GÉNESIS 41:1-40
GÉNESIS 41:1-40 BLP
Pasaron dos años y el faraón tuvo un sueño: Estaba de pie junto al Nilo cuando de pronto, vio salir del río siete vacas robustas y bien cebadas, que se ponían a pastar entre los cañaverales. Detrás de ellas salían del Nilo otras siete vacas flacas y famélicas, y se ponían junto a las otras, a la orilla del Nilo. Y entonces, las siete vacas flacas y famélicas se comían a las siete vacas robustas y bien cebadas. En ese momento el faraón se despertó. Volvió a quedarse dormido y tuvo otro sueño: Siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas; pero otras siete espigas, secas y agostadas por el viento solano, brotaban después de ellas. Y las espigas secas devoraron a las siete espigas hermosas y granadas. En eso el faraón se despertó y se dio cuenta de que solo era un sueño. Por la mañana, el faraón, muy intrigado, mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto y les contó sus sueños, pero ninguno se los sabía interpretar. Entonces el copero mayor dijo al faraón: —Ahora recuerdo un error que cometí. Cuando el faraón se irritó contra sus siervos y nos mandó a la cárcel, bajo custodia del capitán de la guardia, a mí y al panadero mayor, él y yo tuvimos un sueño la misma noche, cada sueño con su propio significado. Allí, con nosotros, había un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia. A él le contamos nuestros sueños y él los interpretó; a cada uno nos dio la interpretación de nuestro sueño. Y se cumplió lo que él nos interpretó: a mí me restablecieron en mi cargo, y al otro lo colgaron. Entonces el faraón mandó llamar a José. Enseguida lo sacaron de la cárcel, lo afeitaron, lo cambiaron de ropa y fue llevado ante el faraón. Este le dijo: —He tenido un sueño que nadie ha podido interpretar. He sabido que tú, si oyes un sueño, eres capaz de interpretarlo. José respondió al faraón: —No soy yo, sino Dios, quien dará al faraón una respuesta propicia. El faraón dijo a José: —En mi sueño, yo estaba de pie a la orilla del Nilo, cuando de pronto, salieron del río siete vacas robustas y bien cebadas que se ponían a pastar entre los cañaverales. Detrás de ellas salieron otras siete vacas flacas, feas y famélicas. Nunca vi en Egipto unas vacas tan raquíticas. Y de pronto, las siete vacas flacas y famélicas se comieron a las siete vacas anteriores, las robustas. Cuando ya se las habían tragado, no se notaba que hubiesen engordado; continuaban tan flacas y famélicas como antes. Y en ese momento me desperté. Después volví a tener otro sueño en el que siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas; pero otras siete espigas, secas y agostadas por el viento solano, brotaban después de ellas y devoraron a las siete espigas hermosas. He contado todo esto a los adivinos, pero ninguno de ellos me lo supo interpretar. José dijo al faraón: —Se trata de un único sueño: Dios ha anunciado al faraón lo que él va a hacer. Las siete vacas robustas y las siete espigas hermosas significan siete años. Se trata del mismo sueño. Tanto las siete vacas flacas y famélicas que subieron detrás de las otras, como las siete espigas secas y agostadas por el viento solano, significan siete años, pero siete años de hambre. Es lo que he dicho al faraón: Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer. Van a venir siete años de gran abundancia en todo Egipto, a los que seguirán siete años de hambre, que harán olvidar toda la abundancia que antes hubo en Egipto, porque el hambre consumirá todo el país. Tan terrible será el hambre que no quedarán señales en el país de la abundancia que antes hubo. El hecho de que el sueño del faraón se haya repetido dos veces, quiere decir que Dios está firmemente resuelto a realizarlo; y además será muy pronto. Por tanto, que el faraón busque un hombre sabio y competente y lo ponga al frente de Egipto. Que establezca también gobernadores por todo el país, encargados de recaudar la quinta parte de la cosecha de Egipto durante esos siete años de abundancia. Que los gobernadores, bajo el control del faraón, reúnan toda la producción de esos años buenos que van a venir, y la almacenen en las ciudades, para que haya reservas de alimento. Estas provisiones servirán después de reserva para Egipto durante los siete años de hambruna que van a venir, y así la gente no morirá de hambre. Al faraón y a su corte les pareció acertada la propuesta de José. Entonces el faraón preguntó a sus cortesanos: —¿Es posible que encontremos a un hombre más idóneo que este, dotado del espíritu de Dios? Después dijo a José: —Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie más sabio y competente que tú. Por eso, tú estarás al frente de mis asuntos, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Solo el trono real estará por encima de ti.