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2 REYES 19:14-37

2 REYES 19:14-37 Reina Valera 2020 (RV2020)

Ezequías tomó la carta de manos de los embajadores. Después de leerla, subió a la casa del Señor y la extendió delante del Señor. Entonces oró Ezequías delante del Señor: —Señor, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, Señor, tu oído y oye; abre, Señor, tus ojos y mira. Oye las palabras que Senaquerib ha enviado a decirme para blasfemar contra el Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han echado al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos humanas, de madera o de piedra, y por eso los han destruido. Ahora, pues, Señor, Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de sus manos, para que sepan todos los reinos de la tierra que solo tú, Señor, eres Dios. Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: —Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: He oído lo que me pediste acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado acerca de él: La virgen, hija de Sion, te menosprecia, se burla de ti; a tus espaldas mueve su cabeza la hija de Jerusalén. ¿A quién has insultado y contra quién has blasfemado?, ¿contra quién has alzado la voz y levantado con altanería tus ojos? Contra el Santo de Israel. Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor y has dicho: «Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus fértiles campos. He cavado y bebido las aguas extrañas, he secado con las plantas de mis pies todos los ríos de Egipto». ¿Pero nunca oíste que desde tiempos antiguos yo lo hice, y que desde los días de la antigüedad lo tengo ideado? Pues ahora lo he hecho venir: Tú causarás desolaciones, y reducirás las ciudades fortificadas a montones de escombros. Sus habitantes, impotentes, fueron acobardados y confundidos; vinieron a ser como la hierba del campo, como hortaliza verde, como musgo de los tejados, que se marchita antes de madurar. He conocido tu situación, todos tus movimientos, y tu furor contra mí. Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi garfio en tu nariz y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. Esto te daré por señal, Ezequías: Este año comeréis lo que crezca por sí mismo, y el segundo año lo que nazca también sin haber sembrado. Pero al tercer año sembraréis y segaréis, plantaréis viñas y comeréis el fruto de ellas. Lo que haya escapado, lo que haya quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces por debajo y llevará frutos por arriba. Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sion los que se salven. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni lanzará flechas en ella; ni la enfrentará con escudo, ni levantará contra ella un baluarte. Por el mismo camino que vino, regresará, y no entrará en esta ciudad, dice el Señor. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David, mi siervo. Aconteció que aquella misma noche salió el ángel del Señor y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. A la hora de levantarse por la mañana, todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó a Nínive, donde se quedó. Y aconteció que mientras él adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo hirieron a espada y huyeron a tierra de Ararat. En su lugar reinó Esar-hadón, su hijo.

2 REYES 19:14-37 La Palabra (versión española) (BLP)

Ezequías tomó la carta traída por los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo, la abrió en presencia del Señor y oró así: —Señor, Dios de Israel, entronizado sobre querubines; únicamente tú eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú has creado el cielo y la tierra. Presta oído, Señor, y escucha; abre los ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que ha transmitido Senaquerib insultando con ellas al Dios vivo. Es cierto, Señor, que los reyes asirios han asolado a las naciones y sus territorios, arrojando sus dioses a las llamas y destruyéndolos; claro que no eran dioses, sino obra de manos humanas fabricados con madera y piedra. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todos los reinos del mundo reconozcan que únicamente tú eres, Dios, el Señor. Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías: —Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, el rey de Asiria. Y esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti una simple muchacha, la ciudad de Sion; te hace mofa a tus espaldas la ciudad de Jerusalén. ¿A quién insultas e injurias? ¿Contra quién levantas tu voz, alzando altanera la mirada? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor, diciendo: «Gracias a mis carros numerosos he subido a las cumbres más altas, al corazón del Líbano; he talado sus cedros más esbeltos, sus más escogidos cipreses; me adentré en su lugar más oculto, en sus bosques más espesos. Alumbré y bebí aguas extranjeras; sequé bajo la planta de mis pies todos los ríos de Egipto». ¿Acaso no te has enterado de que hace tiempo lo tengo decidido. Lo he planeado desde antaño y ahora lo llevo a término? Voy a reducir a escombros todas las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, espantados y humillados, son como hierba del campo, como césped de pastizal, como verdín de los tejados, como mies agostada antes de sazón. Sé bien cuándo te sientas, conozco tus idas y venidas, y cuándo te enfureces contra mí. Puesto que ha llegado a mis oídos tu furia y tu arrogancia contra mí, pondré mi garfio en tu nariz y mi argolla en tu hocico, y te haré volver por el camino por donde habías venido. Y esto, Ezequías, te servirá de señal: este año comeréis lo que retoñe, y el siguiente, lo que nazca sin sembrar, pero el tercer año sembraréis y cosecharéis; plantaréis viñas y comeréis sus frutos. El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, pues de Jerusalén saldrá un resto, y habrá supervivientes en el monte Sion. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá. Por eso, así dice el Señor a propósito del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará flechas contra ella, no la cercará con escudos, ni la asaltará con rampas. Se volverá por donde vino y no entrará en esta ciudad —oráculo del Señor—. Protegeré esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor. Aquella misma noche salió el enviado del Señor, hirió a ciento ochenta mil hombres en el campamento asirio; al levantarse los asirios por la mañana no había más que cadáveres. Senaquerib, el rey de Asiria, levantó el campamento, regresó a Nínive y se quedó allí. Y un día, mientras estaba orando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo asesinaron y huyeron al país de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió como rey.

