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MARCOS EVANGELIO SEGÚN MARCOS

EVANGELIO SEGÚN MARCOS
INTRODUCCIÓN
El Evangelio según Marcos (=Mc), como parece lo más probable, fue el primero que se escribió. Mucho de lo que antes se había transmitido de viva voz o en escritos parciales quedó recogido y organizado en este libro. La primera frase del evangelio nos indica su contenido: “Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios” (Mc 1.1).
El evangelista quiere presentar esa buena noticia para todos. Es “buena noticia de Jesús” en un doble sentido: porque él mismo empezó a proclamarla, y porque cuando los enviados por Jesús la anunciaban, hablaban sobre todo de él.
Este evangelio relaciona el comienzo de la actividad de Jesús con la actividad de Juan el Bautista, y a Juan lo relaciona con un texto del profeta Isaías, complementado con una frase de Malaquías (Mal 3.1; Is 40.3). Sin embargo, no menciona ninguno de los puntos de referencia que eran comunes en los libros de historia de la época: los gobernantes y los años de gobierno. De esa manera insinúa Marcos que la historia que él escribe no es una historia profana, sino la culminación de la historia del pueblo de Dios, comenzada mucho antes.
El evangelio muestra al lector claramente quién es Jesús, y así lo destaca en los momentos más cruciales del libro. Ya en la frase inicial de Marcos se afirma que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y una de las primeras escenas del evangelio es el bautismo de Jesús, en el que se escucha esta voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido” (Mc 1.11). Los demonios le reconocen como el Santo de Dios (1.24) y como el Hijo de Dios (3.11; 5.7). En otro momento decisivo, Pedro expresa su fe y la de sus compañeros al declarar que Jesús es el Mesías (8.29). Dios mismo le vuelve a proclamar como su Hijo en la transfiguración (9.7). Con solemnidad especial, Jesús declara ante la Junta Suprema de Jerusalén que él es el Mesías, y que vendrá como Hijo del hombre, sentado a la derecha del Todopoderoso (14.62). La exclamación del capitán romano, al ver la muerte de Jesús, resume lo que el evangelista quiere que el lector comprenda: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15.39).
Sin embargo, el evangelio nos muestra, aún con más claridad, quién es Jesús, al hablarnos de lo que él hacía y enseñaba. Los títulos de Mesías, Hijo de Dios, Hijo del hombre y otros, se entendían en aquella época de diversas maneras. Jesús no comparte todas las expectativas judías comunes en su tiempo, sino que las corrige y las supera. Y esto lo va dejando claro con hechos y enseñanzas, y sobre todo con su muerte y resurrección.
Marcos nos dice con relativa frecuencia que Jesús no quiere que se divulgue quién es él. A varios enfermos, después de sanarlos, les prohíbe hablar de lo que les ha sucedido (1.44; 5.43; 7.36). También en diversas ocasiones prohíbe a los discípulos que hablen de él (8.30; 9.9), al igual que a los demonios (1.34; 3.12). Así, tanto los hechos como la enseñanza de Jesús muestran más claramente quién es y cuál es su misión.
Él destruye el poder del demonio sobre los hombres (1.27,34,39; 5.1-20; 7.24-30; 9.14-29), da salud a los enfermos (1.29-34) y pan a los que tienen hambre (6.30-44; 8.1-10), y salva a los discípulos cuando están en peligro (4.35-41). Pero la autoridad de Jesús se revela también de otras maneras: enseña con plena autoridad (1.27), perdona los pecados (2.5), tiene autoridad sobre el sábado (2.28), declara el verdadero sentido de la ley (7.1-23; 10.1-12; 12.18-27,28-34) y anuncia lo que sucederá en el futuro (13.1-37). Por eso, no es extraño que, al dirigirse a Dios, lo haga con una palabra que expresa una intimidad desconocida hasta entonces: Abbá (14.36).
Jesús es maestro, pero no como los maestros de la ley (1.22). El evangelio resume en estas palabras la enseñanza de Jesús: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Volveos a Dios y aceptad con fe sus buenas noticias” (1.15). El resto de sus enseñanzas puede considerarse como una explicación y ampliación de ese mensaje. Con mucha frecuencia, Marcos destaca que parte muy importante de la actividad de Jesús era enseñar a la multitud, y de manera particular al grupo de sus discípulos (cf., por ej., 4.33-34).
