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Hechos Introducción

Introducción
El evangelista Lucas es el autor de este libro y, lo mismo que el evangelio, también se lo dedicó a su amigo Teófilo, seguramente por su interés de contarle todo acerca de Jesucristo (1.1; ver Lucas 1.1-4).
Desde el principio mismo, Lucas habla del Espíritu Santo. Lo hace para recordar a los discípulos la promesa de Jesús: Dios enviaría al Espíritu Santo y los llenaría de poder (1.5-8). Por eso puede afirmarse que el personaje central de este libro es el Espíritu Santo. En el día de Pentecostés, viene el Espíritu y convierte a unos discípulos miedosos en valientes proclamadores de la resurrección de Jesús (2.1-47). Al mismo tiempo, les da poder para sanar (3.1-10; 5.12-16), los lleva a desafiar a las autoridades antes que desobedecer a Dios (4.1-20; 7.1-53) y les hace castigar la mentira (5.1-10). Además, el Espíritu Santo hace entender a los discípulos algo muy importante: que el evangelio de Jesucristo no es solo para los judíos, sino para todo hombre y toda mujer que habiten este mundo, sean judíos o no (10.1-48; ver especialmente los versículos 34-36).
La acción del Espíritu Santo se ve más claramente en el caso de Saulo de Tarso, un judío que conocía bien su Biblia, es decir, los libros del Antiguo Testamento, pero que no había conocido a Jesús. Cuando los primeros cristianos comenzaron a extenderse por Jerusalén y sus alrededores, Saulo creyó que su deber como judío era perseguir a los cristianos y acabar con ellos (8.1-2; 9.1-2). Pero un día, cuando se dirigía a la ciudad de Damasco, tuvo una experiencia maravillosa: ¡se encontró con Jesús mismo! (9.3-6). A partir de ese momento, la vida de Saulo, y hasta su propio nombre, cambió por completo: dejó de llamarse Saulo para convertirse en el apóstol Pablo, quien sin duda fue el misionero más importante en la historia de la Iglesia cristiana.
Pablo hizo numerosos viajes por las distintas ciudades del Imperio romano, incluyendo el traslado forzoso en calidad de prisionero a Roma, la ciudad capital. En estos viajes lo acompañó al principio su gran amigo Bernabé, y más tarde sus discípulos Timoteo y Tito. Es posible que también en algún momento lo haya acompañado el propio evangelista Lucas, autor de este libro, pues en ocasiones habla no solo de Pablo y de otros, sino que se incluye en el relato (20.5-8; 21.1-18; 27.1–28.15).
Este libro termina hablando de la vida de Pablo en la ciudad de Roma donde proclamaba con plena libertad el reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesús, el Mesías, sin que nadie se lo impidiera (28.31).

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