1 TIMOTEO 5:1-19
1 TIMOTEO 5:1-19 DHHE
No reprendas al anciano; al contrario, aconséjale como si fuera tu padre. Y trata a los jóvenes como si fueran tus hermanos. A las ancianas, trátalas como a tu propia madre; y a las jóvenes, como a tus hermanas, con toda pureza. Ayuda a las viudas que no tengan a quien recurrir. Pero si una viuda tiene hijos o nietos, ellos son los primeros que deben aprender a cumplir sus obligaciones con los de su propia familia y corresponder al amor de sus padres. Esto es bueno y agrada a Dios. La verdadera viuda, la que se ha quedado sola, pone su esperanza en Dios y no cesa de rogar, orando día y noche. Pero la viuda que se entrega al placer, está muerta en vida. Mándales también estas cosas, para que sean irreprensibles. Quien no se preocupa de los suyos, y sobre todo de los de su propia familia, ha negado la fe y es peor que los que no creen. En la lista de las viudas debe figurar únicamente la que tenga más de sesenta años y no haya tenido sino un solo esposo. Debe ser conocida por el bien que ha hecho: si ha criado bien a sus hijos, si ha sido amable con los que llegan a su casa, si ha lavado los pies a los creyentes y si ha ayudado a los que sufren. En fin, si ha procurado hacer toda clase de obras buenas. Pero no pongas en la lista a viudas de menos edad, porque cuando sus propios deseos las apartan de Cristo, quieren casarse de nuevo y se hacen culpables de haber faltado a su compromiso. Además, andan de casa en casa y se vuelven perezosas; y no solo perezosas, sino también chismosas, metiéndose en todo y hablando lo que no conviene. Por eso, quiero que las viudas jóvenes se casen, que tengan hijos, que sean amas de casa y que no den lugar a las críticas del enemigo. Pues algunas viudas ya se han apartado y han seguido a Satanás. Si alguna mujer creyente tiene viudas en su familia, que las ayude; así no serán una carga para la iglesia, y la iglesia podrá ayudar a las viudas que realmente no tengan a quien recurrir. Los ancianos que gobiernan bien la iglesia deben ser doblemente apreciados, especialmente los que se dedican a predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: “No pongas bozal al buey que trilla.” Y también: “El trabajador tiene derecho a su salario.” No hagas caso de acusaciones contra un anciano, si no están apoyadas por dos o tres testigos.