Pero serán, sobre todo, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús las que revelarán cuál es su misión y cuál el sentido de su vida. Se puede decir que todo este evangelio está orientado hacia ese momento decisivo de la historia de Jesús, lo que haciéndose más y más claro a partir del primer anuncio que Jesús hace de su muerte y su resurrección (8.31), un anuncio que contradice las expectativas de los discípulos y de toda la gente (cf. 8.32-33). Otras dos veces repite Jesús este anuncio (9.31; 10.33-34). Con la entrada en Jerusalén comienza la última semana de la vida terrena de Jesús, la culminación de todo su camino (caps. 11–16).
Desde el punto de vista de esta revelación de la persona y de la misión de Jesús, el evangelio de Marcos puede dividirse en dos grandes partes:
I. Jesús, con sus hechos y su enseñanza, revela quién es él y cuál es su misión. Escoge un grupo especial de colaboradores, a quienes da instrucciones especiales. El punto central es la proclamación de Pedro: “Tú eres el Mesías” (1.1–8.30).
II. Jesús muestra que cumplirá su misión en la humillación y la muerte, pues ha venido para “servir y dar su vida en pago de la libertad de todos” (10.45). Sin embargo, la muerte no será el final; después de resucitar volverá a reunir a sus discípulos, para encargarles una misión (8.31–16.20).
Otros autores, tomando en cuenta las indicaciones geográficas, prefieren la siguiente división de la materia de este evangelio:
Preparación (1.1-13)
I. Actividad de Jesús en Galilea (1.14–6.6a)
II. Viajes por diversas regiones (6.6b–10.52)
III. Actividad en Jerusalén, pasión, muerte y resurrección (11.1–16.20)
El estilo de Marcos se caracteriza por su carácter popular, con descripciones bastante pormenorizadas, incluso con repetición de detalles.
Por otra parte, casi todo el material de Marcos se halla también en los otros dos evangelios sinópticos (Mateo y Lucas) o, por lo menos, en uno de ellos. Muy pocos pasajes son exclusivos de Mc (los principales son: 3.20-21; 4.26-29; 7.32-37; 8.22-26; 14.51-52).
Hoy es opinión generalmente aceptada que de alguna manera los evangelios de Mateo y Lucas se basan en el de Marcos.
Los mejores manuscritos de Marcos terminan en 16.8. Los vs. 16.9-20 tienen un estilo diferente, y parecen ser un resumen de los relatos que se encuentran en los otros evangelios. Probablemente son de otra mano y se añadieron en un momento posterior.
Debemos a los autores cristianos del siglo II la atribución de este evangelio a Marcos (identificado con el personaje del mismo nombre que se menciona en Hch 12.12,25; 15.37,39; Col 4.10; 2$Ti 4.11; Flm 24; 1$P 5.13). De esa misma época es la noticia de que fue escrito en Roma, después de la muerte de Pedro y de Pablo. Se puede colegir a partir de diversos textos (cf., por ej., Mc 7.3-4; 10.11-12) que los lectores a quienes en primer lugar se destinó eran cristianos no judíos, posiblemente romanos.
La ciencia bíblica actual ha reconocido la importancia de Marcos en su condición de testimonio de la más antigua enseñanza de la iglesia sobre Jesús, el Hijo de Dios.
Se ofrece a continuación una posible manera de clasificar las principales secciones del evangelio:
Introducción (1.1-15)
I. Jesús revela quién es (1.16–8.30)
1. Plena autoridad de la enseñanza de Jesús (1.16–3.12)
2. Los secretos del reino de Dios (3.13–6.6a)
3. Jesús, el Mesías (6.6b–8.30)
II. Jesús revela y cumple su misión (8.31–16.20)
1. Jesús anuncia su muerte (8.31–11.11)
2. En Jerusalén (11.12–13.37)
3. Pasión y muerte (14–15)
III. ¡Jesús ha resucitado! (16)

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