Marcos 13:13-37
Marcos 13:13-37 NVI
Todo el mundo os odiará por causa de mi nombre, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. »Ahora bien, cuando veáis “el horrible sacrilegio” donde no debe estar (el que lee, que lo entienda), entonces los que estén en Judea huyan a las montañas. El que esté en la azotea no baje ni entre en casa para llevarse nada. Y el que esté en el campo no regrese para buscar su capa. ¡Ay de las que estén embarazadas o amamantando en aquellos días! Orad para que esto no suceda en invierno, porque serán días de tribulación como no la ha habido desde el principio, cuando Dios creó el mundo, ni la habrá jamás. Si el Señor no hubiera acortado esos días, nadie sobreviviría. Pero, por causa de los que él ha elegido, los ha acortado. Entonces, si alguien os dice: “¡Mirad, aquí está el Cristo!” o “¡Mirad, allí está!”, no lo creáis. Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos. Así que tened cuidado; os he prevenido de todo. »Pero en aquellos días, después de esa tribulación, »“se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”. »Verán entonces al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Y él enviará a sus ángeles para reunir de los cuatro vientos a los elegidos, desde los confines de la tierra hasta los confines del cielo. »Aprended de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Igualmente, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el tiempo está cerca, a las puertas. Os aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. »Pero, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. ¡Estad alerta! ¡Vigilad! Porque no sabéis cuándo llegará ese momento. Es como cuando un hombre sale de viaje y deja su casa al cuidado de sus siervos, cada uno con su tarea, y le manda al portero que vigile. »Por lo tanto, estad despiertos, porque no sabéis cuándo volverá el dueño de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga de repente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad despiertos!»