Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

2 CORINTIOS 2:2-15

2 CORINTIOS 2:2-15 Reina Valera 2020 (RV2020)

Porque si yo os causo tristeza, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo entristecí? Por eso os escribí como lo hice, para que cuando llegue, no tenga que entristecerme a causa de aquellos que deberían ser mi motivo de alegría. Estaba confiado en que todos vosotros compartiríais mi alegría. Os escribí entre lágrimas, por la gran aflicción y angustia de corazón. Pero no lo hice para entristeceros; solo quería haceros saber el gran amor que os tengo. Si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado solo a mí, sino en cierto modo y sin querer exagerar, a todos vosotros. Le basta a esa persona la reprensión que muchos le habéis hecho. Así que, por el contrario, ahora más bien toca que vosotros lo perdonéis y consoléis, no vaya a ser que sea consumido por demasiada tristeza. Por lo tanto os ruego que confirméis el amor hacia él. Porque también con este propósito os escribí, para comprobar si vosotros sois obedientes en todo. Al que vosotros perdonáis yo también lo perdono, porque también yo, lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus maquinaciones. Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque el Señor me había abierto las puertas, estaba yo intranquilo por no haber encontrado allí a mi hermano Tito. Por eso, me despedí de ellos y partí para Macedonia. Pero gracias a Dios, que siempre nos hace salir triunfantes en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el aroma de su conocimiento. Porque para Dios somos fragancia de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden

2 CORINTIOS 2:2-15 La Palabra (versión española) (BLP)

Porque si yo os entristezco ¿quién podrá alegrarme a mí? ¡Tendría que ser el mismo a quien yo causé tristeza! Por eso precisamente os escribí como lo hice; para que cuando vaya a visitaros, no me causen tristeza los que deben ser fuente de gozo para mí. Tanto más cuanto que estoy convencido, en lo que a vosotros respecta, que mi alegría es también la vuestra. Os escribí, en efecto, bajo el peso de una inmensa congoja, con el corazón lleno de angustia y anegado en lágrimas. Pero no era mi intención entristeceros; solo quería haceros caer en la cuenta de que mi amor por vosotros no tiene límites. Y si alguno ha sido causa de tristeza, lo ha sido no solo para mí, sino —en parte, al menos, para no exagerar— también para todos vosotros. La mayoría de vosotros ya le ha impuesto un castigo que considero suficiente. Lo que ahora procede es que le perdonéis y lo animéis no sea que el exceso de tristeza lo empuje a la desesperación. Por eso, os recomiendo que le deis pruebas de amor. Precisamente os escribí para comprobar si estabais dispuestos a obedecerme sin reservas. A quien vosotros perdonasteis, también yo le perdono; en realidad, lo que yo he perdonado —si algo he tenido que perdonar— lo he hecho por vosotros, y el mismo Cristo es testigo. Hay que evitar que Satanás saque partido de esto, conociendo como conocemos sus ardides. Me dirigí, pues, a Troas para anunciar el mensaje de Cristo y, aunque se me ofrecía allí una magnífica oportunidad de trabajar por el Señor, mi corazón estaba sobre ascuas al no encontrar allí a Tito, mi hermano. Así que me despedí de ellos y salí para Macedonia. Gracias sean dadas a Dios, que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. Porque tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden, somos como buen olor que Cristo ofrece a Dios

2 CORINTIOS 2:2-15 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Porque si yo os entristezco, ¿quién me hará sentir alegre, de no ser vosotros, a quienes he entristecido? Por eso os escribí como lo hice, porque no quería ir para que me entristecierais vosotros, que más bien deberíais alegrarme. Estaba seguro de que todos haríais vuestra mi alegría; pero cuando os escribí esa carta me sentía tan preocupado y afligido que hasta lloraba. Sin embargo, no la escribí para causaros tristeza, sino para haceros ver cuán grande es el amor que os profeso. El que ha causado tristeza, no solo me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto también a vosotros. Y digo “hasta cierto punto” por no exagerar. El castigo que la mayoría de vosotros ha impuesto a esa persona es ya suficiente. Lo que ahora debéis hacer es perdonarle y ayudarle, no sea que tanta tristeza le lleve a la desesperación. Por eso os ruego que nuevamente le demostréis el amor que le profesáis. Ya antes os escribí sobre este asunto, precisamente para probaros y saber si estáis dispuestos a seguir mis instrucciones. Así que, a quien vosotros perdonéis algo, también yo se lo perdono. Y se lo perdono, si algo hay que perdonar, por consideración a vosotros y en presencia de Cristo. Así Satanás no se aprovechará de nosotros, pues conocemos muy bien sus mañas. Cuando llegué a la ciudad de Tróade para anunciar el evangelio de Cristo, se me presentó una gran oportunidad de trabajar por el Señor. Pero mi ánimo no estaba tranquilo, porque no encontré a nuestro hermano Tito. Por eso me despedí de ellos y me fui a Macedonia. Gracias a Dios que siempre nos lleva en el desfile victorioso de Cristo, y que por medio de nosotros da a conocer su mensaje, esparciéndolo por todas partes como un aroma agradable. Porque nosotros somos como el olor del incienso que Cristo ofrece a Dios y que se esparce tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden.

2 CORINTIOS 2:2-15 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Porque, si yo os entristezco, ¿quién me brindará alegría sino aquel a quien yo haya entristecido? Os escribí como lo hice para que, al llegar yo, los que debían alegrarme no me causaran tristeza. Estaba confiado de que todos vosotros haríais vuestra mi alegría. Os escribí con gran tristeza y angustia de corazón, y con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para daros a conocer la profundidad del amor que os tengo. Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado solo a mí; hasta cierto punto —y lo digo para no exagerar— se la ha causado a todos vosotros. Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. Más bien debierais perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso os ruego que reafirméis vuestro amor hacia él. Con este propósito os escribí: para ver si pasáis la prueba de la completa obediencia. A quien vosotros perdonéis, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a vosotros en presencia de Cristo, para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas. Ahora bien, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas. Aun así, me sentí intranquilo por no haber encontrado allí a mi hermano Tito, por lo cual me despedí de ellos y me fui a Macedonia. Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden.