1 SAMUEL 30:3-8

Cuando David y sus hombres llegaron a la ciudad y vieron que había sido incendiada, y que sus mujeres, hijos e hijas habían sido hechos prisioneros, se pusieron a gritar y a llorar, hasta quedarse sin fuerzas. También habían capturado a las dos mujeres de David, Ajinoán, la de Jezrael, y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel. David estaba muy preocupado, porque la gente, afligida por sus hijos e hijas, hablaba de apedrearlo. Pero, reconfortado por el Señor, su Dios, pidió al sacerdote Abiatar, hijo de Ajinoán: —Tráeme el efod. Abiatar le llevó el efod y David consultó al Señor: —¿Puedo perseguir a esa banda? ¿Los alcanzaré? El Señor le respondió: —Persíguela, porque los alcanzarás y liberarás a los prisioneros.

Planes de lectura y devocionales gratis relacionados con 1 SAMUEL 30:3-8