1 SAMUEL 13:1-22
1 SAMUEL 13:1-22 La Palabra (versión española) (BLP)
Saúl era un hombre joven cuando comenzó a reinar, y habiendo reinado algunos años sobre Israel escogió a tres mil israelitas: dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y otros mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto de la gente la envió a sus casas. Jonatán derrotó a la guarnición filistea que había en Guibeá y los filisteos se enteraron. Entonces Saúl hizo sonar el cuerno en todo el país para que también se enteraran los hebreos. Y todo Israel se enteró de que Saúl había derrotado a la guarnición filistea acarreándose con ello Israel el odio de los filisteos. Entonces la gente se reunió con Saúl en Guilgal. A su vez, los filisteos se concentraron para luchar contra Israel con tres mil carros, seis mil jinetes y una infantería tan numerosa como la arena de las playas. Luego subieron a acampar en Micmás, al este de Bet-Avén. Los israelitas, al sentirse acosados, se vieron en peligro y fueron a esconderse en cuevas y cavernas, entre riscos o en sótanos y aljibes. Algunos hebreos cruzaron el Jordán hacia la región de Gad y Galaad. Saúl resistía en Guilgal, mientras toda su tropa estaba acobardada. Saúl esperó siete días, el plazo fijado por Samuel, pero Samuel no llegaba a Guilgal y la gente comenzaba a desertar. Entonces Saúl ordenó: —Traedme el holocausto y los sacrificios de comunión. Y Saúl ofreció el holocausto. Cuando terminaba de ofrecerlo, llegó Samuel, y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. Samuel le preguntó: —¿Qué has hecho? Y Saúl contestó: —Cuando vi que la gente desertaba, que tú no venías en el plazo acordado y que los filisteos se concentraban en Micmás, pensé que los filisteos me iban a atacar en Guilgal sin haber podido aplacar al Señor, y me vi obligado a ofrecer el holocausto. Samuel dijo a Saúl: —¡Has perdido el juicio! Si hubieras guardado el precepto que el Señor tu Dios te impuso, el Señor habría consolidado para siempre tu reinado sobre Israel. Pero ahora tu reinado no durará. El Señor se ha buscado un hombre de su confianza para convertirlo en jefe de su pueblo, puesto que no has cumplido lo que te ordenó. Y Samuel se puso en camino para subir desde Guilgal hasta Guibeá de Benjamín. Saúl pasó revista a la gente que le quedaba: eran unos seiscientos. Saúl, su hijo Jonatán y la gente que los acompañaba se establecieron en Guibeá de Benjamín, mientras que los filisteos acamparon en Micmás. Del campamento filisteo salió un destacamento de castigo dividido en tres patrullas: una se dirigió hacia Ofrá, hacia la región de Sual; otra se dirigió hacia Bet Jorón y la tercera se dirigió hacia la frontera que domina el valle de Seboín, hacia el desierto. En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no querían que los hebreos forjasen espadas o lanzas. Y todos los israelitas tenían que acudir a los filisteos para aguzar cada uno su reja, su azada, su hacha y su hoz. Afilar rejas o azadas costaba dos tercios de siclo y un tercio afilar hachas o arreglar aguijadas. Por eso, el día del combate ninguno de los que acompañaban a Saúl y a Jonatán tenían espadas y lanzas. Solo las tenían Saúl y su hijo Jonatán.
