ISAÍAS 48:1-22
ISAÍAS 48:1-22 RV2020
Oíd esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los que salieron de las aguas de Judá, los que juran en el nombre del Señor e invocan al Dios de Israel, aunque no en verdad ni en justicia. Sin embargo, apelan a la ciudad santa y confían en el Dios de Israel, cuyo nombre es el Señor de los ejércitos. Lo que pasó, ya antes lo había dicho, de mi boca había salido; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad. Por cuanto sé que eres duro, que una barra de hierro es tu cerviz, y tu frente de bronce, por eso te lo dije ya hace tiempo; antes de que sucediera, te lo advertí, para que no dijeras: «Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas». Lo oíste y lo viste todo, ¿y no lo anunciaréis vosotros? Ahora, pues, te he hecho oír cosas nuevas y ocultas que tú no sabías. Han sido creadas ahora, no desde antiguo; hasta hoy no oíste nada de ellas, para que no digas: «Yo lo sabía». Sí, nunca lo habías oído ni nunca lo habías sabido. Ciertamente, no se abrió antes tu oído, porque sabía que, al ser tú desleal, habías de desobedecer; por tanto te llamé «rebelde» desde el vientre. Por amor de mi nombre contendré mi ira, y para alabanza mía la reprimiré, para no destruirte. Te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción. Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea profanado mi nombre, y mi honra no la daré a otro. Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero y yo también el último. Mi mano fundó también la tierra; mi mano derecha extendió el cielo. Al llamarlos yo, comparecieron juntos. Juntaos todos vosotros y oíd. ¿Quién hay entre ellos que anuncie estas cosas? Aquel a quien el Señor amó ejecutará su voluntad en Babilonia, y su brazo estará sobre los caldeos. Yo, yo hablé, y lo llamé y lo traje; por tanto, será prosperado su camino. Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no he hablado en secreto; y desde que todo esto sucede, allí estoy yo. Y ahora el Señor y su espíritu me han enviado. Así ha dicho el Señor, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy el Señor, tu Dios, que te enseña para tu provecho, que te encamina por el camino que debes seguir. ¡Si hubieras atendido a mis mandamientos! Hubiera sido entonces tu paz como un río, y tu justicia como las olas del mar. Hubiera sido como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre habría sido eliminado ni borrado de mi presencia. ¡Salid de Babilonia! ¡Huid de entre los caldeos! ¡Anunciadlo con voz de alegría, publicadlo, llevad la noticia hasta lo último de la tierra! Decid: «¡Redimió el Señor a Jacob su siervo!». No tuvieron sed cuando los llevó por los desiertos; les hizo brotar agua de la roca; abrió la peña y corrieron las aguas. «¡No hay paz para los malos!», ha dicho el Señor.