LAMENTACIONES LAMENTACIONES
LAMENTACIONES
INTRODUCCIÓN
Después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. (2$R 25.1-21), comenzaron a celebrarse, junto a las ruinas del Templo, ceremonias conmemorativas de la gran catástrofe nacional. En estas celebraciones, la oración y el ayuno se unían a otras manifestaciones de aflicción y duelo (cf. Jer 41.5; Zac 7.3; 8.19), y de ese modo se mantenían vivos a un mismo tiempo el recuerdo de aquel trágico acontecimiento y la esperanza en la restauración anunciada por los profetas (cf. Jer 30–31).
Un eco de las ideas y sentimientos que animaban aquellas conmemoraciones se encuentra en los cinco poemas que forman el libro de Lamentaciones (=Lm). En estos poemas se presenta a Jerusalén como una mujer que se ha quedado viuda (Lm 1.1), o como una madre que llora y se lamenta amargamente por la muerte, la dispersión y la humillación de sus hijos (2.19,22). Pero, sobre todo, el pueblo confiesa sus pecados (1.8,14,20; 3.42; 4.6) y reconoce que el Señor no ha cometido ninguna injusticia al tratar a Jerusalén y a Judá con tanta severidad (1.18). Por eso, este libro no contiene solamente lamentos individuales (cf. 1.12-16) o colectivos (cf. 3.43-47; 5.1-22), sino también expresiones de profunda confianza en el Señor (3.21-24), cantos de alabanza (5.19) y de acción de gracias (3.55-57), e invitaciones a reflexionar en profundidad sobre el sentido de los recientes acontecimientos (3.40-41).
Los cuatro primeros poemas contienen 22 estrofas, y las letras que están al comienzo de cada estrofa siguen el orden del alfabeto hebreo. Es decir, que estos cuatro poemas son “acrósticos” o “alfabéticos”, lo mismo que algunos salmos y otras composiciones poéticas del AT (véase Sal 9 nota$ a; cf. Pr 31.10-31). La quinta lamentación no usa este artificio literario, pero cuenta con 22 versículos, que es el número de las letras del alfabeto hebreo.
El nombre de Lamentaciones proviene de la versión griega del AT llamada “de los Setenta” o “Septuaginta” (LXX). La Biblia hebrea, en cambio, da a este libro el nombre de Eijá (lit. ¡Cuán...!), de acuerdo con la costumbre judía de nombrar los libros de la Biblia con la palabra que figura al comienzo de cada uno de ellos. La tradición hebrea, por otra parte, lo llama Quinot, término que designaba originariamente los lamentos o cantos fúnebres que se entonaban por un muerto (cf. 2$Cr 35.25), y que luego se aplicó también a los poemas compuestos con ocasión de alguna catástrofe nacional (cf. Jer 7.29; 9.10,19; Am 5.1-2). El poeta de las Lamentaciones emplea esta forma literaria, pero le añade un contenido nuevo. Porque él no solo expresa su dolor por la tragedia que puso fin a una etapa en la historia de Israel, sino que mantiene firme su fe y su confianza en el Señor, sabiendo que es preciso esperar en silencio (Lm 3.26) hasta que el Señor del cielo nos mire desde lo alto (3.50).
En el texto hebreo del AT no hay ninguna referencia que relacione este libro con el profeta Jeremías. Pero en la versión griega (LXX), el libro está precedido por una nota que dice: “Y sucedió que cuando Israel fue llevado al cautiverio y Jerusalén quedó devastada, el profeta Jeremías se sentó a llorar y entonó esta lamentación por Jerusalén, diciendo...”. Esta nota pasó luego a la versión latina (Vulgata) y dio lugar a que el libro fuera conocido como Lamentaciones de Jeremías.
