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LUCAS 23:1-29

LUCAS 23:1-29 RV2020

Se levantaron entonces todos ellos y llevaron a Jesús ante Pilato. Con estas palabras comenzaron la acusación: —Hemos encontrado que este anda alborotando al pueblo, que prohíbe pagar el tributo a César y anda diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Él respondió: —Tú lo dices. Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: —No encuentro motivo alguno de condena en este hombre. Pero ellos porfiaban: —Este alborota al pueblo con lo que enseña por toda Judea, desde Galilea hasta este lugar. Cuando Pilato oyó la mención a Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que, en efecto, lo era, y que, por tanto, pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió a este, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba conocerle. Había oído muchas cosas acerca de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Y aunque le hizo muchas preguntas, Jesús no respondió nada. Los principales sacerdotes y los escribas le acusaban acaloradamente. Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se rieron de él vistiéndole con ropajes lujosos, y lo enviaron de vuelta a Pilato. Aquel día, Pilato y Herodes se hicieron amigos, pues hasta aquel momento habían estado enemistados. Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, y les dijo: —Me habéis traído a este hombre diciendo que perturba al pueblo, pero después de haberle interrogado yo delante de vosotros, no le encuentro culpable de ninguno de los delitos de los que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha enviado de nuevo. Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte, así que le castigaré y después le soltaré. En la fiesta de la Pascua el gobernador estaba obligado a conceder la libertad a un preso. Pero todo el gentío gritaba al unísono: —¡Fuera con ese. Suéltanos a Barrabás! El tal Barrabás estaba en la cárcel a causa de una rebelión que había tenido lugar en la ciudad y por un homicidio. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, habló de nuevo a la gente, pero ellos volvieron a gritar: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Él, por tercera vez, se dirigió al pueblo: —¿Pero qué delito ha cometido? No he descubierto en él ningún crimen que merezca la muerte. Le castigaré y le soltaré. Pero ellos seguían pidiendo a gritos que fuera crucificado. Y, finalmente, prevalecieron las voces del gentío y de los principales sacerdotes. Entonces Pilato sentenció que se hiciera lo que pedían: soltó al que estaba encarcelado por rebelión y homicidio y puso a Jesús a disposición de ellos. Cuando se lo llevaban, tomaron a cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y numerosas mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque vendrán días en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron».

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