Luego, dirigiéndose a Abisai y a todos sus oficiales, dijo:
–Si hasta mi propio hijo procura quitarme la vida, ¡cuánto más uno de la tribu de Benjamín! ¡Dejadle que me maldiga, pues el Señor se lo habrá ordenado! Quizá cuando el Señor vea mi aflicción me envíe bendiciones en lugar de las maldiciones que hoy escucho.