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2 REYES 5:1-10

2 REYES 5:1-10 BLP

Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre muy apreciado y distinguido por su rey, pues el Señor había dado la victoria a Siria valiéndose de él. Este hombre, que era un valiente guerrero, tenía lepra. En una de sus incursiones por Israel, una banda de sirios había tomado cautiva a una muchacha que luego había pasado al servicio de la mujer de Naamán. La muchacha dijo a su señora: —Si mi señor fuese a ver al profeta que hay en Samaría, él lo curaría de la lepra. Naamán fue a informar a su rey: —La muchacha israelita me ha dicho esto. El rey de Siria le dijo: —Anda y vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel. Naamán partió, llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez vestidos, y entregó al rey de Israel la carta, que decía así: «Con esta carta, te envío a mi general Naamán, para que lo cures de su lepra». Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras y dijo: —¿Acaso soy yo Dios, dueño de la muerte y la vida, para que este me encargue curar a un hombre de su lepra? Analizadlo y comprobaréis que lo que él quiere es provocarme. El profeta Eliseo se enteró de que el rey se había rasgado las vestiduras y mandó a decirle: —¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel. Naamán llegó con sus caballos y su carro y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo que le mandó un mensajero a decirle: —Ve a bañarte siete veces en el Jordán y tu carne quedará sana y purificada.

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