Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

2 CORINTIOS 7:2-16

2 CORINTIOS 7:2-16 La Palabra (versión española) (BLP)

Hacednos un hueco en vuestro corazón. A nadie agraviamos, a nadie arruinamos, a nadie explotamos. Y con esto no pretendo recriminaros, pues ya os he dicho que, en vida o en muerte, os llevo en el corazón. Tengo puesta en vosotros toda mi confianza y es tanto el orgullo que siento por vosotros, que estoy rebosante de ánimo y de alegría a pesar de todas las penalidades. Cuando llegué a Macedonia tampoco pude disfrutar del más mínimo sosiego; las tribulaciones me acosaban por doquier: por fuera los conflictos, por dentro el miedo. Pero Dios, que conforta a los humildes, me reanimó también a mí con la presencia de Tito. Y no fue solo su presencia, fue sobre todo el conocer cómo le habíais animado y reconfortado. Él me habló de vuestra añoranza por verme, de vuestro arrepentimiento, de vuestra preocupación por mí. Esto me hizo todavía más feliz. No me pesa haberos causado tristeza con mi carta. Hubo, sí, un momento en que lo sentí, al darme cuenta de que aquella carta os entristeció, aunque solo fuera por breve tiempo. Pero ahora me alegro, no de haberos entristecido, sino de que esa tristeza haya servido para que cambiéis de actitud. Como fue una tristeza querida por Dios, ningún daño habéis recibido de nosotros. Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte. Fijaos, en efecto, en los frutos que esa tristeza conforme a la voluntad de Dios ha producido en vosotros: ¡Qué forma de preocuparos, de presentar excusas, de sentiros indignados por lo sucedido, y al mismo tiempo, asustados! ¡Qué añoranza por verme, qué interés por resolver el asunto, qué impaciencia por hacer justicia! Habéis demostrado, hasta donde es posible, que no sois culpables de lo sucedido. Si, pues, os escribí aquella carta, no fue tanto por el que causó la ofensa o por el que la recibió, cuanto por brindaros la oportunidad de descubrir, por vosotros mismos y en presencia de Dios, hasta dónde llegaba vuestro interés por mí. Esto es lo que me ha llenado de consuelo. Pero mucho más que mi propio consuelo, lo que me hace rebosar de alegría es ver a Tito íntimamente contento y reconfortado por el trato recibido de todos vosotros. Le dije que estaba orgulloso de vosotros y no me habéis dejado en mal lugar; al contrario, lo mismo que no me privé de deciros toda la verdad, también los elogios que hice a Tito con respecto a vosotros, han resultado verdaderos. Cada vez que recuerda el profundo respeto con que lo acogisteis y la atención que todos le prestasteis, crece más y más el cariño que os tiene. ¡Qué alegría para mí poder contar siempre con vosotros!

2 CORINTIOS 7:2-16 Reina Valera 2020 (RV2020)

Admitidnos. A nadie hemos ofendido, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado. No lo digo para condenaros, pues ya he dicho antes que estáis en nuestro corazón, para morir y para vivir juntos. Os hablo con mucha franqueza, me siento muy orgulloso de vosotros. En medio de todas nuestras tribulaciones, estoy lleno de ánimo y desbordo de alegría. Porque además, cuando llegamos a Macedonia nuestro cuerpo no tuvo ningún descanso, sino que enfrentamos tribulaciones de todas partes: de fuera, conflictos, y de dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito. Y no solo su llegada, sino también por el consuelo que él había recibido de parte de vosotros. Él nos hizo saber de vuestro gran afecto, de vuestro llanto y de vuestra preocupación por mí, para que así me alegrara aún más. Aunque os entristecí con mi carta, no me arrepiento. Hubo un momento en que lo lamenté, pues vi que aquella carta os entristeció por algún tiempo, pero ahora me alegro, no porque hayáis sido entristecidos, sino porque esa tristeza os condujo al arrepentimiento. Fuisteis entristecidos según la voluntad de Dios, de modo que no habéis sufrido ningún daño por nuestra parte. Porque el dolor que es según la voluntad de Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo que no hay que arrepentirse; pero el dolor del mundo produce muerte. Porque fijaos, esa tristeza, que fue según la voluntad de Dios, cuánta preocupación ha producido en vosotros; y no solo el deseo de disculparse, sino también cuánta indignación, cuánto temor, cuánto afecto, cuánto celo y cuánto deseo de hacer justicia. En todo habéis mostrado que estáis limpios en este asunto. Así que, aunque os escribí, no os escribí por causa del que cometió el agravio, ni por causa del que lo padeció, sino para que os fuera evidente la preocupación que tenemos por vosotros delante de Dios. Por eso vuestro consuelo ha sido nuestro consuelo. Pero mucho más nos alegramos por la alegría de Tito, y que su espíritu haya sido confortado por todos vosotros. Pues si algo he presumido de vosotros con él, no he sido defraudado; y así como en todo os hemos dicho la verdad, también resultaron ser verdad los elogios que hice a Tito acerca de vosotros. Y su cariño por vosotros es aun más grande, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros, y de cómo lo recibisteis con temor y temblor. Así que me alegro de que en todo puedo confiar en vosotros.

