1 CORINTIOS 2:1-16
1 CORINTIOS 2:1-16 Reina Valera 2020 (RV2020)
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice valiéndome de la retórica o de la sabiduría, pues, al estar entre vosotros, me propuse no saber cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; Y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría humana, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios. Sin embargo, sí que hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez en la fe, pero no con la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que perecen; sino que hablamos de la sabiduría de Dios, misteriosa, oculta, que Dios predestinó para nuestra gloria, desde antes de todos los tiempos. Ninguno de los poderosos de este mundo conoció esta sabiduría, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. Sino, más bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman . Pero Dios nos las reveló a nosotros por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo examina todo, incluso las profundidades de Dios. Porque ¿quién de entre los seres humanos conoce las cuestiones propias del ser humano, sino el espíritu del ser humano que está en él? Del mismo modo, tampoco nadie conoce las cuestiones propias de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado. De estas cosas hablamos, pero no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, explicando las cosas espirituales en términos espirituales. Pero el ser humano natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual discierne todas las cosas, sin que él sea sometido a discernimiento por nadie. Porque ¿quién conoce la mente del Señor para instruirlo? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.
1 CORINTIOS 2:1-16 La Palabra (versión española) (BLP)
Yo mismo, hermanos, cuando llegué a vuestra ciudad, no os anuncié el proyecto salvador de Dios con alardes de sabiduría o elocuencia. Decidí que entre vosotros debía ignorarlo todo, a excepción de Cristo crucificado; así que me presenté ante vosotros sin recursos y temblando de miedo. Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu con su poder quien os convencía, de modo que vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios. Sin embargo, también nosotros disponemos de una sabiduría para los formados en la fe; una sabiduría que no pertenece a este mundo ni a los poderes perecederos que gobiernan este mundo; una sabiduría divina, misteriosa, escondida, destinada por Dios, desde antes de todos los tiempos, a constituir nuestra gloria. Ninguno entre los poderosos de este mundo ha llegado a conocer tal sabiduría, pues, de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero según dice la Escritura: Lo que jamás vio ojo alguno, lo que ningún oído oyó, lo que nadie pudo imaginar que Dios tenía preparado para aquellos que lo aman, eso es lo que Dios nos ha revelado por medio del Espíritu. Pues el Espíritu todo lo sondea, incluso lo más profundo de Dios. ¿Quién, en efecto, conoce lo íntimo del ser humano, sino el mismo espíritu humano que habita en su interior? Lo mismo pasa con las cosas de Dios: solo el Espíritu divino las conoce. En cuanto a nosotros, no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para poder así reconocer los dones que Dios nos ha otorgado. Esto es precisamente lo que expresamos con palabras que no están inspiradas por el saber humano, sino por el Espíritu. Y así acomodamos las cosas espirituales a los que poseen el Espíritu. La persona mundana es incapaz de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque solo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas estas cosas. En cambio, la persona animada por el Espíritu puede emitir juicio sobre todo, sin que ella esté sujeta al juicio de nadie. Porque ¿quién conoce el modo de pensar del Señor hasta el punto de poder darle lecciones? ¡Ahora bien, nosotros estamos en posesión del modo de pensar de Cristo!
1 CORINTIOS 2:1-16 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Yo, hermanos, cuando fui a hablaros del designio secreto de Dios no lo hice con palabras cultas y elevadas. Entre vosotros no quise saber de otra cosa que de Jesucristo y, más exactamente, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante vosotros débil y temblando de miedo, y cuando os hablé y os prediqué el mensaje no utilicé palabras cultas para convenceros. Al contrario, os convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, para que vuestra fe dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres. Sin embargo, entre los que ya han alcanzado la madurez en la fe utilizamos el lenguaje de la sabiduría. Pero no de la sabiduría propia de este mundo y de quienes lo gobiernan, que pronto van a desaparecer. Se trata más bien de la sabiduría secreta de Dios, del secreto designio que Dios, desde antes de crear el mundo, ha dispuesto para nuestra gloria. Eso no lo han entendido los gobernantes de este mundo, pues si lo hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero, como se dice en la Escritura: “Dios ha preparado para los que le aman cosas que nadie ha visto ni oído y ni siquiera pensado.” Estas son las cosas que Dios nos ha manifestado por medio del Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las cosas más profundas de Dios. ¿Quién entre los hombres puede saber lo que hay en el corazón del hombre, sino el espíritu que está en el interior del hombre? De la misma manera, solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos las cosas que Dios en su bondad nos ha dado. Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, y no con palabras que hayamos aprendido por nuestra propia sabiduría. Y así explicamos las cosas espirituales con términos espirituales. El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente. En cambio, aquel que tiene el Espíritu puede juzgar todas las cosas y nadie puede juzgarlo a él. Pues las Escrituras dicen: “¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá instruirle?” Sin embargo, nosotros tenemos la mente de Cristo.
1 CORINTIOS 2:1-16 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse más bien, estando entre vosotros, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado. Es más, me presenté ante vosotros con tanta debilidad que temblaba de miedo. No os hablé ni os prediqué con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe no dependiera de la sabiduría humana, sino del poder de Dios. En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada. Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad. Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman». Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales. El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque «¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?» Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.