1 REYES 3:5-27
1 REYES 3:5-27 La Palabra (versión española) (BLP)
Por la noche el Señor se apareció allí en sueños a Salomón y le dijo: —Pídeme lo que quieras. Salomón respondió: —Tú trataste a tu siervo, mi padre David, con especial favor, pues él actuó siempre ante ti con fidelidad, justicia y rectitud de corazón; además, le has mantenido ese especial favor dándole un hijo que hoy se sienta en su trono. Efectivamente, Señor Dios mío, tú has hecho rey a este tu siervo, como sucesor de mi padre David, aunque soy muy joven e inexperto. Tu siervo vive en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso, que no se puede contar ni calcular. Dale a tu siervo un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién es capaz de gobernar a un pueblo tan importante como el tuyo? Al Señor le agradó que Salomón le pidiera eso y le dijo: —Ya que me has pedido eso y no me has pedido larga vida, riquezas o la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para administrar justicia, te concedo lo que me has pedido: un corazón sabio y prudente, como nadie lo ha tenido antes de ti ni lo tendrá después. Y te concedo también lo que no has pedido: riquezas y fama tales como no las tendrá rey alguno mientras tú vivas. Y si cumples mi voluntad y guardas mis instrucciones y mandatos, como hizo tu padre David, te daré larga vida. Salomón se despertó y comprendió que había sido un sueño. Luego volvió a Jerusalén, se presentó ante el Arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invitó al banquete a todos sus cortesanos. Un día acudieron al rey dos prostitutas. Se presentaron ante él y una de ellas le dijo: —Majestad, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Yo di a luz, estando ella en casa, y tres días después ella también dio a luz. Estábamos nosotras solas, no había nadie con nosotras en casa: solo estábamos nosotras dos. Una noche murió el hijo de esta mujer, porque se durmió encima de él. Entonces ella se levantó de noche y, mientras yo estaba dormida, tomó a mi hijo de mi lado, lo acostó a su lado y luego puso junto a mí a su hijo muerto. Cuando me levanté por la mañana a dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo observé atentamente y descubrí que ese no era el hijo que yo había dado a luz. La otra mujer replicó: —¡No! Mi hijo es el vivo y el tuyo, el muerto. Pero la primera insistía: —¡No! Tu hijo es el muerto y el mío, el vivo. Y se pusieron a discutir delante del rey. Entonces el rey dijo: —Una dice: «Mi hijo es este, el que está vivo, y el tuyo es el muerto». Y la otra replica: «No, tu hijo es el muerto y mi hijo, el vivo». Y añadió: —Traedme una espada. Le llevaron una espada y el rey ordenó: —Partid en dos al niño vivo y dadle una mitad a una y la otra mitad a la otra. Entonces la madre del niño vivo, profundamente angustiada por su hijo, suplicó al rey: —Majestad, dadle a ella el niño vivo. ¡No lo matéis! La otra, en cambio, decía: —¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan! Entonces el rey sentenció: —Dadle a aquella mujer el niño vivo y no lo matéis, porque esa es su madre.
1 REYES 3:5-27 Reina Valera 2020 (RV2020)
Una noche, en Gabaón, el Señor se le apareció en sueños a Salomón y le dijo: —Pide lo que quieras que yo te dé. Salomón le respondió: —Tú has tenido gran misericordia con tu siervo David, mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia y rectitud de corazón para contigo. Tú le has reservado esta tu gran misericordia, al darle un hijo que se sentara en su trono, como sucede en este día. Ahora pues, Señor, Dios mío, tú me has hecho rey a mí, tu siervo, en lugar de David, mi padre. Reconozco que soy muy joven, y que muchas veces no sé qué hacer. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar por su multitud incalculable. Concede, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo bueno y lo malo, pues ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande? Al Señor le agradó que Salomón pidiera esto. Y le dijo Dios: —Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, voy a obrar conforme a tus palabras: Te he dado un corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. También te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. Y si andas en mis caminos, es decir, guardas mis preceptos y mis mandamientos, como anduvo tu padre David, yo alargaré tus días. Cuando Salomón despertó, comprendió que había sido un sueño. Luego fue a Jerusalén y se presentó delante del arca del pacto del Señor, sacrificó holocaustos y ofreció sacrificios de paz. También ofreció un banquete a todos sus siervos. En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras y se presentaron ante él. Una de ellas dijo: —¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer habitábamos en una misma casa, y yo di a luz mientras estaba con ella en la casa. Aconteció que al tercer día de dar yo a luz, esta dio a luz también, y habitábamos nosotras juntas; ningún extraño estaba en la casa, fuera de nosotras dos. Una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. Ella se levantó a medianoche y quitó a mi hijo de mi lado, mientras yo, tu sierva, estaba durmiendo; lo puso a su lado y colocó al lado mío a su hijo muerto. Cuando me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, encontré que estaba muerto; pero lo observé por la mañana y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces la otra mujer dijo: —No; mi hijo es el que vive y tu hijo es el que ha muerto. —No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive —volvió a decir la otra. Así discutían delante del rey. El rey entonces dijo: —Esta afirma: «Mi hijo es el que vive y tu hijo es el que ha muerto»; la otra dice: «No, el tuyo es el muerto y mi hijo es el que vive». Y añadió el rey: —Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo: —Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra. Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo): —¡Ah, señor mío! Dad a esta el niño vivo, y no lo matéis. —Ni para mí ni para ti; partidlo —dijo la otra. Entonces el rey respondió: —Entregad a aquella el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre.