2 CORINTIOS 7:2-16 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

¡Hacednos sitio en vuestro corazón! Con nadie hemos sido injustos, a nadie hemos hecho daño y a nadie hemos explotado. No digo esto para criticaros, porque, como ya os dije antes, os llevo en mi corazón para vivir juntos y morir juntos. Tengo mucha franqueza para hablaros y me siento muy orgulloso de vosotros. En medio de todo lo que sufrimos me encuentro muy animado y lleno de gozo. Desde que llegamos a Macedonia no hemos tenido ningún descanso, sino que en todas partes hemos encontrado dificultades: luchas a nuestro alrededor y temores en nuestro interior. Pero Dios, que anima a los desanimados, nos animó con la llegada de Tito, y no solo con su llegada sino también con los ánimos que traía a causa vuestra. Nos habló de lo mucho que deseáis vernos y de vuestra tristeza y preocupación por mí. Todo ello aumentó mi alegría. Aunque la carta que os escribí os entristeció, ahora no lo lamento. Si antes lo lamenté viendo que aquella carta os había entristecido por un poco de tiempo, ahora me alegro, no por la tristeza que os causó, sino porque esa tristeza hizo que volvierais a Dios. Soportasteis la tristeza de una manera que agrada a Dios, así que no os hicimos ningún daño; pues la tristeza que se soporta de manera agradable a Dios, conduce a una conversión que da por resultado la salvación, y no hay nada que lamentar. ¡La tristeza del mundo es la que produce muerte! Vosotros soportasteis la tristeza, como a Dios agrada, ¡y ved ahora los resultados! Os hizo tomar en serio el asunto y defenderme. Os hizo enojar y también sentir miedo. Después deseasteis verme y os dispusisteis a castigar al culpable. Con todo lo cual habéis demostrado que nada tuvisteis que ver en ese asunto. Así pues, cuando os escribí aquella carta no lo hice pensando en el ofensor ni en la persona ofendida, sino para que se viera delante de Dios vuestra preocupación por nosotros. Y esto, para nosotros, ha sido un consuelo. Sin embargo, mucho más que este consuelo que hemos recibido nos ha alegrado el ver que Tito está muy contento, pues todos le habéis dado nuevos ánimos. Yo le había dicho a Tito que me sentía orgulloso de vosotros, y no he quedado mal. Al contrario, así como es verdad cuanto os hemos dicho a vosotros, también es verdad lo que le dijimos a Tito: que estamos orgullosos de vosotros. Y el cariño que os tiene aumenta al recordar que todos le obedecisteis y le recibisteis con tan profundo respeto. ¡Me alegro de poder confiar plenamente en vosotros!

2 CORINTIOS 7:2-16 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Hacednos un lugar en vuestro corazón. A nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos explotado. No digo esto para condenaros; ya os he dicho que tenéis un lugar tan amplio en nuestro corazón que con vosotros viviríamos o moriríamos. Os tengo mucha confianza y me siento muy orgulloso de vosotros. Estoy muy animado; en medio de todas nuestras aflicciones se desborda mi alegría. Cuando llegamos a Macedonia, nuestro cuerpo no tuvo ningún descanso, sino que nos vimos acosados por todas partes; conflictos por fuera, temores por dentro. Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló con la llegada de Tito, y no solo con su llegada, sino también con el consuelo que él había recibido de vosotros. Él nos habló del anhelo, de la profunda tristeza y de la honda preocupación que vosotros tenéis por mí, lo cual me llenó de alegría. Si bien os entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta os había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro, no porque os hayáis entristecido, sino porque vuestra tristeza os llevó al arrepentimiento. Vosotros os entristecisteis tal como Dios lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera os hemos perjudicado. La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte. Fijaos lo que ha producido en vosotros esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia! En todo habéis demostrado vuestra inocencia en este asunto. Así que, a pesar de que os escribí, no fue por causa del ofensor ni del ofendido, sino más bien para que delante de Dios os dierais cuenta por vosotros mismos de cuánto interés tenéis en nosotros. Todo esto nos reanima. Además del consuelo que hemos recibido, nos alegró muchísimo el ver lo feliz que estaba Tito debido a que todos vosotros fortalecisteis su espíritu. Ya le había dicho que me sentía orgulloso de vosotros, y no me habéis hecho quedar mal. Al contrario, así como todo lo que os dijimos es verdad, también resultaron ciertos los elogios que hice de vosotros delante de Tito. Y él os tiene aún más cariño al recordar que todos fuisteis obedientes y lo recibisteis con temor y temblor. Me alegro de que puedo confiar plenamente en vosotros.