LAMENTACIONES 1:1-18
LAMENTACIONES 1:1-18 RV2020
¡Qué sola ha quedado la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como una viuda; la señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche y las lágrimas corren por sus mejillas. Entre todos sus amantes no hay ninguno que la consuele; todos sus amantes la han traicionado, se han vuelto sus enemigos. Judá ha ido en cautiverio, afligida y en dura servidumbre; ha habitado entre las naciones, sin hallar descanso; todos sus perseguidores la alcanzaron y la pusieron en apuros. Las calzadas de Sion están de luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes; todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, sus vírgenes están afligidas, y ella está llena de amargura. Sus enemigos fueron hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados, porque el Señor la afligió a causa de sus muchas rebeliones. Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo. Desapareció toda la hermosura de la hija de Sion; sus príncipes, como ciervos que no hallan pasto, anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor. Jerusalén, cuando cayó su pueblo en manos del enemigo y no hubo quien la ayudara, se acordó de los días de su aflicción, de sus rebeliones, y de todas las cosas agradables que había tenido desde los tiempos antiguos. La miraron los enemigos y se burlaron de su caída. Gravemente ha pecado Jerusalén, por lo cual ha sido sacada de su lugar; cuantos antes la honraban ahora la desprecian al ver su vergüenza, y ella suspira y esconde su rostro. Su inmundicia está en sus faldas. No pensó en su fin. Cayó de manera sorprendente sin tener quien la consolara. Mira, Señor, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas; ella ha visto entrar en su santuario a las gentes acerca de las cuales mandaste que no entraran en tu congregación. Todo su pueblo buscó su pan entre gemidos; por la comida, para seguir viviendo, dieron todas sus cosas preciosas, ¡Mira, Señor, y ve cuán abatida estoy! ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad y ved si hay dolor como el sufrimiento que me ha venido; porque el Señor me ha angustiado en el día de su ardiente enojo. Desde lo alto ha enviado un fuego que consume mis huesos, ha tendido una red a mis pies, me ha vuelto atrás, me ha dejado desolada y con dolor todo el día. Él ha atado con su mano el yugo de mis rebeliones: ataduras ha echado sobre mi cuello y ha debilitado mis fuerzas. ¡El Señor me ha entregado en manos contra las que no podré levantarme! El Señor pisoteó a todos mis hombres fuertes en medio de mí; llamó a gente contra mí, para destruir a mis jóvenes; pisoteó el Señor, como en un lagar, a la virgen hija de Judá. Por eso estoy llorando; por eso de mis ojos fluyen lágrimas, porque de mí se ha alejado el que consuela y da reposo a mi alma. Mis hijos han sido destruidos, porque el enemigo triunfó. Sion extendió sus manos, mas no tiene quien la consuele; El Señor ordenó contra Jacob que sus vecinos fueran sus enemigos, y Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos. Pero el Señor es justo, pues yo me había rebelado contra su palabra. Oíd ahora, pueblos todos, ved mi dolor: mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio.