2 CRÓNICAS 33:2-25
2 CRÓNICAS 33:2-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues practicó las mismas infamias de las naciones que el Señor había arrojado de la presencia de los israelitas: reconstruyó los santuarios en lugares altos, que Ezequías, su padre, había derribado; levantó altares a las representaciones de Baal e hizo imágenes de Asera; además adoró y rindió culto a todos los astros del cielo, y construyó altares en el propio templo del Señor, acerca del cual el Señor había dicho que sería para siempre la residencia de su nombre en Jerusalén. Levantó otros altares en los dos atrios del templo del Señor, y los dedicó a todos los astros del cielo. Además hizo quemar a sus hijos en sacrificio en el valle de Ben-hinom, practicó la invocación de los espíritus, la adivinación y la magia, y estableció el espiritismo y la hechicería. Tan malos fueron sus hechos a los ojos del Señor, que acabó por provocar su indignación. También colocó en el templo de Dios la imagen del ídolo que había hecho; en el templo, acerca del cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: “Este templo en Jerusalén, que he escogido entre todas las tribus de Israel, será para siempre la residencia de mi nombre. No volveré a desalojar a los israelitas de la tierra donde establecí a sus antepasados, con tal de que cumplan y practiquen todo lo que les he ordenado, y todas las enseñanzas, leyes y decretos que les he dado por medio de Moisés.” Pero Manasés hizo que Judá y los habitantes de Jerusalén siguieran el mal camino, y que actuaran con más perversidad que las naciones que el Señor había aniquilado ante los israelitas. El Señor habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. Por eso, el Señor trajo contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, quienes apresaron con ganchos a Manasés, lo sujetaron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. Pero cuando se halló en aflicción invocó al Señor su Dios, y se humilló profundamente ante el Dios de sus antepasados. Y cuando oró, Dios le atendió, escuchó sus súplicas e hizo que volviera a Jerusalén a hacerse cargo de su reino. Entonces comprendió Manasés que el Señor es Dios. Después de esto, Manasés construyó en la Ciudad de David, al oeste de Guihón, una muralla exterior que pasaba por el arroyo y llegaba a la puerta de los Pescados, para luego rodear a Ófel. La hizo de mucha altura. También puso mandos militares en todas las ciudades fortificadas de Judá. Además quitó del templo del Señor los dioses extranjeros y el ídolo, así como todos los altares paganos que había construido en el monte del templo y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad. Después reparó el altar del Señor, ofreció en él sacrificios de reconciliación y de acción de gracias, y ordenó a Judá que diera culto al Señor, Dios de Israel. Sin embargo, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los altares paganos, aunque los dedicaba al Señor su Dios. El resto de la historia de Manasés, su oración a Dios y las declaraciones que los profetas le hicieron en nombre del Señor, Dios de Israel, están en las crónicas de los reyes de Israel. Su oración y la respuesta que recibió, todo lo relativo a su pecado e infidelidad, y a los sitios donde construyó santuarios en lugares altos y donde puso las imágenes de Asera y los ídolos antes de humillarse ante Dios, están escritos en la historia de sus profetas. Cuando murió, lo enterraron en el jardín de su palacio. Después reinó en su lugar su hijo Amón. Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén dos años. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, como los de su padre Manasés. Ofreció sacrificios y rindió culto a todos los ídolos que su padre Manasés había hecho. Pero no se humilló ante el Señor, como lo hizo su padre Manasés, sino que acumuló más culpas. Sus oficiales conspiraron contra él, y lo asesinaron en su palacio. Pero la gente del pueblo mató a los que habían conspirado contra el rey Amón, y en su lugar hicieron reinar a su hijo Josías.