1 SAMUEL 13:1-22 Reina Valera 2020 (RV2020)
Había ya reinado Saúl un año, y cuando llevaba dos años de mandato sobre Israel, escogió a tres mil hombres de Israel; estaban con Saúl dos mil en Micmas y en el monte de Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín, y envió al resto del pueblo cada uno a sus tiendas. Jonatán atacó a la guarnición de los filisteos que estaba en el collado, y lo supieron los filisteos. Entonces Saúl hizo tocar trompeta por todo el país, y dijo: —¡Que oigan los hebreos! Cuando todo Israel supo que se decía: «Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos», y también que Israel se había hecho odioso a los filisteos, se reunió el pueblo con Saúl en Gilgal. Se concentraron entonces los filisteos para pelear contra Israel: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén. Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en peligro (porque el pueblo estaba en grave aprieto), se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Algunos de los hebreos pasaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo temblaba mientras iba tras él. Esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había fijado, pero Samuel no llegaba a Gilgal, y el pueblo se desbandaba. Entonces dijo Saúl: —Traedme el holocausto y las ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Cuando él acababa de ofrecer el holocausto, vio a Samuel que venía; y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. Samuel dijo: —¿Qué has hecho? Saúl respondió: —Porque vi que el pueblo se desbandaba y que tú no venías dentro del plazo señalado, mientras los filisteos estaban ya concentrados en Micmas, me dije: «Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal y yo no he implorado el favor del Señor». Así que me vi forzado a ofrecer el holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: —Locamente has actuado; si hubieras guardado el mandamiento que el Señor, tu Dios, te había ordenado, el Señor habría confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Pero ahora tu reino no será duradero. El Señor se ha buscado un hombre conforme a su corazón, al cual ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que el Señor te mandó. Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín. Saúl contó la gente que se hallaba con él, y eran como seiscientos hombres. Saúl, su hijo Jonatán, y el pueblo que con ellos se hallaba, se quedaron en Gabaa de Benjamín, mientras los filisteos acampaban en Micmas. Entonces salió una avanzada del campamento de los filisteos en tres escuadrones; un escuadrón marchaba por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual, otro escuadrón marchaba hacia Bet-horón, y el tercer escuadrón marchaba hacia la región que mira al valle de Zeboim, hacia el desierto. En toda la tierra de Israel no se hallaba herrero, porque los filisteos habían dicho: «Para que los hebreos no hagan espada o lanza». Por lo cual todos los de Israel tenían que acudir a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz. El precio era unos ocho gramos de plata por las rejas de arado y por los azadones, y tres gramos más por afilar las hachas y por arreglar las aguijadas. Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o una lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían.
1 SAMUEL 13:1-22 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Saúl era mayor de edad cuando comenzó a reinar en Israel; y cuando llevaba ya algunos años reinando, escogió tres mil soldados entre los israelitas. Dos mil se quedaron con él en Micmás y en los montes de Betel, y los otros mil se quedaron con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto de la gente, Saúl le ordenó volver a casa. Jonatán acabó con la guarnición filistea que estaba en Guibeá, y los filisteos lo supieron. Entonces Saúl mandó tocar la trompeta en todo el país, para poner sobre aviso a los hebreos. Todos los israelitas supieron que Saúl había acabado con la guarnición filistea y que por eso los filisteos aborrecían a los israelitas, así que el ejército se reunió con Saúl en Guilgal. Los filisteos, a su vez, se juntaron para luchar contra los israelitas. Tenían treinta mil carros de combate, seis mil soldados de caballería y una infantería tan numerosa como la arena del mar. Luego se dirigieron a Micmás y establecieron su campamento allí, al oriente de Bet-avén. Los israelitas se vieron en un grave aprieto, pues de tal manera fueron atacados por los filisteos, que tuvieron que esconderse en cuevas y hoyos, y entre las peñas, y en zanjas y pozos. Muchos de ellos cruzaron el Jordán, hacia la región de Gad y de Galaad; pero Saúl se quedó todavía en Guilgal, y todo su ejército le seguía lleno de miedo. Allí esperó Saúl siete días, según el plazo que le había indicado Samuel; pero Samuel no llegaba a Guilgal, y la gente comenzaba a irse. Entonces Saúl ordenó: –Traedme animales para los holocaustos y los sacrificios de reconciliación. Y él mismo ofreció el holocausto. En el momento en que Saúl acababa de ofrecer el holocausto, llegó Samuel. Entonces Saúl salió a recibirle y saludarle, pero Samuel le dijo: –¿Por qué has hecho eso? Saúl respondió: –Cuando vi que la gente comenzaba a irse, que tú no llegabas en la fecha indicada y que los filisteos estaban reunidos en Micmás, pensé que ellos bajarían a atacarme en Guilgal sin que yo me hubiera encomendado al Señor; por eso me vi en la necesidad de ofrecer yo mismo el holocausto. Samuel le contestó: –¡Lo que has hecho es una locura! Si hubieras obedecido la orden que el Señor te dio, él habría confirmado para siempre tu reinado en Israel. Pero ahora, tu reinado no permanecerá. El Señor buscará un hombre de su agrado y lo nombrará jefe de su pueblo, porque tú has desobedecido la orden que él te dio. En seguida Samuel se fue de Guilgal para continuar su camino. El resto del ejército siguió a Saúl para entablar combate, y de Guilgal llegaron a Guibeá de Benjamín. Allí contó Saúl las tropas que le acompañaban, que eran unos seiscientos hombres. Saúl, su hijo Jonatán y las tropas que iban con ellos se quedaron en Guibeá de Benjamín. Los filisteos, por su parte, acamparon en Micmás; pero tres grupos de guerrilleros filisteos salieron de su campamento: uno se dirigió hacia Ofrá, en la región de Sual; otro fue hacia Bet-horón, y el tercero hacia la colina que se eleva sobre el valle de Seboím, hacia el desierto. En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, porque los filisteos pensaban que de esa manera los hebreos no podrían fabricar espadas ni lanzas. Todos los israelitas tenían que recurrir a los filisteos para afilar cada cual su reja de arado, su azadón, su hacha o su pico. Se cobraban dos tercios de siclo por afilar rejas y azadones, y un tercio de siclo por afilar las hachas y arreglar las aguijadas. Por esa razón, ninguno de los que acompañaban a Saúl y Jonatán tenía espada o lanza el día de la batalla. Solamente ellos dos las tenían.
