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JUAN 2:1-25

JUAN 2:1-25 RV2020

Tres días después se celebró una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba allí. También fueron invitados Jesús y sus discípulos. Se terminó el vino y la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. Jesús le preguntó: —Mujer, ¿qué tiene que ver esto con nosotros? Aún no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los que servían: —Haced todo lo que él os diga. Había allí seis tinajas de piedra dispuestas para el rito de purificación de los judíos. En cada una de ellas cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: —Llenad de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta arriba. Luego añadió: —Sacad ahora un poco y llevádselo al encargado del banquete. Y se lo llevaron y cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía (aunque sí lo sabían los sirvientes que lo habían sacado), llamó al esposo y le dijo: —Todo el mundo sirve primero el buen vino y cuando están bebidos entonces saca el más corriente. Sin embargo, tú has reservado el mejor vino hasta ahora. Este fue el comienzo de las señales que hizo Jesús en Caná de Galilea. Manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, Jesús bajó a Capernaún acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no estuvieron allí mucho tiempo. La Pascua de los judíos estaba cerca y Jesús subió a Jerusalén. En el templo encontró a los que vendían bueyes, ovejas y palomas. Sentados a sus mesas estaban también los cambistas de moneda. Jesús hizo un azote de cuerdas y los echó fuera a todos, con las ovejas y los bueyes. También desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus mesas, y a quienes vendían palomas les dijo: —Quitad esto de aquí. No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Entonces sus discípulos se acordaron de aquellas palabras de la Escritura: El celo de tu casa me consume . Los judíos le preguntaron: —Ya que haces esto, ¿qué señal nos das? Respondió Jesús: —Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: —Cuarenta y seis años llevó la edificación de este templo. ¿Y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto y creyeron en la Escritura y en las palabras pronunciadas por Jesús. Estando en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Mas no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos. Jesús no necesitaba que nadie le explicara nada: sabía lo que hay en el interior de cada persona.

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