2 CRÓNICAS 33:2-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Pero hizo lo que ofende al SEÑOR, pues practicó las repugnantes ceremonias de las naciones que el SEÑOR había expulsado al paso de los israelitas. Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había derribado; además, erigió altares en honor de los baales e hizo imágenes de la diosa Aserá. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró. Construyó altares en el templo del SEÑOR, lugar del cual el SEÑOR había dicho: «En Jerusalén habitaré para siempre». En ambos atrios del templo del SEÑOR construyó altares en honor de los astros del cielo. Sacrificó en el fuego a sus hijos en el valle de Ben Hinón, practicó la magia, la hechicería y la adivinación, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al SEÑOR, provocando así su ira. Tomó la imagen del ídolo que había hecho y la puso en el templo de Dios, lugar del cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, habitaré para siempre. Nunca más arrojaré a los israelitas de la tierra en que establecí a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que les he ordenado, es decir, toda la ley, los estatutos y los mandamientos que les di por medio de Moisés». Manasés descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el SEÑOR destruyó al paso de los israelitas. El SEÑOR le habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. Por eso el SEÑOR envió contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, los cuales capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce. Estando en tal aflicción, imploró al SEÑOR, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. Oró al SEÑOR, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que solo el SEÑOR es Dios. Después de esto, Manasés construyó la muralla exterior en la Ciudad de David, la cual iba desde el oeste de Guijón, en el valle, hasta la puerta del Pescado, y rodeaba Ofel. Además, colocó jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá y sacó del templo del SEÑOR los dioses extranjeros y el ídolo, arrojando fuera de la ciudad todos los altares que había construido en el monte del templo del SEÑOR y en Jerusalén. Luego reconstruyó el altar del SEÑOR, y en él ofreció sacrificios de comunión y de acción de gracias, y le ordenó a Judá que sirviera al SEÑOR, Dios de Israel. Sin embargo, el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en los santuarios paganos, aunque se los ofrecían solo al SEÑOR su Dios. Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, incluso su oración a Dios y las palabras de los profetas que le hablaban en nombre del SEÑOR, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. Su oración y la respuesta que recibió, como también todos sus pecados y rebeldías, los sitios donde erigió santuarios paganos y colocó las imágenes de la diosa Aserá y de otros ídolos, lo cual hizo antes de su humillación, todo esto está escrito en las crónicas de Jozay. Manasés murió y fue sepultado en su palacio, y su hijo Amón le sucedió en el trono. Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años. Pero hizo lo que ofende al SEÑOR, como lo había hecho su padre Manasés, y ofreció sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre, y los adoró. Pero, a diferencia de su padre Manasés, no se humilló ante el SEÑOR, sino que multiplicó sus pecados. Los ministros de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio. A su vez, la gente mató a todos los que habían conspirado contra él, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.
2 CRÓNICAS 33:2-25 Reina Valera 2020 (RV2020)
Pero hizo lo malo ante los ojos del Señor, conforme a las abominaciones de las naciones que el Señor había echado de delante de los hijos de Israel. Porque él reedificó los lugares altos que Ezequías, su padre, había derribado; levantó altares a los baales, hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el ejército de los cielos y les rindió culto. Edificó también altares en la casa del Señor, de la cual había dicho el Señor: «En Jerusalén estará mi nombre perpetuamente». Edificó asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa del Señor. Pasó a sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom, y observaba los tiempos, confiaba en agüeros, era dado a adivinaciones y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos del Señor, hasta encender su ira. Además de esto, hizo una imagen fundida y la puso en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a su hijo Salomón: «En esta Casa y en Jerusalén, la cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre; y nunca más expulsaré a Israel de la tierra que yo entregué a sus padres, a condición de que guarden y hagan todas las cosas que yo les he mandado por medio de Moisés, esto es, toda la ley, los estatutos y los preceptos». Manasés hizo extraviar, pues, a Judá y a los habitantes de Jerusalén, para que hicieran mayores males que las naciones que el Señor había destruido delante de los hijos de Israel. Y habló el Señor a Manasés y a su pueblo, pero ellos no escucharon; por lo que el Señor trajo contra ellos a los generales del ejército del rey de los asirios, que apresaron con grilletes a Manasés, y lo llevaron atado con cadenas a Babilonia. Pero cuando se vio en