1 SAMUEL 13:1-22 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Saúl tenía treinta años cuando comenzó a reinar sobre Israel, y su reinado duró cuarenta y dos años. De entre los israelitas, Saúl escogió tres mil soldados; dos mil estaban con él en Micmás y en los montes de Betel, y mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del ejército Saúl lo mandó a sus hogares. Jonatán atacó la guarnición filistea apostada en Gueba, y esto llegó a oídos de los filisteos. Entonces Saúl mandó que se tocara la trompeta por todo el país, pues dijo: «¡Que se enteren todos los hebreos!» Todo Israel se enteró de esta noticia: «Saúl ha atacado la guarnición filistea, así que los israelitas se han hecho odiosos a los filisteos». Por tanto, el pueblo se puso a las órdenes de Saúl en Guilgal. Los filisteos también se juntaron para hacerle la guerra a Israel. Contaban con tres mil carros, seis mil jinetes y un ejército tan numeroso como la arena a la orilla del mar. Avanzaron hacia Micmás, al este de Bet Avén, y allí acamparon. Los israelitas se dieron cuenta de que estaban en aprietos, pues todo el ejército se veía amenazado. Por eso tuvieron que esconderse en las cuevas, en los matorrales, entre las rocas, en las zanjas y en los pozos. Algunos hebreos incluso cruzaron el Jordán para huir al territorio de Gad, en Galaad. Saúl se había quedado en Guilgal, y todo el ejército que lo acompañaba temblaba de miedo. Allí estuvo esperando siete días, según el plazo indicado por Samuel, pero este no llegaba. Como los soldados comenzaban a desbandarse, Saúl ordenó: «Traedme el holocausto y los sacrificios de comunión»; y él mismo ofreció el holocausto. En el momento en que Saúl terminaba de celebrar el sacrificio, llegó Samuel. Saúl salió a recibirlo, y lo saludó. Pero Samuel le preguntó: ―¿Qué has hecho? Y Saúl le respondió: ―Pues, como vi que la gente se desbandaba, que tú no llegabas en el plazo indicado, y que los filisteos se habían juntado en Micmás, pensé: “Los filisteos ya están a punto de atacarme en Guilgal, y ni siquiera he implorado la ayuda del SEÑOR”. Por eso me atreví a ofrecer el holocausto. ―¡Te has portado como un necio! —le replicó Samuel—. No has cumplido el mandato que te dio el SEÑOR tu Dios. El SEÑOR habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El SEÑOR ya está buscando un hombre más de su agrado y lo ha designado gobernante de su pueblo, pues tú no has cumplido su mandato. Dicho esto, Samuel se fue de Guilgal hacia Guibeá de Benjamín. Saúl pasó revista a los soldados que estaban con él, y eran unos seiscientos hombres. Él y su hijo Jonatán, junto con sus soldados, se quedaron en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos seguían acampados en Micmás. Del campamento filisteo salió una tropa de asalto dividida en tres grupos: uno de ellos avanzó por el camino de Ofra, hacia el territorio de Súal; otro, por Bet Jorón; y el tercero, por la frontera del valle de Zeboyín, en dirección al desierto. En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no permitían que los hebreos se forjaran espadas y lanzas. Por tanto, todo Israel dependía de los filisteos para que les afilaran los arados, los azadones, las hachas y las hoces. Por un arado o un azadón cobraban ocho gramos de plata, y cuatro gramos por una horqueta o un hacha, o por arreglar las aguijadas. Así que ninguno de los soldados israelitas tenía espada o lanza, excepto Saúl y Jonatán.