Los magos, recurriendo a sus artes secretas, trataron también de producir mosquitos, pero no pudieron. Mientras tanto, los mosquitos picaban a hombres y animales. «En todo esto anda la mano de Dios», admitieron los magos ante el faraón, pero este había endurecido su corazón, así que no les hizo caso, tal como el SEÑOR lo había advertido.