenido y estructura
La epístola no tiene una clara estructura doctrinal. Más parece responder a vivos sentimientos personales que al propósito de ofrecer un texto bien planificado y teológicamente articulado. No obstante, hay en ella profundos pensamientos junto a consejos y enseñanzas prácticas para la vida de los cristianos y para la marcha de la iglesia en conjunto.
Desde la acción de gracias inicial (1.3-11), dos notas predominan en la epístola: el gozo que caracteriza a una fe madura, y el amor de Pablo a la iglesia de Filipos. Esas notas son, sin duda, una hermosa lección de esperanza, impartida por el autor en medio de las penalidades físicas y morales de su cautiverio.
El cuerpo principal de la carta (1.12—4.20) transcurre entre un prólogo lleno de expresiones entrañables (1.1-11) y un epílogo revelador de la generosidad de los filipenses (4.21-23). El texto se desarrolla en una variada sucesión de temas y motivos de reflexión:
(a) 1.12-26: Pablo da testimonio de que incluso la cárcel brinda oportunidades de anunciar el evangelio (1.12-14). Y reflexiona acerca de su ministerio apostólico, al que seguirá consagrado «o por vida o por muerte» (1.20) en tanto le llega la hora «de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (1.23). Porque para Pablo «el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (1.21).
(b) 1.27—2.18: Este pasaje contiene una declaración fundamental de la fe cristiana: un himno (2.5-11) dedicado al Hijo de Dios preexistente y eterno, a Cristo Jesús: Él siendo en forma de Dios... se hizo semejante a los hombres,... se humilló a sí mismo... hasta la muerte, y muerte de cruz». Por su obediencia, «Dios también le exaltó hasta lo sumo», para ser reconocido y adorado universalmente como Señor.
(c) 2.19-30: Sigue una referencia personal a Timoteo y Epafrodito, colaboradores del apóstol. Al primero, espera enviarlo pronto a Filipos (2.19), y acerca del segundo, explica el porqué de haberlo enviado ya (2.25-30). Además, él también confía en estar pronto en condiciones de visitar a los creyentes de la ciudad (1.19; 2.24).
(d) 3.1—4.1: Hace también una enérgica llamada de atención a la presencia en Filipos de «muchos... que son enemigos de la cruz de Cristo» (3.18). Parece seguro que también a Macedonia habían llegado algunos maestros judaizantes que, con su insistencia en mantener vigente la ley de Moisés y especialmente la práctica de la circuncisión, perturbaban la fe de los cristianos de origen gentil.
(e) 4.2-9: La alegría de la salvación ha de ser una constante en la vida del cristiano (4.4). Pablo exhorta a los creyentes a confiar plenamente en el Señor, que está cerca (4.5), y a pensar y actuar de manera siempre digna de alabanza (4.8).
(f) 4.10-20: Insiste en manifestar su agradecimiento por la solicitud con que los filipenses le habían atendido en diversas ocasiones, en momentos de tribulación en los que otros parecían haberse olvidado de él (4.15).
Algunos han supuesto que originalmente fueron dos las cartas de Pablo a la iglesia de Filipos, después refundidas en una, porque en la estructura presente de la carta se ha observado, en ciertos pasajes, una brusca ruptura de la ilación de ideas: (2.19; 3.1b-21; 4.2 y 4.10). Lo cierto es que el texto de la carta es característicamente paulino, tanto desde el punto de vista estilístico como de vocabulario.
Esquema del contenido:
Introducción (1.1-11)
1. Vivir en Cristo (1.12—2.18)
2. El ministerio de Pablo (2.19—3.21)
3. Gozo y gratitud (4.1-20)
Epílogo: Salutaciones finales (4.21-23)
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Texto bíblico Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Derechos renovados 1988, Sociedades Bíblicas Unidas.