El siguiente esquema ofrece una visión global del libro:
I. Primer lamento (1)
II. Segundo lamento (2)
III. Tercer lamento (3)
IV. Cuarto lamento (4)
V. Quinto lamento (5)
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LAMENTACIONES LAMENTACIONES: DHHE
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Sociedad Bíblica de España
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INTRODUCCIÓN
Después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. (2$R 25.1-21), comenzaron a celebrarse, junto a las ruinas del Templo, ceremonias conmemorativas de la gran catástrofe nacional. En estas celebraciones, la oración y el ayuno se unían a otras manifestaciones de aflicción y duelo (cf. Jer 41.5; Zac 7.3; 8.19), y de ese modo se mantenían vivos a un mismo tiempo el recuerdo de aquel trágico acontecimiento y la esperanza en la restauración anunciada por los profetas (cf. Jer 30–31).
Un eco de las ideas y sentimientos que animaban aquellas conmemoraciones se encuentra en los cinco poemas que forman el libro de Lamentaciones (=Lm). En estos poemas se presenta a Jerusalén como una mujer que se ha quedado viuda (Lm 1.1), o como una madre que llora y se lamenta amargamente por la muerte, la dispersión y la humillación de sus hijos (2.19,22). Pero, sobre todo, el pueblo confiesa sus pecados (1.8,14,20; 3.42; 4.6) y reconoce que el Señor no ha cometido ninguna injusticia al tratar a Jerusalén y a Judá con tanta severidad (1.18). Por eso, este libro no contiene solamente lamentos individuales (cf. 1.12-16) o colectivos (cf. 3.43-47; 5.1-22), sino también expresiones de profunda confianza en el Señor (3.21-24), cantos de alabanza (5.19) y de acción de gracias (3.55-57), e invitaciones a reflexionar en profundidad sobre el sentido de los recientes acontecimientos (3.40-41).
Los cuatro primeros poemas contienen 22 estrofas, y las letras que están al comienzo de cada estrofa siguen el orden del alfabeto hebreo. Es decir, que estos cuatro poemas son “acrósticos” o “alfabéticos”, lo mismo que algunos salmos y otras composiciones poéticas del AT (véase Sal 9 nota$ a; cf. Pr 31.10-31). La quinta lamentación no usa este artificio literario, pero cuenta con 22 versículos, que es el número de las letras del alfabeto hebreo.
El nombre de Lamentaciones proviene de la versión griega del AT llamada “de los Setenta” o “Septuaginta” (LXX). La Biblia hebrea, en cambio, da a este libro el nombre de Eijá (lit. ¡Cuán...!), de acuerdo con la costumbre judía de nombrar los libros de la Biblia con la palabra que figura al comienzo de cada uno de ellos. La tradición hebrea, por otra parte, lo llama Quinot, término que designaba originariamente los lamentos o cantos fúnebres que se entonaban por un muerto (cf. 2$Cr 35.25), y que luego se aplicó también a los poemas compuestos con ocasión de alguna catástrofe nacional (cf. Jer 7.29; 9.10,19; Am 5.1-2). El poeta de las Lamentaciones emplea esta forma literaria, pero le añade un contenido nuevo. Porque él no solo expresa su dolor por la tragedia que puso fin a una etapa en la historia de Israel, sino que mantiene firme su fe y su confianza en el Señor, sabiendo que es preciso esperar en silencio (Lm 3.26) hasta que el Señor del cielo nos mire desde lo alto (3.50).
En el texto hebreo del AT no hay ninguna referencia que relacione este libro con el profeta Jeremías. Pero en la versión griega (LXX), el libro está precedido por una nota que dice: “Y sucedió que cuando Israel fue llevado al cautiverio y Jerusalén quedó devastada, el profeta Jeremías se sentó a llorar y entonó esta lamentación por Jerusalén, diciendo...”. Esta nota pasó luego a la versión latina (Vulgata) y dio lugar a que el libro fuera conocido como Lamentaciones de Jeremías.
El siguiente esquema ofrece una visión global del libro:
I. Primer lamento (1)
II. Segundo lamento (2)
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IV. Cuarto lamento (4)
V. Quinto lamento (5)
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