1 SAMUEL 22:1-23
1 SAMUEL 22:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
David partió de allí y se refugió en la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, fueron allí a reunirse con él. También se le juntaron todos los que estaban en dificultades, los que tenían deudas y los descontentos. Eran en total unos cuatrocientos hombres, y David se convirtió en su jefe. De allí se fue David a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: —Te ruego que mi padre y mi madre se queden con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí. Los llevó, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte. Pero el profeta Gad dijo a David: —No te quedes en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Entonces partió David y entró en el bosque de Haret. Saúl oyó que David y los que estaban con él habían sido vistos. Estaba Saúl sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco, sobre un alto, con la lanza en su mano, y rodeado de todos sus siervos. Y dijo Saúl a los siervos que estaban alrededor de él: —Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas, para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? ¿No ha habido quien me informara de cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni hay ninguno de vosotros que se conduela de mí y me dé a conocer cómo mi hijo ha sublevado contra mí a un siervo mío para que me aceche, tal como lo hace hoy? Entonces Doeg, el edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió: —Yo vi al hijo de Isaí llegar a Nob, adonde estaba Ahimelec hijo de Ahitob. Este consultó al Señor por él, le dio provisiones y también la espada de Goliat, el filisteo. Mandó el rey a llamar al sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob, y todos vinieron ante el rey. Y Saúl dijo: —Oye ahora, hijo de Ahitob. —Aquí me tienes, señor mío —respondió él. Saúl añadió: —¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí? Le diste pan y una espada, y consultaste a Dios por él, para que se subleve contra mí y me aceche, como lo hace en el día de hoy. Ahimelec respondió al rey: —¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, que además es yerno del rey, sirve a tus órdenes y todos lo honran en tu propia casa? ¿Acaso he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no culpe de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna cosa, grande ni pequeña, sabe de este asunto. Pero el rey respondió: —Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre. Luego dijo el rey a la gente de su guardia que estaba a su lado: —Volveos y matad a los sacerdotes del Señor; porque también la mano de ellos está con David, pues aunque sabían ellos que huía, no me lo dieron a conocer. Pero los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes del Señor. Entonces dijo el rey a Doeg: —Vuélvete y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg, el edomita, atacó a los sacerdotes y mató en aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, la pasó Saúl a filo de espada: a hombres, mujeres y niños, hasta los de pecho, y bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada. Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, pudo escapar, y huyó adonde estaba David. Abiatar notificó a David cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes del Señor. Y David le dijo: —Ya sabía yo aquel día que si estaba allí Doeg, el edomita, él se lo haría saber a Saúl. He ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre. Quédate conmigo, no temas; quien busque mi vida, buscará también la tuya; pero conmigo estarás a salvo.
1 SAMUEL 22:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)
David se marchó de allí y se refugió en la cueva de Adulán. Cuando se enteraron sus hermanos y toda su familia, bajaron hasta allí a encontrarse con él. También se le juntaron todos los que estaban en dificultades, los que tenían deudas y los descontentos. Eran en total unos cuatrocientos, y David se convirtió en su jefe. Luego marchó a Mispá de Moab y le dijo al rey de Moab: —Deja que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí. David los llevó ante el rey de Moab y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio. El profeta Gad dijo a David: —No te quedes en el refugio. Vete y entra en territorio de Judá. Entonces David se marchó y se adentró en el bosque de Járet. Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco del santuario, con su lanza en la mano y rodeado de todos sus servidores. Cuando se enteró de que David y sus hombres habían sido vistos, dijo a sus servidores: —Escuchadme, benjaminitas. ¿Acaso creéis que el hijo de Jesé os repartirá también a todos vosotros campos y viñas y que os nombrará a todos jefes y oficiales de su ejército? Todos vosotros habéis conspirado contra mí, pues nadie me ha informado del pacto de mi hijo con el hijo de Jesé y ninguno de vosotros se preocupa por mí, ni me informa de que mi hijo ha instigado a un siervo mío para atentar contra mí, como sucede ahora. Doeg, el edomita, que se hallaba entre los servidores de Saúl, intervino diciendo: —Yo vi al hijo de Jesé cuando fue a Nob a ver a Ajimélec, el hijo de Ajitub. Ajimélec consultó al Señor por él y además le dio víveres y la espada de Goliat, el filisteo. El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, el hijo de Ajitub, y a todos sus familiares, sacerdotes en Nob. Cuando todos llegaron ante el rey, Saúl dijo: —Escúchame, hijo de Ajitub. Él respondió: —Aquí me tienes, majestad. Saúl le preguntó: —¿Por qué tú y el hijo de Jesé habéis conspirado contra mí? Tú le has dado pan y una espada y