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2 CORINTIOS 6:1-18

2 CORINTIOS 6:1-18 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por eso, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos a que no recibáis la gracia de Dios en vano. Porque él dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido . Ahora es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación. No damos a nadie ningún motivo de escandalo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, en todas las cosas nos comportamos como ministros de Dios, con mucha paciencia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los azotes, en las prisiones, en los alborotos, en los trabajos, en las noches sin dormir y en los días sin comer; en la pureza, en el conocimiento, en la tolerancia, en la bondad, en el Espíritu Santo, en el amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios, por medio de las armas de la justicia a diestra y a siniestra. Unos nos honran y otros nos deshonran; unos hablan mal de nosotros y otros nos elogian. Nos tildan de impostores, aunque somos hombres veraces; nos tratan como a desconocidos, aunque somos conocidos. Nos dan por muertos, pero fijaos, ¡estamos vivos! Nos han castigado, pero no nos han matado. Parecemos estar tristes, pero siempre estamos alegres; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parecemos no tener nada, pero lo tenemos todo. Corintios, os hemos hablado con franqueza; os hemos abierto nuestro corazón. Os hemos dado lugar en nosotros, sin embargo vosotros tenéis poco lugar para nosotros en vuestro corazón. ¡Correspondednos del mismo modo! Os hablo como si fuerais mis hijos. Abríos también vosotros. No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué tienen en común la justicia con la injusticia? ¿Y qué tienen en común la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial? ¿O qué tiene en común el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo . Por lo cual, Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo. Entonces yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso .

2 CORINTIOS 6:1-18 La Palabra (versión española) (BLP)

Puesto que somos colaboradores de Dios, os exhortamos a que no echéis a perder su gracia. Es Dios mismo quien dice: Tengo un tiempo propicio para escucharte, un día en que acudiré en tu ayuda para salvarte. Pues bien, este es el tiempo propicio, este es el día de la salvación. En cuanto a nosotros, procuramos no dar a nadie motivos para desacreditar nuestro ministerio. Al contrario, en todo momento nos hemos comportado como servidores de Dios. Es mucho lo que hemos debido soportar: sufrimientos, dificultades, estrecheces, golpes, prisiones, tumultos, trabajos agotadores, noches sin dormir y días sin comer. Añádase nuestra limpieza de vida, nuestro conocimiento de Dios, nuestra entereza de ánimo, nuestra bondad; y también la acción del Espíritu, nuestro amor sin doblez, la verdad que anunciamos y el poder de Dios. Tanto para atacar como para defendernos, empuñamos las armas que nos proporciona el poder salvador de Dios. Unos nos ensalzan y otros nos desprecian; unos nos difaman y otros nos alaban: nos consideran impostores, siendo así que proclamamos la verdad. Nos tratan como a desconocidos, pese a que somos bien conocidos; nos ponen en trance de muerte, pero seguimos con vida; nos castigan, pero sin que la muerte nos alcance. Nos imaginan tristes, y estamos siempre alegres; parecemos pobres, y enriquecemos a muchos; damos la impresión de no tener nada, y lo tenemos todo. Acabo de desahogarme con vosotros, corintios, y es como si el corazón se me hubiera ensanchado. No ha sido mezquino mi amor; el vuestro, en cambio, sí lo ha sido. Ensanchad también vuestro corazón —como a hijos os lo pido— y corresponded a mi amor. No os asociéis con los incrédulos formando una pareja desigual. ¿Acaso tiene algo que ver la rectitud con la maldad? ¿Tienen algo en común la luz y las tinieblas? ¿Qué acuerdo puede haber entre Cristo y Satanás? ¿Qué relación entre el creyente y el incrédulo? ¿Puede haber algo en común entre el templo de Dios y los ídolos? Pues nosotros somos templos de Dios viviente. Así lo ha dicho Dios mismo: Habitaré y caminaré en medio de ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por tanto: Salid de entre esas gentes y apartaos de ellas —dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré. Seré padre para vosotros y vosotros seréis mis hijos e hijas, —dice el Señor todopoderoso.

2 CORINTIOS 6:1-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Como colaboradores, pues, en la obra de Dios, os rogamos que no desaprovechéis la bondad que Dios os ha mostrado. Porque él dice en las Escrituras: “En el momento oportuno te escuché; en el día de la salvación te ayudé.” Y ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación! En nada damos mal ejemplo a nadie, para que nuestro trabajo no caiga en descrédito. Al contrario, en todo damos muestras de que somos siervos de Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las estrecheces, los azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el hambre. También lo demostramos por la pureza de nuestra vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros. Nos servimos de las armas de la rectitud, tanto para el ataque como para la defensa. Unas veces se nos honra y otras se nos ofende. Unas veces se habla bien de nosotros y otras se habla mal. Nos tratan como a mentirosos, pese a que decimos la verdad. Nos tratan como a desconocidos, pese a que somos bien conocidos. Estamos casi muertos, pero seguimos viviendo; nos castigan, pero no nos matan. Parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; parecemos pobres, pero hemos enriquecido a muchos; parece que no tenemos nada, pero lo tenemos todo. Hermanos corintios, os hemos hablado con toda franqueza. Os hemos abierto de par en par nuestro corazón. No tenemos con vosotros ninguna clase de reservas; sois vosotros quienes tenéis reservas con nosotros. Por eso os ruego, como un padre ruega a sus hijos, que seáis francos conmigo de la misma manera que yo lo he sido con vosotros. No os unáis en un mismo yugo con los que no creen, pues ¿qué tienen en común la justicia y la injusticia? ¿O qué unión puede haber entre la luz y la oscuridad? No puede haber armonía entre Cristo y Belial ni entre un creyente y un incrédulo. No puede haber nada en común entre el templo de Dios y los ídolos. Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como él mismo dijo: “Viviré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” Por eso también dice el Señor: “Salid de en medio de ellos, y apartaos; no toquéis nada impuro. Entonces yo os recibiré y seré un Padre para vosotros, y vosotros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Señor todopoderoso.”

2 CORINTIOS 6:1-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Nosotros, colaboradores de Dios, os rogamos que no recibáis su gracia en vano. Porque él dice: «En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé». Os digo que este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación! Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio. Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en sufrimientos, privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre. Servimos con pureza, conocimiento, constancia y bondad; en el Espíritu Santo y en amor sincero; con palabras de verdad y con el poder de Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas; por honra y por deshonra, por mala y por buena fama; veraces, pero tenidos por engañadores; conocidos, pero tenidos por desconocidos; como moribundos, pero aún con vida; golpeados, pero no muertos; aparentemente tristes, pero siempre alegres; pobres en apariencia, pero enriqueciendo a muchos; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo. Hermanos corintios, os hemos hablado con toda franqueza; os hemos abierto de par en par nuestro corazón. Nunca os hemos negado nuestro afecto, pero vosotros sí nos negáis el vuestro. Para corresponder del mismo modo —os hablo como si fuerais mis hijos—, ¡abrid también vuestro corazón de par en par! No forméis yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo». Por tanto, el Señor añade: «Salid de en medio de ellos y apartaos. No tocad nada impuro, y yo os recibiré». «Yo seré un padre para vosotros, y vosotros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso».