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JUECES 6:11-40

JUECES 6:11-40 BLP

Vino el ángel del Señor y se sentó bajo la encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiecer. Su hijo Gedeón estaba desgranando trigo en la bodega para ocultárselo a Madián, cuando el ángel del Señor se le apareció y le dijo: —El Señor está contigo, valiente guerrero. Contestó Gedeón: —Perdón, señor mío. Si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos ocurre todo esto? ¿Dónde quedan todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres, cuando nos dicen que el Señor nos hizo salir de Egipto? Pero ahora el Señor nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián. El Señor se volvió hacia él y le dijo: —Vete y, con esa fuerza que tienes, salva a Israel del dominio de Madián. Soy yo el que te envío. Le respondió Gedeón: —Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más insignificante de la tribu de Manasés y yo el último en la familia de mi padre. El Señor le respondió: —Yo estaré contigo, y derrotarás a Madián como si se tratara de un solo hombre. Gedeón le dijo: —Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que estás hablando conmigo. No te marches de aquí, por favor, hasta que yo vuelva. Te traeré mi ofrenda y te la pondré delante. El ángel del Señor respondió: —Aquí me quedaré hasta que vuelvas. Gedeón se fue, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo unas tortas sin levadura; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y se lo llevó todo debajo de la encina. Cuando se acercaba, le dijo el ángel del Señor: —Toma la carne y las tortas sin levadura, ponlas sobre esa roca y vierte el caldo. Gedeón lo hizo así. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del bastón que tenía en la mano y tocó la carne y las tortas sin levadura. De la roca salió un fuego que consumió la carne y las tortas sin levadura. Y el ángel del Señor desapareció de su vista. Gedeón se dio cuenta de que era el ángel del Señor y exclamó: —¡Ay mi Dios y Señor, que he visto cara a cara al ángel del Señor! Pero el Señor le dijo: —La paz sea contigo. No temas, no morirás. Gedeón levantó allí un altar al Señor que llamó Señor-Paz y que todavía hoy está en Ofrá de Abiecer. Aquella misma noche el Señor dijo a Gedeón: —Toma el toro de tu padre, el de siete años; derriba el altar de Baal propiedad de tu padre y corta el árbol sagrado que está junto a él. Construye luego al Señor, tu Dios, en la cima de esa altura escarpada, un altar bien asentado. Toma el toro y quémalo en holocausto, con la leña del árbol que habrás cortado. Gedeón tomó consigo diez de sus criados e hizo como el Señor le había ordenado. Pero, como tenía miedo de su familia y de la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche. A la mañana siguiente, cuando se levantó la gente de la ciudad, el altar de Baal estaba derruido, el árbol sagrado que se alzaba junto a él, cortado; y el toro que había sido ofrecido en holocausto estaba sobre el nuevo altar. Se decían unos a otros: —¿Quién lo habrá hecho? Hechas las oportunas averiguaciones dijeron: —Lo ha hecho Gedeón, el hijo de Joás. La gente de la ciudad dijo entonces a Joás: —Entréganos a tu hijo, y que muera, porque ha derruido el altar de Baal y ha cortado el árbol sagrado que se alzaba a su lado. Joás respondió a todos los que tenía delante: —¿Es que vais a salir vosotros en defensa de Baal? ¿Os corresponde a vosotros salvarlo? El que salga en defensa de Baal, será hombre muerto antes del amanecer. Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo, ya que le han destruido el altar. Aquel día le apodaron a Gedeón «Jerubaal», porque comentaron: —¡Que Baal se defienda, pues le han destruido el altar! Todo Madián, Amalec y los hijos de Oriente se aliaron, cruzaron el Jordán y acamparon en la llanura de Jezrael. El espíritu del Señor invadió a Gedeón que tocó la trompeta de guerra y Abiecer se reunió con él. Envió mensajeros por todo Manasés que respondió a su llamada; y también por Aser, Zabulón y Neftalí, que se unieron a él. Gedeón dijo a Dios: —Si verdaderamente vas a servirte de mí para salvar a Israel, como has dicho, lo comprobaré tendiendo un vellón sobre la era; si el rocío empapa solamente el vellón y todo el suelo alrededor queda seco, sabré que te servirás de mí para salvar a Israel, como me has prometido. Así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, estrujó el vellón y con el rocío llenó de agua una vasija. Gedeón dijo a Dios: —No te enojes contra mí si me atrevo a hablarte otra vez. Déjame, por favor, que haga una última prueba con el vellón: que solo el vellón permanezca seco y que el rocío empape todo el suelo alrededor. Así lo hizo Dios aquella noche. Quedó seco solamente el vellón mientras el rocío empapó todo el suelo alrededor.

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