has consultado al Señor por él, para que se subleve y atente contra mí, como sucede ahora. Ajimélec respondió al rey: —Entre todos tus servidores no hay ninguno tan leal como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia y tratado con honores en tu palacio. Y tampoco aquella fue la primera vez que consulté a Dios por él. ¡Lejos de mí ofender al rey! Por tanto, que el rey no acuse a su siervo ni a toda su familia, porque tu siervo no sabía absolutamente nada de todo este asunto. El rey le dijo: —Te aseguro, Ajimélec, que tú y toda tu familia vais a morir. Luego dijo a los de su guardia personal: —Acercaos y matad a los sacerdotes del Señor, porque también ellos han ayudado a David: sabían que estaba huyendo y no me lo hicieron saber. Pero los servidores del rey no se atrevieron a poner sus manos sobre los sacerdotes del Señor. Entonces el rey dijo a Doeg: —Acércate tú y mata a los sacerdotes. Doeg, el edomita, se acercó y mató personalmente a los sacerdotes. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. En Nob, la ciudad de los sacerdotes, mató a filo de espada a hombres y mujeres, muchachos e incluso niños de pecho. También mató bueyes, asnos y ovejas. Solo escapó un hijo de Ajimélec, el hijo de Ajitub, llamado Abiatar que huyó en busca de David. Y Abiatar informó a David de que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor. David le dijo: —Ya me di cuenta aquel día de que estaba allí Doeg, el edomita, y que le contaría todo a Saúl. Yo soy el responsable de la muerte de toda la familia de tu padre. Quédate conmigo y no tengas miedo, pues quien atente contra tu vida, atentará contra la mía; y conmigo estarás a salvo.
1 SAMUEL 22:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
David se fue de allí y huyó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y todos sus parientes lo supieron, fueron a reunirse con él. También se le unieron todos los oprimidos, todos los que tenían deudas y todos los descontentos, y David fue hecho su capitán. Los que andaban con él eran como cuatrocientos hombres. Desde allí, David se dirigió a Mispá, en Moab, y dijo al rey de Moab: –Te ruego que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo. Y así David llevó a sus padres ante el rey de Moab, y vivieron con él todo el tiempo que David estuvo en la fortaleza. Entonces Gad, el profeta, aconsejó a David: –No te quedes en la fortaleza. Ponte en camino y vete a la región de Judá. Así pues, David se fue y llegó al bosque de Héret. Mientras tanto, Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco del santuario, con su lanza en la mano y rodeado de todos sus oficiales. Y cuando se enteró de que David y sus hombres habían sido localizados, dijo a los oficiales que le rodeaban: –Hombres de Benjamín, escuchadme: ¿Acaso creéis que el hijo de Jesé os va a dar también a todos tierras y viñedos, y que a todos os va a nombrar comandantes y capitanes? Todos vosotros habéis conspirado contra mí, pues nadie me ha dicho que mi hijo había hecho un pacto con el hijo de Jesé. Ninguno de vosotros se ha preocupado por mí: ninguno me ha dicho que mi hijo ha puesto en contra mía a mi ayudante, para que me tienda emboscadas, como hace ahora. Doeg, el edomita, que se encontraba entre los oficiales de Saúl, respondió con estas palabras: –Yo vi al hijo de Jesé cuando fue a Nob para entrevistarse con Ahimélec, el hijo de Ahitub. Ahimélec consultó al Señor acerca de David, y le entregó provisiones y la espada de Goliat el filisteo. Entonces el rey mandó llamar al sacerdote Ahimélec y a todos los sacerdotes de Nob, que eran parientes suyos. Y cuando todos llegaron ante el rey, Saúl dijo a Ahimélec: –Escúchame bien, hijo de Ahitub. –Estoy a disposición de Su Majestad –contestó Ahimélec. Saúl le preguntó: –¿Por qué tú y el hijo de Jesé habéis conspirado contra mí? Tú le has dado pan y una espada, y has consultado a Dios acerca de David, para que se ponga en contra mía y me tienda emboscadas, como hace ahora. Ahimélec contestó al rey: –¿Quién entre todos los oficiales de Su Majestad es tan fiel como David, que además es yerno de Su Majestad y jefe de la guardia real, y tan digno de honra en palacio? ¿Acaso es la primera vez que consulto a Dios acerca de él? ¡Nada de eso! Por lo tanto, no haga Su Majestad ninguna acusación contra este servidor suyo ni contra su familia, porque su servidor no sabe ni poco ni mucho de este asunto. Pero el rey insistió: –¡Ten por seguro, Ahimélec, que tú y toda tu parentela moriréis! En seguida el rey ordenó a su guardia personal: –¡Matad a los sacerdotes del Señor! También ellos están de parte de David, pues enterados de que él estaba huyendo, no me lo hicieron saber. Pero la guardia real no se atrevió a levantar la mano contra los sacerdotes del Señor. Por lo tanto, el rey ordenó a Doeg, el edomita: –¡Mátalos tú! Entonces Doeg se lanzó contra los sacerdotes, y en aquella ocasión mató a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. Luego entró en Nob, la ciudad de los sacerdotes, y a filo de espada mató a hombres, mujeres, niños y hasta recién nacidos. También mató bueyes, asnos y ovejas. Pero uno de los hijos de Ahimélec, llamado Abiatar, logró escapar de la matanza y huyó hasta donde estaba David; y le comunicó que Saúl había asesinado a los sacerdotes del Señor. David le respondió: –Ya sabía yo que, estando allí aquel día Doeg, sin duda se lo contaría a Saúl. Yo tengo la culpa de que hayan muerto todos los miembros de tu familia. Pero quédate conmigo y no tengas miedo, pues quien quiere matarte a ti, también quiere matarme a mí. Pero conmigo estarás seguro.
