Santiago Introducción
Introducción
A diferencia del apóstol Pablo, que escribía a determinadas iglesias o personas, el autor de esta carta se dirige «a los cristianos que viven en todo el mundo» (1.1). El autor considera que la iglesia cristiana es el nuevo pueblo de Israel. Esta visión tan amplia de la iglesia ha hecho que esta carta, y las de los apóstoles Pedro y Juan, sean llamadas «cartas universales» (véanse Introducciones a 1 y 2 Pedro, y 1, 2 y 3 Juan).
Las enseñanzas en esta carta son más prácticas que doctrinales. El autor insiste en que los cristianos no deben hacer diferencia entre ricos y pobres, sino obedecer «el mandamiento más importante que Dios nos ha dado», y que es el de «amar a su prójimo como se ama a sí mismo» (2.8). En seguida pasa a aclarar que confiar en Dios no es suficiente, sino que también debemos hacer lo que Dios quiere. Pone entonces el ejemplo de Abraham, que demostró su confianza en Dios «con todo lo que hizo, y por medio de todo lo que hizo» (2.22).
La lengua puede ser motivo de grandes problemas. Por lo tanto, el autor recomienda a los cristianos que aprendan a dominarla (3.2-12). También les recuerda que las guerras vienen por causa del egoísmo y la envidia, y por lo tanto los anima a ser humildes y amar a Dios (4.1-10). A los ricos les advierte que no deben amontonar riquezas quedándose con el salario que deben pagar a sus trabajadores, porque ese dinero «los acusará delante de Dios» (5.1-4).
Finalmente, anima a todos los cristianos a confesar sus pecados unos a otros, y a dejar de pecar, para que Dios los salve.
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Santiago Introducción: TLA
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Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
Santiago Introducción
Introducción
A diferencia del apóstol Pablo, que escribía a determinadas iglesias o personas, el autor de esta carta se dirige «a los cristianos que viven en todo el mundo» (1.1). El autor considera que la iglesia cristiana es el nuevo pueblo de Israel. Esta visión tan amplia de la iglesia ha hecho que esta carta, y las de los apóstoles Pedro y Juan, sean llamadas «cartas universales» (véanse Introducciones a 1 y 2 Pedro, y 1, 2 y 3 Juan).
Las enseñanzas en esta carta son más prácticas que doctrinales. El autor insiste en que los cristianos no deben hacer diferencia entre ricos y pobres, sino obedecer «el mandamiento más importante que Dios nos ha dado», y que es el de «amar a su prójimo como se ama a sí mismo» (2.8). En seguida pasa a aclarar que confiar en Dios no es suficiente, sino que también debemos hacer lo que Dios quiere. Pone entonces el ejemplo de Abraham, que demostró su confianza en Dios «con todo lo que hizo, y por medio de todo lo que hizo» (2.22).
La lengua puede ser motivo de grandes problemas. Por lo tanto, el autor recomienda a los cristianos que aprendan a dominarla (3.2-12). También les recuerda que las guerras vienen por causa del egoísmo y la envidia, y por lo tanto los anima a ser humildes y amar a Dios (4.1-10). A los ricos les advierte que no deben amontonar riquezas quedándose con el salario que deben pagar a sus trabajadores, porque ese dinero «los acusará delante de Dios» (5.1-4).
Finalmente, anima a todos los cristianos a confesar sus pecados unos a otros, y a dejar de pecar, para que Dios los salve.
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