angustia, oró al Señor, su Dios, y se humilló profundamente en la presencia del Dios de sus padres. Oró a él, y fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo hizo retornar a su reino en Jerusalén. Entonces reconoció Manasés que el Señor era Dios. Después de esto, edificó el muro exterior de la ciudad de David, al occidente de Gihón, en el valle, a la entrada de la puerta del Pescado, amuralló Ofel y elevó el muro muy alto. Además, puso capitanes del ejército en todas las ciudades fortificadas de Judá. Asimismo, quitó los dioses extranjeros, el ídolo de la casa del Señor, y todos los altares que había edificado en el monte de la casa del Señor y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad. Reparó luego el altar del Señor y sacrificó sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de alabanza; y ordenó a Judá que sirvieran al Señor, Dios de Israel. Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para el Señor, su Dios. Los demás hechos de Manasés, su oración a su Dios y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre del Señor, el Dios de Israel, están escritos en las actas de los reyes de Israel. Su oración y cómo fue oído, todos sus pecados y su infidelidad, los sitios donde edificó lugares altos y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillara, están escritos en las palabras de los videntes. Cuando Manasés murió fue enterrado en su palacio, y su hijo Amón le sucedió como rey. Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. Hizo lo malo ante los ojos del Señor, como había hecho Manasés, su padre; porque ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que su padre Manasés había hecho. Pero nunca se humilló delante del Señor, como se humilló Manasés, su padre; antes bien aumentó el pecado. Conspiraron contra él sus siervos y lo mataron en su casa. Pero el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
2 CRÓNICAS 33:2-25 La Palabra (versión española) (BLP)
Manasés ofendió al Señor imitando las perversiones de los pueblos que el Señor había expulsado ante los israelitas. Reconstruyó los santuarios locales de los altos que su padre Ezequías había derruido, levantó altares a los baales, erigió columnas y adoró y dio culto a todos los astros del cielo. Construyó altares en el Templo del que el Señor había dicho: «En Jerusalén estará siempre mi nombre». Levantó altares a todos los astros del cielo en los dos patios del Templo. Quemó a sus hijos en sacrificio en el valle de Ben Hinón, practicó el espiritismo, la brujería y la hechicería, instituyó nigromantes y adivinos y ofendió tanto al Señor, que provocó su indignación. Hizo una estatua idolátrica y la colocó en el Templo del que Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este Templo y en Jerusalén, mi ciudad elegida entre todas las tribus de Israel, residirá mi nombre por siempre. No volveré a dejar que Israel abandone la tierra que di a sus antepasados, con tal que guarden y cumplan todo lo que les he mandado por medio de Moisés: la ley, los preceptos y las normas». Pero Manasés indujo a Judá y a los habitantes de Jerusalén a portarse peor que las naciones que el Señor había aniquilado ante los israelitas. El Señor habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. Entonces el Señor hizo venir contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. Pero en la adversidad trató de buscar al Señor, su Dios: se humilló profundamente ante el Dios de sus antepasados, le suplicó, y Dios lo atendió, lo escuchó e hizo que regresara a Jerusalén y a su reino. Entonces Manasés reconoció que el Señor era el verdadero Dios. Luego reconstruyó la muralla exterior de la Ciudad de David, al oeste del torrente Guijón hasta la puerta del Pescado, rodeando el Ófel, y la elevó considerablemente. Además, puso jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá. Retiró del Templo los dioses extranjeros y el ídolo, así como todos los altares que había levantado en el monte del Templo y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad. Restauró el altar del Señor, ofreció sobre él sacrificios de comunión y de acción de gracias, y ordenó a Judá que sirviera al Señor, Dios de Israel. Sin embargo, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios locales de los altos, aunque solo al Señor su Dios. El resto de la historia de Manasés, su oración al Señor y los oráculos de los profetas que le hablaron en nombre del Señor, está escrito en la historia de los Reyes de Israel. Su oración y la escucha divina, todos sus pecados e infidelidades, los lugares donde construyó santuarios locales y erigió columnas e ídolos antes de convertirse, están escritos en la historia de Jozay. Cuando Manasés murió fue enterrado en su palacio, y su hijo Amón le sucedió como rey. Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dos años. Amón ofendió al Señor como su padre Manasés, dando culto y ofreciendo sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre. Sin embargo, no se humilló ante el Señor, como había hecho su padre Manasés, sino que multiplicó sus culpas. Sus servidores conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio. Pero el pueblo mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón y en su lugar nombraron rey a su hijo Josías.