JUAN 4:1-29
JUAN 4:1-29 RV2020
Cuando el Señor supo que los fariseos habían oído decir que Jesús hacía más discípulos y que bautiza más que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea y se fue otra vez a Galilea. Para ello, le era necesario pasar por Samaria y llegó a una ciudad de esta tierra llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del viaje, se sentó junto al pozo. Era alrededor del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: —Dame de beber. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le preguntó: —¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? (Porque los judíos y los samaritanos no se tratan). Respondió Jesús: —Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice «dame de beber», tú le pedirías y él te daría agua viva. La mujer replicó: —Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Jesús le contestó: —Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, mas el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás: esa agua será en él una fuente de agua que fluya para vida eterna. La mujer le dijo: —Señor, dame de esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla. Jesús contestó: —Ve, llama a tu marido, y vuelve aquí. Respondió la mujer: —No tengo marido. Y Jesús: —Has dicho bien, no tienes marido: has tenido cinco y el hombre con quien vives ahora no es tu marido. Esto que has dicho es verdad. Le dijo la mujer: —Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar a Dios. Jesús respondió: —Mujer, créeme que está llegando la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros los samaritanos adoráis algo que desconocéis; sin embargo, nosotros, sí lo conocemos, ya que la salvación viene de los judíos. Pero el momento ha llegado: ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre busca tales adoradores. Dios es Espíritu y es necesario que quienes le adoran lo hagan en espíritu y en verdad. Le dijo la mujer: —Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo. Cuando él venga nos explicará todas las cosas. Jesús declaró: —Soy yo, el que habla contigo. En esto llegaron sus discípulos y se asombraron de que hablara con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó qué pretendía o de qué hablaba con ella. Por su parte, la mujer dejó allí su cántaro, fue a la ciudad y dijo a la gente: —Venid y veréis a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?