2 CRÓNICAS 7:1-4
2 CRÓNICAS 7:1-4 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos y consumió el holocausto y los sacrificios; y la gloria del Señor llenó la Casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa del Señor, porque la gloria del Señor la había llenado. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria del Señor sobre la Casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron al Señor: «Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre». Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron víctimas delante del Señor.
2 CRÓNICAS 7:1-4 La Palabra (versión española) (BLP)
Cuando Salomón terminó su plegaria, bajó fuego del cielo que consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria de Dios llenó el Templo. Los sacerdotes no pudieron entrar en el Templo del Señor porque su gloria lo llenaba. Cuando todos los israelitas vieron que el fuego y la gloria del Señor bajaban al Templo, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y dieron gracias al Señor, «porque es bueno y su amor no tiene fin». El rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al Señor.
2 CRÓNICAS 7:1-4 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Cuando Salomón terminó esta oración, cayó fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del Señor llenó el templo, de tal modo que los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver todos los israelitas el fuego y la gloria del Señor que bajaban sobre el templo, se arrodillaron e inclinaron hasta tocar el suelo del enlosado con la frente, y adoraron y dieron gracias al Señor, repitiendo: “Porque él es bueno, porque su amor es eterno.” Después de esto, el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al Señor.
2 CRÓNICAS 7:1-4 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del SEÑOR llenó el templo. Tan lleno de su gloria estaba el templo que los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver los israelitas que el fuego descendía y que la gloria del SEÑOR se posaba sobre el templo, cayeron de rodillas y, postrándose rostro en tierra, alabaron al SEÑOR diciendo: «Él es bueno; su gran amor perdura para siempre». Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios en presencia del SEÑOR.