Mateo 9
9
Jesús sana a un paralítico
9:2-8 – Mr 2:3-12; Lc 5:18-26
1Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. 2Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
―¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!
3Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!»
4Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:
―¿Por qué dais lugar a tan malos pensamientos? 5¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7Y el hombre se levantó y se fue a su casa. 8Al ver esto, la multitud se llenó de temor y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.
Llamamiento de Mateo
9:9-13 – Mr 2:14-17; Lc 5:27-32
9Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió.
10Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. 11Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a sus discípulos:
―¿Por qué come vuestro maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?
12Al oír esto, Jesús les contestó:
―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. 13Pero id y aprended qué significa esto: “Lo que quiero es misericordia y no sacrificios”.#9:13 Os 6:6 Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.#9:13 pecadores. Var. pecadores al arrepentimiento.
Le preguntan a Jesús sobre el ayuno
9:14-17 – Mr 2:18-22; Lc 5:33-39
14Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:
―¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos?
Jesús les contestó:
15―¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán. 16Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 17Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se echarán a perder. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan.
Una niña muerta y una mujer enferma
9:18-26 – Mr 5:22-43; Lc 8:41-56
18Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo:
―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. 20En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. 21Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». 22Jesús se dio la vuelta, la vio y le dijo:
―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.
Y la mujer quedó sana en aquel momento.
23Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, 24les dijo:
―Retiraos. La niña no está muerta, sino dormida.
Entonces empezaron a burlarse de él. 25Pero, cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. 26La noticia se divulgó por toda aquella región.
Jesús sana a los ciegos y a los mudos
27Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole:
―¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
28Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó:
―¿Creéis que puedo sanaros?
―Sí, Señor —le respondieron.
29Entonces les tocó los ojos y les dijo:
―Que se haga con vosotros conforme a vuestra fe.
30Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza:
―Aseguraos de que nadie se entere de esto.
31Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.
32Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. 33Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel».
34Pero los fariseos afirmaban: «Este expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios».
Son pocos los obreros
35Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. 37«La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —dijo a sus discípulos—. 38Rogad, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo».
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Jesús sana a un paralítico
9:2-8 – Mr 2:3-12; Lc 5:18-26
1Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. 2Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
―¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!
3Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!»
4Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:
―¿Por qué dais lugar a tan malos pensamientos? 5¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7Y el hombre se levantó y se fue a su casa. 8Al ver esto, la multitud se llenó de temor y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.
Llamamiento de Mateo
9:9-13 – Mr 2:14-17; Lc 5:27-32
9Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió.
10Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. 11Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a sus discípulos:
―¿Por qué come vuestro maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?
12Al oír esto, Jesús les contestó:
―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. 13Pero id y aprended qué significa esto: “Lo que quiero es misericordia y no sacrificios”.#9:13 Os 6:6 Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.#9:13 pecadores. Var. pecadores al arrepentimiento.
Le preguntan a Jesús sobre el ayuno
9:14-17 – Mr 2:18-22; Lc 5:33-39
14Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:
―¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos?
Jesús les contestó:
15―¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán. 16Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 17Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se echarán a perder. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan.
Una niña muerta y una mujer enferma
9:18-26 – Mr 5:22-43; Lc 8:41-56
18Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo:
―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. 20En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. 21Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». 22Jesús se dio la vuelta, la vio y le dijo:
―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.
Y la mujer quedó sana en aquel momento.
23Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, 24les dijo:
―Retiraos. La niña no está muerta, sino dormida.
Entonces empezaron a burlarse de él. 25Pero, cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. 26La noticia se divulgó por toda aquella región.
Jesús sana a los ciegos y a los mudos
27Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole:
―¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
28Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó:
―¿Creéis que puedo sanaros?
―Sí, Señor —le respondieron.
29Entonces les tocó los ojos y les dijo:
―Que se haga con vosotros conforme a vuestra fe.
30Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza:
―Aseguraos de que nadie se entere de esto.
31Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.
32Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. 33Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel».
34Pero los fariseos afirmaban: «Este expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios».
Son pocos los obreros
35Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. 37«La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —dijo a sus discípulos—. 38Rogad, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo».
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