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JUECES 3:12-31

JUECES 3:12-31 BLP

Volvieron los israelitas a hacer lo que desagrada al Señor; y el Señor aumentó el poder de Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque hacían lo que desagrada al Señor. Los amonitas y los amalecitas hicieron causa común con Eglón que salió y derrotó a Israel apoderándose de la ciudad de las Palmeras. Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. Entonces los israelitas suplicaron al Señor y el Señor les concedió un libertador: Ejud, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encomendaron la entrega del tributo a Eglón, rey de Moab. Ejud se hizo un puñal de dos filos, de casi medio metro de largo, y se lo ciñó debajo de la ropa sobre el muslo derecho. Presentó el tributo a Eglón, rey de Moab, que era extremadamente gordo. En cuanto terminó de presentar el tributo, Ejud mandó marchar a la gente que le había acompañado a llevar el tributo. Él, por su parte, se volvió desde el lugar llamado Los Ídolos, en la región de Guilgal, y dijo: —Tengo un mensaje secreto para ti, ¡oh rey! El rey ordenó: —¡Que nos dejen solos! Y salieron de su presencia todos los que estaban con él. Ejud se le acercó. El rey estaba sentado tomando el fresco en su galería particular. Ejud le dijo: —Tengo una palabra de Dios para ti. El rey se levantó de su silla, momento en que Ejud agarró con su mano izquierda el puñal que llevaba en su muslo derecho y se lo hundió en la barriga. Tras la hoja entró también la empuñadura y la grasa se cerró sobre el puñal, pues Ejud no le sacó el puñal del vientre. Luego saltó por la ventana, llegó al portal, cerró las puertas de la galería y echó el cerrojo. Cuando él salía los criados entraban. Al ver que las puertas de la galería tenían echado el cerrojo, se dijeron: —Sin duda estará haciendo sus necesidades en el aposento de la galería de verano. Y se quedaron esperando. Hasta que desconcertados porque nadie abría las puertas de la galería, se hicieron con una llave y abrieron. Su amo yacía en tierra, muerto. Mientras ellos esperaban, Ejud huyó, rebasando Los Ídolos y poniéndose a salvo en Seirá. En cuanto llegó, tocó el cuerno de guerra en la montaña de Efraín. Los israelitas bajaron de la montaña con Ejud que se puso al frente de ellos y les dijo: —Seguidme, porque el Señor os ha entregado a Moab, vuestro enemigo. Fueron con él, cortaron a Moab los vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie. Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab, que eran unos diez mil hombres, todos fuertes y valientes; no escapó ni uno. Aquel día Moab quedó sometido a Israel, y el país gozó de paz ochenta años. Después de Ejud vino Sangar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos, que eran seiscientos hombres, valiéndose de una aguijada para conducir bueyes. También él salvó a Israel.

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