Queridos hermanos, os ruego, como a extranjeros de paso por este mundo, que no deis lugar a los deseos humanos que luchan contra el alma. Conducíos bien entre los que no conocen a Dios. Así ellos, aunque ahora hablen contra vosotros como si fuerais malhechores, verán el bien que hacéis y alabarán a Dios el día en que él pida cuentas a todos.