1 PEDRO 3:3-6
1 PEDRO 3:3-6 Reina Valera 2020 (RV2020)
Que vuestra belleza no dependa de lo exterior, como peinados llamativos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino de lo íntimo, del corazón, del adorno incorruptible de un espíritu afable y sereno, ya que este tipo de belleza es muy apreciada por Dios. Así era como se adornaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios y eran sumisas a sus maridos. Sara, por ejemplo, obedecía a Abrahán y lo llamaba señor. De ella habéis llegado vosotras a ser hijas, si hacéis el bien y no os dejáis intimidar por nada.
1 PEDRO 3:3-6 La Palabra (versión española) (BLP)
No os preocupe tanto el adorno exterior —peinados llamativos, joyas valiosas, vestidos lujosos— cuanto el interior, el del corazón: el adorno incorruptible de un espíritu apacible y sereno, que es la auténtica belleza a los ojos de Dios. Así se engalanaban antaño aquellas santas mujeres que habían puesto su esperanza en Dios: mostrándose respetuosas con sus maridos. Buen ejemplo el de Sara, que obedecía a Abrahán llamándole «señor»; vosotras seréis hijas suyas, si hacéis el bien sin dejaros intimidar por nada.
1 PEDRO 3:3-6 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Que vuestro adorno no consista en cosas externas, como peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino en lo íntimo del corazón, en la belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo. Esta belleza vale mucho delante de Dios. Ese era también, en tiempos antiguos, el adorno de las mujeres santas: confiaban en Dios y se sometían a sus maridos. Así fue Sara, que obedeció a Abraham y lo llamó “mi señor”. Y vosotras sois hijas de ella, si hacéis el bien y no tenéis miedo por nada.
1 PEDRO 3:3-6 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Que vuestra belleza no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que vuestra belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios. Así se adornaban en tiempos antiguos las mujeres santas que esperaban en Dios, cada una sumisa a su esposo. Tal es el caso de Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Vosotras sois hijas de ella si hacéis el bien y vivís sin ningún temor.