—Majestad, no está bien que esos hombres hayan maltratado al profeta Jeremías arrojándolo a la cisterna. Seguro que morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.
El rey dio esta orden a Ebedmélec, el cusita:
—Toma tres hombres a tus órdenes y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes de que muera.