1 REYES 3:5-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Una noche, en Gabaón, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.” Salomón respondió: “Tú trataste con gran bondad a mi padre, tu siervo David, pues él se condujo delante de ti con lealtad, justicia y rectitud de corazón para contigo. Por eso le trataste con tanta bondad y le concediste que un hijo suyo se sentara en su trono, como ahora ha sucedido. Tú, Señor y Dios mío, me has puesto para que reine en lugar de David, mi padre, aunque yo soy un muchacho joven y sin experiencia. Pero estoy al frente del pueblo que tú escogiste: un pueblo tan grande que, por su multitud, no puede contarse ni calcularse. Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?” Al Señor le agradó que Salomón le hiciera tal petición, y le dijo: “Porque me has pedido esto y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oir y gobernar, voy a hacer lo que me has pedido: yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti. Además te doy riquezas y esplendor, cosas que no pediste, de modo que en toda tu vida no haya otro rey como tú. Y si haces mi voluntad, y cumples mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, tu padre, te concederé una larga vida.” Al despertar, Salomón se dio cuenta de que había sido un sueño. Y cuando llegó a Jerusalén, se presentó ante el arca del pacto del Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de reconciliación. Después dio un banquete a todos sus funcionarios. Por aquel tiempo fueron a ver al rey dos prostitutas. Cuando se hallaron en su presencia, una de ellas dijo: –¡Ay, Majestad! Esta mujer y yo vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando ella conmigo en casa. A los tres días de dar a luz, también dio a luz esta mujer. Estábamos las dos solas. No había ninguna persona extraña en casa con nosotras; solo estábamos nosotras dos. Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se acostó sobre él. Entonces se levantó a medianoche, mientras yo estaba dormida, quitó de mi lado a mi hijo, lo acostó con ella y puso junto a mí a su hijo muerto. Por la mañana, cuando me levanté para dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo miré, y me di cuenta de que aquel no era el hijo que yo había dado a luz. La otra mujer dijo: –No, mi hijo es el que está vivo, y el tuyo es el muerto. Pero la primera respondió: –No, tu hijo es el muerto, y mi hijo el que está vivo. Así estuvieron discutiendo delante del rey. Entonces el rey se puso a pensar: “La una dice que su hijo es el que vive y que el muerto es de la otra, y la otra dice exactamente lo contrario” Luego ordenó: –¡Traedme una espada! Cuando le llevaron la espada al rey, ordenó: –Partid en dos al niño vivo y dadle la mitad a cada una. Pero la madre del niño vivo se angustió profundamente por su hijo, y suplicó al rey: –¡Por favor! ¡No mate Su Majestad al niño! ¡Mejor es que se lo dé a esta mujer! Pero la otra dijo: –Ni para mí ni para ti. ¡Que lo partan! Entonces intervino el rey y ordenó: –Entregad a aquella mujer el niño vivo. No lo matéis, porque ella es su verdadera madre.
1 REYES 3:5-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
y allí mismo se le apareció el SEÑOR en un sueño, y le dijo: ―Pídeme lo que quieras. Salomón respondió: ―Tú trataste con mucho amor a tu siervo David, mi padre, pues se condujo delante de ti con lealtad y justicia, y con un corazón recto. Y, como hoy se puede ver, has reafirmado tu gran amor al concederle que un hijo suyo le suceda en el trono. »Ahora, SEÑOR mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?» Al Señor le agradó que Salomón hubiera hecho esa petición, de modo que le dijo: ―Como has pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos, sino discernimiento para administrar justicia, voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después. Además, aunque no me lo has pedido, te daré tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida ningún rey podrá compararse contigo. Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como hizo tu padre David, te daré una larga vida. Cuando Salomón se despertó y se dio cuenta del sueño que había tenido, regresó a Jerusalén. Se presentó ante el arca del pacto del Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Luego ofreció un banquete para toda su corte. Tiempo después, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey. Una de ellas le dijo: ―¡Oh señor mío! Esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Mientras ella estaba allí conmigo, yo di a luz, y a los tres días también ella dio a luz. No había en la casa nadie más que nosotras dos. Pues bien, una noche esta mujer se acostó encima de su hijo, y el niño murió. Pero ella se levantó a medianoche, mientras yo dormía y, tomando a mi hijo, lo acostó junto a ella y puso a su hijo muerto a mi lado. Cuando amaneció, me levanté para amamantar a mi hijo, ¡y me di cuenta de que estaba muerto! Pero, al clarear el día, lo observé bien y pude ver que no era el hijo que yo había dado a luz. ―¡No es cierto! —exclamó la otra mujer—. ¡El niño que está vivo es el mío, y el muerto es el tuyo! ―¡Mientes! —insistió la primera—. El niño muerto es el tuyo, y el que está vivo es el mío. Y se pusieron a discutir delante del rey. El rey deliberó: «Una dice: “El niño que está vivo es el mío, y el muerto es el tuyo”. Y la otra dice: “¡No es cierto! El niño muerto es el tuyo, y el que está vivo es el mío”». Entonces ordenó: ―Traedme una espada. Cuando se la trajeron, dijo: ―Partid en dos al niño que está vivo, y dadle una mitad a esta y la otra mitad a aquella. La verdadera madre, angustiada por su hijo, le dijo al rey: ―¡Por favor, señor mío! ¡Dale a ella el niño que está vivo, pero no lo mates! En cambio, la otra exclamó: ―¡Ni para mí ni para ti! ¡Que lo partan! Entonces el rey ordenó: ―No lo matéis. Entregadle a la primera el niño que está vivo, pues ella es la madre.