CANTARES 2:1-17
CANTARES 2:1-17 DHHE
Soy la flor de los llanos de Sarón, soy la rosa de los valles. Mi amada es, entre las mujeres, como una rosa entre los espinos. Mi amado es, entre los hombres, como un manzano entre los árboles del bosque. ¡Qué agradable es sentarme a su sombra! ¡Qué dulce me sabe su fruta! Me llevó a la sala de banquetes y sus miradas para mí fueron de amor. ¡Reanimadme con tortas de pasas, alimentadme con manzanas, porque me muero de amor! ¡Que ponga él su izquierda bajo mi cabeza y con su derecha me abrace! Prometedme, mujeres de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, no interrumpir el sueño de mi amor. ¡Dejadla dormir hasta que quiera despertar! ¡Ya viene mi amado! ¡Ya escucho su voz! Viene saltando sobre los montes, viene saltando por las colinas. Mi amado es como un corzo, como un cervatillo. ¡Aquí está ya, tras la puerta, asomándose a la ventana, espiando a través de la reja! Mi amado me dijo: “Levántate, amor mío; anda, cariño, vamos. ¡Mira! El invierno ha pasado y con él se han ido las lluvias. Ya han brotado flores en el campo, ya ha llegado el tiempo de cantar, ya se escucha en nuestra tierra el arrullo de las tórtolas. Ya tiene higos la higuera, y los viñedos esparcen su aroma. “Levántate, amor mío; anda, cariño, vamos. “Paloma mía que te escondes en las rocas, en altos y escabrosos escondites, deja que mire tu rostro, deja que escuche tu voz. Porque mirarte es grato, y escucharte, delicioso.” Atrapad las zorras, las zorras pequeñas que arruinan nuestras vides, nuestras vides en flor. Mi amado es mío y yo soy suya. Él apacienta sus rebaños entre las rosas. Mientras llega el día y huyen las sombras, vuelve, amado mío; sé como un corzo, como un cervatillo, por los montes escarpados.