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JUAN 9:1-27

JUAN 9:1-27 BLP

Iba Jesús de camino cuando vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: —Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres? Jesús respondió: —Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así para que el poder de Dios resplandezca en él. Mientras es de día debemos realizar lo que nos ha encomendado el que me envió; cuando llega la noche, nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo un poco de lodo y lo extendió sobre los ojos del ciego. Después le dijo: —Ahora vete y lávate en el estanque de Siloé (palabra que significa «enviado»). El ciego fue, se lavó y, cuando regresó, ya veía. Sus vecinos y todos cuantos lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban: —¿No es este el que se sentaba por aquí y pedía limosna? Unos decían: —Sí, es el mismo. Otros, en cambio, opinaban: —No es él, sino uno que se le parece. Pero el propio interesado aseguraba: —Soy yo mismo. Ellos le preguntaron: —¿Y cómo has conseguido ver? Él les contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo con su saliva, me lo extendió sobre los ojos y me dijo: «Vete y lávate en el estanque de Siloé». Fui, me lavé y comencé a ver. Le preguntaron: —¿Y dónde está ahora ese hombre? Respondió: —No lo sé. Llevaron ante los fariseos al hombre que había sido ciego, pues el día en que Jesús había hecho lodo con su saliva y le había dado la vista era sábado. Y volvieron a preguntarle cómo había conseguido ver. Él les contestó: —Extendió un poco de lodo sobre mis ojos, me lavé y ahora veo. Algunos de los fariseos dijeron: —No puede tratarse de un hombre de Dios, pues no respeta el sábado. Otros, en cambio, se preguntaban: —¿Cómo puede un hombre hacer tales prodigios si es pecador? Esto provocó la división entre ellos. Entonces volvieron a preguntar al que había sido ciego: —Puesto que te ha hecho ver, ¿qué opinas tú sobre ese hombre? Respondió: —Creo que es un profeta. Los judíos se resistían a admitir que aquel hombre hubiera estado ciego y hubiese comenzado a ver. Así que llamaron a sus padres y les preguntaron: —¿Es este vuestro hijo, del que decís que nació ciego? ¿Cómo se explica que ahora vea? Los padres respondieron: —Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve, no lo sabemos; tampoco sabemos quién le ha dado la vista. Preguntádselo a él; tiene edad suficiente para responder por sí mismo. Los padres contestaron así por miedo a los judíos, pues estos habían tomado la decisión de expulsar de la sinagoga a todos los que reconocieran que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron: «Preguntádselo a él, que ya tiene edad suficiente». Los fariseos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: —Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Reconócelo tú también delante de Dios. A lo que respondió el interpelado: —Yo no sé si es pecador. Lo único que sé es que yo antes estaba ciego y ahora veo. Volvieron a preguntarle: —¿Qué fue lo que hizo contigo? ¿Cómo te dio la vista? Él les contestó: —Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez? ¿O es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos?

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