2 REYES 19:14-37 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor, oró así: “Señor, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra. Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó a decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente. Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron. Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.” Entonces Isaías mandó a decir a Ezequías: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Yo he escuchado el ruego que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.’ ” Estas son las palabras que acerca de él pronunció el Señor: “La ciudad de Sión, como una muchacha, se ríe de ti, Senaquerib. Jerusalén mueve burlonamente la cabeza cuando tú te retiras. ¿A quién has ofendido e insultado? ¿Contra quién alzaste la voz y levantaste los ojos altaneramente? ¡Contra el Dios Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros insultaste al Señor. “Dijiste: ‘Con mis innumerables carros de guerra subí a las cumbres de los montes, a lo más empinado del Líbano. Corté sus cedros más altos, sus pinos más bellos. Llegué a sus cumbres más altas, a sus bosques, que parecen jardines. En tierras extrañas cavé pozos y bebí de sus aguas, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto.’ ¿Pero no sabías que soy yo, el Señor, quien ha dispuesto todas estas cosas? Desde tiempos antiguos lo había planeado, y ahora lo he realizado; por eso tú destruyes ciudades fortificadas y las conviertes en montones de ruinas. Sus habitantes, impotentes, llenos de miedo y vergüenza, han sido como hierba del campo, como pasto verde, como hierba que crece en los tejados y es quemada por el viento del este. Yo conozco todos tus movimientos y todas tus acciones; yo sé que te has enfurecido contra mí. Y como conozco tu furia y tu arrogancia, voy a ponerte una argolla en la nariz, un freno en la boca, y te haré volver por el camino por donde viniste.” Isaías dijo entonces a Ezequías: “Esta será una señal de lo que va a suceder: este año y el próximo comeréis el trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podréis sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer de sus frutos. Los sobrevivientes de Judá serán como plantas: echarán raíces y producirán fruto. Porque un resto quedará en Jerusalén; en el monte Sión habrá sobrevivientes. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso. “Acerca del rey de Asiria dice el Señor: ‘No entrará en Jerusalén ni le disparará una sola flecha; no la atacará con escudos ni construirá una rampa a su alrededor. Por el mismo camino por donde vino, se volverá; no entrará en esta ciudad. Yo, el Señor, doy mi palabra. Yo protegeré esta ciudad y la salvaré por consideración a mi siervo David y a mí mismo.’ ” Aquella misma noche, el ángel del Señor mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio; al día siguiente amanecieron todos muertos. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive. Y un día, cuando estaba adorando en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Sarézer lo asesinaron, y huyeron a la región de Ararat. Después reinó en su lugar su hijo Esarhadón.

2 REYES 19:14-37 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó. Luego subió al templo del SEÑOR, la desplegó delante del SEÑOR, y en su presencia oró así: «SEÑOR, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. Presta atención, SEÑOR, y escucha; abre tus ojos, SEÑOR, y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. »Es verdad, SEÑOR, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. Han arrojado al fuego sus dioses y los han destruido, porque no eran dioses, sino solo madera y piedra, obra de manos humanas. Ahora, pues, SEÑOR y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, SEÑOR, eres Dios». Entonces Isaías hijo de Amoz le envió este mensaje a Ezequías: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, te he escuchado. Esta es la palabra que yo, el SEÑOR, he pronunciado contra él: »”La virginal hija de Sión te desprecia y se burla de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza al verte huir. ¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado los ojos con orgullo? ¡Contra el Santo de Israel! Has enviado a tus mensajeros a insultar al Señor, diciendo: ‘Con mis numerosos carros de combate escalé las cumbres de las montañas, ¡las laderas del Líbano! Talé sus cedros más altos, sus cipreses más selectos. Alcancé sus refugios más lejanos, y sus bosques más frondosos. Cavé pozos en tierras extranjeras, y en esas aguas apagué mi sed. Con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto’. »”¿No te has dado cuenta? ¡Hace mucho tiempo que lo he preparado! Desde tiempo atrás lo vengo planeando, y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados. Son como plantas en el campo, como tiernos pastos verdes, como hierba que brota sobre el techo y que se quema antes de crecer. »”Yo sé bien cuándo te sientas, cuándo sales, cuándo entras, y cuánto ruges contra mí. Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca, y por el mismo camino por donde viniste te haré regresar. »”Esta será la señal para ti, Ezequías: »”Este año comeréis lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembraréis y cosecharéis, plantaréis viñas y comeréis su fruto. Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá echarán raíces abajo, y arriba darán fruto. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del SEÑOR Todopoderoso. »”Yo, el SEÑOR, declaro esto acerca del rey de Asiria: »”No entrará en esta ciudad ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, el SEÑOR, lo afirmo. Por mi causa y por consideración a David mi siervo defenderé esta ciudad y la salvaré”». Esa misma noche, el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres! Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí. Pero un día, mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer lo mataron a espada y escaparon a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón le sucedió en el trono.