1 TESALONICENSES 2:1-16
1 TESALONICENSES 2:1-16 DHHE
Hermanos, bien sabéis que la visita que os hicimos no fue en vano. Aunque, como también sabéis, antes habíamos sido insultados y maltratados en Filipos, Dios nos ayudó a anunciaros su evangelio con todo valor y en medio de una fuerte lucha. No estábamos equivocados en lo que predicábamos, ni tampoco hablábamos con mala intención ni con el propósito de engañar a nadie. Al contrario, Dios nos aprobó y nos confió el evangelio, y así es como hablamos. No tratamos de agradar a la gente, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Como sabéis, nunca os hemos halagado con bellas palabras ni nos hemos valido de pretextos para ganar dinero. Dios es testigo de ello. Nunca hemos buscado honores de nadie: ni de vosotros ni de los demás. Muy bien podríamos haberos hecho sentir el peso de nuestra autoridad como apóstoles de Cristo; en cambio, fuimos como niños entre vosotros. Como una madre que cría y cuida a sus hijos, así también os tenemos tanto cariño que hubiéramos deseado daros, no solo el evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias vidas. ¡Tanto hemos llegado a quereros! Hermanos, acordaos de cómo trabajábamos y luchábamos para ganarnos la vida. Trabajábamos día y noche a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros, y entre tanto os anunciábamos el evangelio de Dios. Testigos sois, y Dios también, de que nos hemos portado limpia, recta e irreprochablemente con vosotros los creyentes. También sabéis que os hemos animado y consolado a cada uno de vosotros, como hace un padre con sus hijos. Os hemos encargado que os portéis como deben hacerlo quienes pertenecen a Dios, el cual os ha llamado a tener parte en su propio reino y gloria. Por esto damos siempre gracias a Dios, pues cuando escuchasteis el mensaje de Dios que os predicamos, lo recibisteis realmente como mensaje de Dios y no como mensaje de hombres. Y en verdad es el mensaje de Dios, que actúa con eficacia en vosotros los creyentes. Hermanos, cuando sufristeis persecución a manos de vuestros paisanos, os sucedió lo mismo que a las iglesias de Dios que están en Judea y que son de Cristo Jesús, pues también ellos fueron perseguidos por sus paisanos los judíos. Estos judíos mataron al Señor Jesús, como antes habían matado a los profetas, y nos echaron fuera a nosotros. No agradan a Dios y están en contra de todos, pues cuando queremos hablar a los que no son judíos, para que también se salven, nos lo impiden. De esta manera han llenado la medida de sus pecados. Pero ahora, por fin, el terrible castigo de Dios ha venido sobre ellos.