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MARCOS 3:1-35

MARCOS 3:1-35 RV2020

Otra vez entró Jesús en la sinagoga y había allí un hombre que tenía atrofiada una mano. Acechaban a Jesús para ver si le sanaría en sábado con el fin de poder acusarle. Entonces dijo al hombre de la mano atrofiada: —Levántate y ponte en medio. Y les preguntó a los demás: —¿Está permitido en sábado hacer bien o hacer mal, salvar la vida o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos con enojo y entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: —Extiende tu mano. Él la extendió, y la mano le fue restaurada. Salieron entonces los fariseos y se confabularon con los herodianos para destruirle. Jesús se retiró al mar con sus discípulos y le siguió gran multitud procedente de Galilea. También, al haber oído cuán grandes cosas hacía, vinieron a él enormes multitudes de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón. Entonces dijo a sus discípulos que le tuvieran siempre lista la barca, para evitar que la multitud le oprimiera, puesto que, como había sanado a muchos, todos los que tenían dolencias se echaban sobre él para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él y gritaban: —¡Tú eres el Hijo de Dios! Mas él los reprendía enérgicamente para que no le descubriesen. Después subió al monte y llamó a quienes él quiso, y vinieron hacia él. Designó entonces a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran el poder de echar fuera demonios. Los doce fueron Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Jacobo, a quienes llamó Boanerges, es decir, «Hijos del trueno»; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, el que le entregó. Volvió a casa y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer pan. Cuando lo oyeron sus parientes, vinieron para llevárselo, porque decían: «Está fuera de sí». Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por Belzebú, príncipe de los demonios, los echaba fuera. Jesús los llamó y les dijo en parábolas: —¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede permanecer, sino que llega su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si antes no le ata. Solamente así podrá saquear su casa. Os aseguro que a todas las personas les serán perdonados todos los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean; pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene perdón jamás, sino que es reo de pecado eterno. Porque ellos habían dicho: «Tiene espíritu inmundo». Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y como se quedaron afuera enviaron a alguien para llamarle. Entonces la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: —Mira, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan. Él les respondió: —¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor dijo: —Estos son mi madre y mis hermanos, porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

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