JUECES 16:1-17
JUECES 16:1-17 RV2020
Sansón fue a Gaza y vio allí a una prostituta y se acostó con ella. Cuando les dijeron a los de Gaza: «Sansón ha venido acá», lo rodearon y pusieron espías durante toda la noche a la puerta de la ciudad. Se mantuvieron callados toda aquella noche, y decían entre ellos: «Cuando aclare el día, entonces lo mataremos». Pero Sansón durmió hasta la medianoche; y a la medianoche se levantó y tomó las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro y las subió a la cumbre del monte que está delante de Hebrón. Después de esto, sucedió que se enamoró de una mujer llamada Dalila, que vivía en el valle de Sorec. Fueron a visitarla los jefes de los filisteos y le dijeron: —Engáñalo y descubre en qué consiste su gran fuerza y cómo podríamos vencerlo. Así podremos atarlo y dominarlo, y cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata. Entonces Dalila dijo a Sansón: —Te ruego que me digas en qué consiste tu gran fuerza y cómo hay que atarte para que seas dominado. Sansón le respondió: —Si me atan con siete cuerdas de mimbre verde, que aún no esté seco, entonces me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. Los jefes de los filisteos trajeron a Dalila siete cuerdas de mimbre verde que aún no estaba seco, y ella lo ató con las cuerdas. Como los espías estaban escondidos en su casa, en una alcoba, Dalila gritó: —¡Sansón, los filisteos te atacan! Él rompió las cuerdas como se rompe una cuerda de estopa cuando la toca el fuego; y no se supo el secreto de su fuerza. Entonces Dalila dijo a Sansón: —Tú me has engañado, me has dicho mentiras. Te ruego que me digas, ahora, cómo hay que atarte. Él le respondió: —Si me atan fuertemente con cuerdas gruesas nuevas, que no se hayan usado antes, yo me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. Dalila tomó cuerdas gruesas nuevas, lo ató con ellas y gritó: —¡Sansón, los filisteos te atacan! Los espías estaban en una alcoba, pero él rompió las cuerdas gruesas de sus brazos como si fueran hilo. Dalila dijo a Sansón: —Hasta ahora me has engañado, y me has mentido. Descúbreme, pues, ahora, cómo hay que atarte. Él entonces le dijo: —Entreteje siete mechones de pelo de mi cabeza con hilo de tejer y asegúralos con la estaca. Ella las aseguró con la estaca, y luego gritó: —¡Sansón, los filisteos te atacan! Despertó él de su sueño y arrancó la estaca del telar junto con la tela. Dalila se lamentó: —¿Cómo dices: «Yo te amo», cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza. Como ella lo presionaba cada día con sus palabras y lo importunaba, él estaba profundamente angustiado y finalmente le abrió todo su corazón, y le dijo: —La navaja nunca pasó sobre mi cabeza, porque soy nazareo consagrado a Dios desde el vientre de mi madre. Si me rapara, perdería mi fuerza, me debilitaría y sería como cualquier otro hombre.