1 SAMUEL 22:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
David se fue de Gat y huyó a la cueva de Adulán. Cuando sus hermanos y el resto de la familia se enteraron, fueron a verlo allí. Además, se le unieron muchos otros que estaban en apuros, cargados de deudas o amargados. Así, David llegó a tener bajo su mando a unos cuatrocientos hombres. De allí se dirigió a Mizpa, en Moab, y le pidió al rey de ese lugar: «Deja que mis padres vengan a vivir entre vosotros hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí». Fue así como dejó a sus padres con el rey de Moab, y ellos se quedaron allí todo el tiempo que David permaneció en su refugio. Pero el profeta Gad le dijo a David: «No te quedes en el refugio. Es mejor que regreses a la tierra de Judá». Entonces David se fue de allí, y se metió en el bosque de Jaret. Mientras Saúl estaba sentado a la sombra de un tamarisco que había en la colina de Guibeá, se enteró de que David y sus hombres habían sido localizados. Tenía Saúl su lanza en la mano, y lo rodeaban todos sus oficiales, a quienes les dijo: ―¡Poned atención, hombres de Benjamín! ¿También vosotros creéis que el hijo de Isaí os va a dar tierras y viñedos, y que a todos os va a nombrar jefes de mil y de cien soldados? ¡Ahora veo por qué todos vosotros conspiráis contra mí, y por qué nadie me informa del pacto que mi hijo ha hecho con el hijo de Isaí! Nadie se ha tomado la molestia de avisarme que mi propio hijo instiga a uno de mis súbditos a que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando. Doeg el edomita, que se encontraba entre los oficiales de Saúl, le dijo: ―Yo vi al hijo de Isaí reunirse en Nob con Ajimélec hijo de Ajitob. Ajimélec consultó al SEÑOR por David y le dio provisiones, y hasta le entregó la espada de Goliat. Entonces el rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec hijo de Ajitob, y a todos sus parientes, que eran sacerdotes en Nob. Cuando llegaron, Saúl le dijo: ―Escucha, hijo de Ajitob. ―Dime, mi señor —respondió Ajimélec. ―¿Por qué tú y el hijo de Isaí conspiráis contra mí? —le preguntó Saúl—. Le diste comida y una espada. También consultaste a Dios por él para que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando. Ajimélec le respondió al rey: ―¿Quién entre todos los oficiales del rey es tan fiel como tu yerno David, jefe de la guardia real y respetado en el palacio? ¿Es acaso esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto tu siervo no sabe absolutamente nada. ―¡Te llegó la hora, Ajimélec! —replicó el rey—. ¡Y no solo a ti, sino a toda tu familia! De inmediato el rey ordenó a los guardias que lo acompañaban: ―¡Matad a los sacerdotes del SEÑOR, que ellos también se han puesto de parte de David! Sabían que estaba huyendo, y sin embargo no me lo dijeron. Pero los oficiales del rey no se atrevieron a levantar la mano en contra de los sacerdotes del SEÑOR. Así que el rey le ordenó a Doeg: ―¡Pues mátalos tú! Entonces Doeg el edomita se lanzó contra ellos y los mató. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que tenían puesto el efod de lino. Luego fue a Nob, el pueblo de los sacerdotes, y mató a filo de espada a hombres y mujeres, a niños y recién nacidos, y hasta los bueyes, asnos y ovejas. Sin embargo, un hijo de Ajimélec, llamado Abiatar, logró escapar y huyó hasta encontrarse con David. Cuando le informó de que Saúl había matado a los sacerdotes del SEÑOR, David le respondió: ―Ya desde aquel día, cuando vi a Doeg en Nob, sabía yo que él le avisaría a Saúl. Yo tengo la culpa de que hayan muerto todos tus parientes. Pero no tengas miedo. Quédate conmigo, que aquí estarás a salvo. Quien quiera matarte tendrá que matarme a mí.