1 TIMOTEO 3:1-11
1 TIMOTEO 3:1-11 La Palabra (versión española) (BLP)
Es esta una palabra digna de crédito: quien aspira al episcopado, aspira a una noble tarea. Ahora bien, es preciso que el obispo sea un hombre sin tacha, marido de una sola mujer. Debe ser sobrio, equilibrado, cortés, hospitalario, con capacidad para enseñar. No ha de ser borracho ni pendenciero, sino ecuánime, pacífico y desinteresado. Que sepa gobernar bien su propia casa y educar a sus hijos con autoridad y pleno equilibrio, pues quien no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios? Que no sea un recién convertido para que no se le suba el cargo a la cabeza y se haga acreedor de la misma condenación que el diablo. Es necesario, finalmente, que goce también de buena fama entre los no creyentes, para que no incurra en descrédito ni el diablo lo atrape en sus trampas. Que los diáconos sean igualmente personas responsables, hombres de palabra, no dados al vino ni a los negocios sucios; que guarden las verdades de la fe con una conciencia limpia. Ante todo debe comprobarse su conducta y solo si son irreprochables podrán ejercer el diaconado. Del mismo modo, que también las mujeres sean responsables, no calumniadoras, sobrias y plenamente fieles.
1 TIMOTEO 3:1-11 Reina Valera 2020 (RV2020)
Esto que digo es muy cierto: si alguno aspira a ser obispo, desea una obra insigne. En ese caso conviene que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar; no dado al vino ni amigo de peleas; ni codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, pacífico y que no sea avaricioso. Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sumisión con toda honestidad; (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?). Que no sea un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga en la condenación del diablo. También es necesario que goce de buena reputación entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, moderados en el uso del vino y no codiciosos de ganancias deshonestas. Deben guardar el misterio de la fe con una conciencia limpia. Y además, estos primero deben ser sometidos a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, podrán ejercer el diaconado. Las mujeres igualmente deben ser honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
1 TIMOTEO 3:1-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Esto es muy cierto: el que aspira al obispado, a un buen trabajo aspira. Por eso, es menester que la conducta del obispo sea irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. Debe ser hospitalario y apto para enseñar. No debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico y desinteresado. Debe saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y respetuosos; porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? Por lo tanto, el obispo no debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo. También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo. Asimismo, los diáconos deben ser hombres respetables, que nunca falten a su palabra ni sean dados a emborracharse ni a desear ganancias deshonestas. Deben apegarse a la verdad revelada en la cual creemos, y mantener limpia la conciencia. Primero deberán ser sometidos a prueba, y después, si son irreprochables, podrán ejercer el diaconado. Igualmente, las mujeres deben ser respetables, no chismosas, sino serias y fieles en todo.
1 TIMOTEO 3:1-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Se dice, y es verdad, que, si alguno desea ser obispo, a noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible. Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo. Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia, para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo. Los diáconos, igualmente, deben ser honorables, sinceros, no amigos del mucho vino ni codiciosos de las ganancias mal habidas. Deben guardar, con una conciencia limpia, las grandes verdades de la fe. Que primero sean puestos a prueba, y después, si no hay nada que reprocharles, que sirvan como diáconos. Así mismo, las esposas de los diáconos deben ser honorables, no calumniadoras, sino moderadas y dignas de toda confianza.