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JOEL 2:1-27

JOEL 2:1-27 DHHE

Tocad la trompeta en el monte Sión, dad el toque de alarma en el santo monte del Señor. Tiemblen todos los que viven en Judá, porque ya está cerca el día del Señor: día de oscuridad y tinieblas, día de nubes y sombras. Un ejército fuerte y numeroso se ha desplegado sobre los montes como la luz del amanecer. Nunca antes se vio, ni se verá jamás, nada que se le parezca. Son como el fuego, que todo lo devora, que ya quema antes de pasar y aun después de haber pasado. La tierra, que antes de que llegaran era un paraíso, después que se han ido parece un desierto. ¡No hay nada que se les escape! Su aspecto es como de caballos, corren como jinetes y su estruendo al saltar sobre los montes es como el estruendo de los carros de guerra, como el crujir de hojas secas ardiendo en el fuego. Son como un ejército poderoso en formación de batalla. La gente tiembla al verlas, y todas las caras palidecen. Como valientes hombres de guerra, corren, trepan por los muros, avanzan de frente y ninguna tuerce su rumbo. No se atropellan unas a otras; cada una sigue su camino, y se lanzan entre las flechas sin romper su formación. Asaltan la ciudad, corren sobre los muros, trepan por las casas y, como ladrones, se cuelan por las ventanas. La tierra tiembla ante ellas, el cielo se estremece, el sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su brillo. El Señor, al frente de su ejército, hace oir su voz de trueno. Muy numeroso es su ejército; incontables los que cumplen sus órdenes. ¡Qué grande y terrible es el día del Señor! No hay quien pueda resistirlo. “Pero ahora –lo afirma el Señor–, volveos a mí de todo corazón. ¡Ayunad, gritad y llorad!” ¡Volveos al Señor vuestro Dios, y desgarrad vuestro corazón en vez de desgarraros la ropa! Porque el Señor es tierno y compasivo, paciente y todo amor, dispuesto siempre a levantar el castigo. Tal vez decida no castigaros, y os envíe bendición: cereales y vino para las ofrendas del Señor vuestro Dios. ¡Tocad la trompeta en el monte Sión! Convocad al pueblo y proclamad ayuno; reunid al pueblo de Dios y purificadlo; reunid a los ancianos, a los niños y aun a los niños de pecho. ¡Que hasta los recién casados salgan de la habitación nupcial! Lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, y digan entre el vestíbulo y el altar: “Perdona, Señor, a tu pueblo; no dejes que nadie se burle de los tuyos; no dejes que otras naciones los dominen y que los paganos digan: ‘¿Dónde está su Dios?’ ” Entonces el Señor mostró su amor por su país; compadecido de su pueblo, dijo: “Voy a enviaros trigo, vino y aceite hasta que quedéis satisfechos; y no volveré a permitir que los paganos se burlen de vosotros. Alejaré de vosotros las langostas que vienen del norte y las arrojaré al desierto. Ahogaré su vanguardia en el Mar Muerto y su retaguardia en el Mediterráneo, y sus cuerpos se pudrirán y apestarán. ¡Voy a hacer grandes cosas!” Alégrate mucho, tierra, y no tengas miedo, porque el Señor va a hacer grandes cosas. No tengáis miedo, animales salvajes, pues los pastos reverdecerán, los árboles darán su fruto y habrá higos y uvas en abundancia. ¡Alegraos, habitantes de Sión, alegraos en el Señor vuestro Dios! Él os ha dado las lluvias en el momento oportuno, las lluvias de invierno y de primavera, tal como antes lo hacía. Habrá una buena cosecha de trigo y gran abundancia de vino y aceite. “Yo os compensaré los años que perdisteis a causa de la plaga de langostas, de ese ejército destructor que envié contra vosotros. Comeréis hasta quedar satisfechos y alabaréis al Señor vuestro Dios, pues yo hice por vosotros grandes maravillas. Nunca más quedará mi pueblo cubierto de vergüenza, y vosotros, israelitas, habréis de reconocer que yo, el Señor, estoy con vosotros, que yo soy vuestro Dios, y nadie más. ¡Nunca más quedará mi pueblo cubierto de vergüenza!

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