ÉXODO 14:1-31
ÉXODO 14:1-31 RV2020
Habló el Señor a Moisés y le dijo: —Di a los hijos de Israel que regresen y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar, enfrente de Baal-zefón. Acamparéis frente a ese lugar, junto al mar. Y Faraón pensará que los israelitas no saben salir de Egipto y que el desierto les cierra el paso. Y yo endureceré el corazón de Faraón, para que los persiga; entonces seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor. Ellos lo hicieron así. Cuando fue dado aviso al rey de Egipto de que el pueblo huía, el corazón de Faraón y de sus siervos se volvió contra el pueblo, y dijeron: «¿Cómo hemos hecho esto? Hemos dejado marchar a los israelitas, quedándonos sin mano de obra». Unció entonces su carro y tomó consigo a su ejército. Tomó seiscientos de sus mejores carros, y los demás carros de Egipto junto con sus capitanes. Y endureció el Señor el corazón de Faraón, rey de Egipto, el cual persiguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa. Los egipcios los persiguieron con toda la caballería y los carros de Faraón, su gente de a caballo y todo su ejército; los alcanzaron donde estaban acampados junto al mar, cerca de Pi-hahirot, frente a Baal-zefón. Cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos y vieron que los egipcios venían tras ellos, por lo que clamaron al Señor llenos de temor, y dijeron a Moisés: —¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto? Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: Déjanos servir a los egipcios, porque mejor nos es servirles que morir en el desierto. Moisés respondió al pueblo: —No temáis; estad firmes y ved la salvación que el Señor os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los volveréis a ver nunca más. El Señor peleará por vosotros; así que esperad tranquilos. Entonces el Señor dijo a Moisés: —¿Por qué clamas a mí? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, alza tu vara, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar en seco. Yo endureceré el corazón de los egipcios, para que los persigan; entonces me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería. Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo. El ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se apartó y se puso detrás de ellos; asimismo, la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; para aquellos era una nube tenebrosa, pero a Israel lo alumbraba de noche; por eso, en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros. Moisés extendió su mano sobre el mar, e hizo el Señor que el mar se retirara por medio de un recio viento oriental que sopló toda aquella noche. Así se secó el mar y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron en medio del mar, en seco, y las aguas eran como un muro a su derecha y a su izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo, entraron tras ellos hasta la mitad del mar. Aconteció a la vigilia de la mañana, que el Señor miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios; quitó además las ruedas de sus carros y los perjudicó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: —Huyamos ante Israel, porque el Señor pelea por ellos contra los egipcios. Pero el Señor dijo a Moisés: —Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y su caballería. Moisés extendió su mano sobre el mar y, cuando amanecía, el mar se volvió con toda su fuerza; al huir, los egipcios se encontraban con el mar. Así derribó el Señor a los egipcios en medio del mar, pues al volver las aguas, cubrieron los carros, la caballería y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó ni uno de ellos. En cambio, los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, y las aguas eran como un muro a su derecha y a su izquierda. Así salvó el Señor aquel día a Israel de manos de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Al ver Israel aquella gran gesta que el Señor había ejecutado contra los egipcios, el pueblo tuvo temor del Señor, y depositó su confianza en el Señor y en su siervo Moisés.