1 REYES 18:25-39
1 REYES 18:25-39 BLP
Elías dijo entonces a los profetas de Baal: —Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, ya que sois más numerosos. Luego invocáis a vuestro dios, pero sin prenderle fuego. Prepararon ellos el novillo que les dieron y se pusieron a invocar a Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: —Baal, respóndenos. Pero no se oyó ninguna voz ni respuesta. Entonces se pusieron a danzar alrededor del altar que habían hecho. Hacia el mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos, diciendo: —¡Gritad más fuerte! Aunque Baal sea dios, tendrá sus ocupaciones y sus necesidades, o estará de viaje. A lo mejor está dormido y tendrá que despertar. Ellos se pusieron a gritar más fuerte y, como tenían por costumbre, se hicieron cortes con espadas y lanzas hasta quedar cubiertos de sangre. Después de mediodía entraron en éxtasis hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo respuesta ni reacción alguna. Entonces Elías dijo a la gente: —Acercaos a mí. Toda la gente se acercó y Elías reconstruyó el altar del Señor que estaba derrumbado. Tomó doce piedras, conforme a las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dicho: «Te llamarás Israel», y con ellas levantó un altar en honor del Señor. Hizo también una zanja alrededor del altar con una capacidad de dos medidas de grano, colocó la leña, descuartizó el novillo y lo puso sobre la leña. Luego ordenó: —Traed cuatro cántaros de agua y echadla sobre la víctima y la leña. Y añadió: —Hacedlo otra vez. Lo hicieron, pero Elías insistió: —Hacedlo por tercera vez. Y así lo hicieron. El agua corrió alrededor del altar e incluso llenó la zanja. Al llegar la hora del sacrificio, el profeta Elías se acercó y dijo: —Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel: haz que hoy se reconozca que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo que he actuado así por orden tuya. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que harás volver sus corazones a ti. Entonces descendió el fuego divino, devoró el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja. Al verlo, toda la gente cayó en tierra, exclamando: —¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!