1 REYES 17:8-24
1 REYES 17:8-24 RV2020
Luego llegó a Elías una palabra del Señor, que decía: —Levántate, vete a Sarepta de Sidón y quédate allí; le he dado orden a una mujer viuda del lugar para que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una mujer viuda que estaba recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: —Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso para beber. Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a llamar y le dijo: —Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tus manos. Ella respondió: —¡Vive el Señor, tu Dios, que no tengo pan cocido!; solo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo. Lo íbamos a comer y luego dejarnos morir de hambre. Elías le dijo: —No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho así: «La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la faz de la tierra». La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días. No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que el Señor había dicho por medio de Elías. Después de estas cosas, aconteció que cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa. La enfermedad fue tan grave que finalmente murió. Entonces dijo ella a Elías: —¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¿Has venido aquí a recordarme mis pecados y a hacer morir a mi hijo? —Dame acá tu hijo —le dijo él. Lo tomó entonces Elías de su regazo, lo llevó al aposento donde él vivía y lo puso sobre su cama. Luego clamó al Señor: —Señor, Dios mío, ¿también a la viuda en cuya casa estoy hospedado vas a afligir al hacer morir a su hijo? Se tendió sobre el niño tres veces y clamó al Señor: —Señor, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño. El Señor oyó la voz de Elías, el alma volvió al niño y este revivió. Tomó luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, lo entregó a su madre y le dijo: —Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: —Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor es verdad en tu boca.