MATEO 23:1-39
MATEO 23:1-39 RV2020
Entonces dijo Jesús a la gente y a sus discípulos: —En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, pero no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de las personas; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por la gente, pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros asientos en los banquetes, sentarse en los lugares preferentes en las sinagogas, los saludos en público y que la gente los llame: «Rabí, Rabí». Pero vosotros no pretendáis que os llamen «Rabí», porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni hagáis que os llamen maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis a la gente el reino de los cielos. Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis los bienes de las viudas y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un solo seguidor y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Jurar por el templo no compromete a nada; lo que sí compromete es jurar por el oro del templo»! ¡Insensatos y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, el oro o el templo que santifica al oro? También decís: «Jurar por el altar, no compromete a nada; lo que sí compromete es jurar por la ofrenda que está sobre el altar». ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar por el que la ofrenda queda consagrada? El que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta y el anís y el comino y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto es lo que hay que hacer sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero el interior del vaso y del plato para que también el exterior quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre. Así también vosotros: por fuera, a la verdad, os hacéis pasar por justos delante de la gente, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: «Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas». Así que con esto dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Finalizad, pues, vosotros la obra que comenzaron vuestros antepasados! ¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, yo os envío profetas, sabios y escribas. Vosotros mataréis y crucificaréis a unos, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad para que recaiga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el atrio del templo y el altar. Os aseguro que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Pues he aquí que vuestra casa quedará desierta, porque os digo que desde ahora no volveréis a verme hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!