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ECLESIASTÉS 7:1-25

ECLESIASTÉS 7:1-25 RV2020

Mejor es la buena fama que el buen perfume, y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete, porque aquello es el fin de todos los seres humanos, y el que vive lo tendrá presente en su corazón. Mejor es el pesar que la risa, porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mas el corazón de los insensatos, en la casa donde reina la alegría. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios, porque la risa del necio es como el crepitar de los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad. Ciertamente, la opresión hace enloquecer al sabio, y el soborno corrompe el corazón. Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu. No te dejes llevar por la cólera, pues la cólera habita dentro del necio. Nunca digas: «¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?», porque nunca hay sabiduría en esta pregunta. Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol; porque escudo es la ciencia y escudo es el dinero; pero más ventajosa es la sabiduría, porque da vida a sus poseedores. Mira la obra de Dios. ¿Quién podrá enderezar lo que él torció? En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto el uno como el otro, a fin de que nadie sepa qué trae el futuro. Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece pese a su justicia, y hay malvado que, pese a su maldad, alarga sus días. No seas demasiado justo, ni sabio en exceso; ¿por qué habrás de destruirte? No quieras hacer mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tiempo? Bueno es que tomes esto, sin apartar de aquello tu mano; porque el que teme a Dios saldrá bien de todo. La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad. Ciertamente, no hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se dicen, para que no oigas a tu siervo cuando habla mal de ti; porque tu corazón sabe que tú también hablaste mal de otros muchas veces. Todas estas cosas probé con sabiduría, y me dije: «¡Seré sabio!»; pero la sabiduría se apartó de mí. Ya está lejos lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará? Me volví entonces, y apliqué mi corazón a saber, examinar y buscar la sabiduría y la razón, para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío del error.