EZEQUIEL 8:2-18
EZEQUIEL 8:2-18 RV2020
Miré, y vi una figura con aspecto de hombre; desde sus caderas para abajo parecía fuego, y desde sus caderas para arriba parecía resplandor; el aspecto era como de bronce refulgente. Aquella figura extendió la mano y me agarró por los cabello; y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde estaba el recinto de la imagen que provoca los celos de Dios. Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo. Me dijo: —Hijo de hombre, alza ahora tus ojos hacia el lado del norte. Alcé mis ojos hacia el norte, y vi en aquella dirección, junto a la puerta del altar, justo en la entrada, la imagen que provoca los celos de Dios. Me dijo entonces: —Hijo de hombre, ¿no ves lo que hacen estos, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete, y verás aún mayores abominaciones. Me llevó a la entrada del atrio, y vi un agujero en la pared. Me dijo: —Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Yo cavé en la pared, y me topé con una puerta. Me dijo luego: —Entra, y ve las malvadas abominaciones que estos hacen allí. Entré, pues, y vi toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados por toda la pared. Y delante de ellos había setenta hombres de entre los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán, en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía una nube espesa de incienso. Me dijo: —Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen a escondidas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: «El Señor no nos ve. El Señor ha abandonado la tierra». Me dijo después: —Vuélvete, verás que estos hacen aún mayores abominaciones. Me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Señor, que está al norte; y vi a unas mujeres que estaban allí sentadas llorando a Tamuz. Luego me dijo: —¿Ves esto, hijo de hombre? Vuélvete, verás aún mayores abominaciones que estas. Me llevó al atrio de adentro de la casa del Señor, y vi que junto a la entrada del templo del Señor, entre la entrada y el altar, había unos veinticinco hombres, de espaldas al santuario del Señor y con sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente. Me dijo: —¿Ves esto, hijo de hombre? ¿Acaso cree el pueblo de Judá que es poca cosa cometer las abominaciones que cometen aquí? Después que han llenado de maldad el país, se volvieron a mí para irritarme, y pasan por las narices sus hediondos ramos. Entonces también yo procederé con furor: mis ojos no mirarán con piedad, no tendré compasión. Gritarán a mis oídos con gran voz, pero no los escucharé.