Versículos bíblicos populares de ISAÍAS 40

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Da fuerza al cansado, aumenta el vigor de los débiles.

Los jóvenes se cansan y se agotan, una y otra vez tropiezan los mozos; recobran, en cambio, su fuerza, los que esperan en el Señor, alzan su vuelo como las águilas; corren pero no se cansan, andan y no se fatigan.

¿No lo sabes, no has oído que el Señor es un Dios eterno, creador de los confines de la tierra? No se cansa ni desfallece, su inteligencia es inescrutable.

Una voz anuncia a gritos: «Preparad en el desierto un camino al Señor, allanad en la estepa una senda a nuestro Dios.

Se seca la hierba, se amustia la flor, permanece inmutable la palabra de nuestro Dios».

Aparecerá la gloria del Señor, y todo ser vivo podrá ver que ha hablado la boca del Señor».

Las vaguadas serán levantadas, montañas y colinas allanadas. Lo tortuoso será enderezado, lo escabroso será aplanado.

Conduce a su rebaño como un pastor, lo va reuniendo con su brazo; lleva en su regazo a los corderos, va guiando a las que crían».

Levantad los ojos a lo alto, ved quién ha creado esas cosas: el que saca a su ejército innumerable y llama a cada cual por su nombre, tan sobrado de poder y de fuerza que no puede fallarle ninguno.

Él habita en el orbe terrestre (sus habitantes le parecen saltamontes), despliega el cielo como un toldo y lo extiende como tienda habitable.

Hablad al corazón de Jerusalén, anunciadle a gritos que se acabó su servidumbre, que su culpa ha sido perdonada; que ha recibido de mano del Señor doble castigo por sus extravíos.

Dice una voz: «¡Grita!». Respondo: «¿Qué he de gritar?». «Que todo ser vivo es hierba, su hermosura flor de campo. Se seca la hierba, se amustia la flor, cuando sopla sobre ellas el aliento del Señor. ¡Ciertamente como hierba es el pueblo!

Aquí llega con fuerza el Señor Dios; su brazo le proporciona poder. Aquí llega acompañado de su salario, su recompensa le abre camino.

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.

¿Quién ha medido con su mano el mar, o ha calculado a palmos el cielo, o ha metido en un celemín el polvo de la tierra? ¿Quién ha pesado los montes en la balanza o calculado en el peso las colinas? ¿Quién podrá medir el espíritu del Señor o le enseñará lo que ha de hacer? ¿De quién se aconsejó para entender, para aprender el camino de la justicia, para que le enseñara a conocer y le mostrara la senda del discernimiento?